Las empresas: evidencia de una clase media

Migración

En octubre de este año se presentó el libro “Clasemediero”, escrito por Luis de la Calle y Luis Rubio. El argumento del libro es muy sencillo: México se ha convertido en un País de clase media. El alegato dio pie a uno de los debates contemporáneos más intensos entre especialistas y líderes de opinión. Los que están “a favor” pudieron ver plasmado en el libro una explicación inteligente respecto a las actitudes que han venido observando por años en la sociedad, mientras que los que están “en contra” (en particular los observadores más académicos) consideran casi ofensivo hablar de la existencia de una clase media en un País que para ellos es de ricos y pobres.

El debate en torno al libro es revelador de lo que nos tiene estancados: preferimos seguir pensando en todos los problemas que nos aquejan, en vez de darnos cuenta de lo mucho que hemos cambiado, entender los motores positivos de este cambio y potenciarlos hacia el futuro.

Sin embargo, un punto interesante es que, mientras el debate se puede seguir dando entre historiadores, economistas y politólogos, los empresarios no tuvieron tiempo de entrar. ¿Por qué? Porque para subsistir, innovar y ser exitosos han tenido que estar siempre al pendiente de los patrones de consumo de los mexicanos y de cómo sus preferencias han cambiado a lo largo del tiempo. Para ellos el “México clasemediero” no es una novedad, es un asunto de todos los días. Algunos ejemplos:

La clase media está migrando a estilos de vida cada vez más saludables. Aun cuando la reducción en el precio de los alimentos y el que los establecimientos de “comida rápida” se hayan triplicado en los últimos diez años han contribuido al problema de obesidad, vemos también en el País a un sector de la clase media que se está moviendo a estilos de vida cada vez más saludables. Esto implica ejercicio y alimentación. Vemos, por ejemplo, que en la última década correr pasó de ser una actividad solitaria, donde las carreras eran esporádicas, a tener eventos todos los fines de semana. Las empresas rápidamente vieron aquí una oportunidad y es por eso que vemos carreras organizadas por empresas como Lala, Pfizer, Nike, Cinemex, Farmacias Similares, entre otras, y son patrocinadas por cientos de marcas como Gatorade, Lonol, Powerade y Bonafont. En este mismo contexto, el éxito de gimnasios como Sport City o Sports World difícilmente se hubiera dado hace 20 años. Con respecto a la alimentación, hay que ver la cada vez mayor presencia de tiendas de suplementos alimenticios en el País, como GNC o Nutrisa.

La clase media se quiere divertir. Como lo menciona el libro de De la Calle y Rubio, el entretenimiento es una parte crucial de la clase media: Ticketmaster es el mejor testigo de la cantidad de conciertos que hay ahora y de cómo los boletos para muchos eventos se agotan en horas. Asimismo, en el Mundial vimos cómo se agotó la (nada barata) playera oficial de la Selección Mexicana. Además, han aumentado exponencialmente las familias con consolas de videojuegos, se siguen construyendo más cines y cada vez más familias se van de vacaciones en avión (gracias, en parte, a las aerolíneas de bajo costo).

La clase media valora la educación. La clase media entiende cada vez más a la educación como un motor de movilidad social y está dispuesta a sacrificar ingreso presente y ahorros familiares con el fin de que un miembro de la familia pueda tener acceso a la universidad. Esto explica la saturación de las universidades públicas y el surgimiento de universidades privadas como UNITEC y la Universidad del Valle de México. Asimismo, vemos en los últimos años el surgimiento de escuelas cuyo objetivo es ayudar a quienes quieren estudiar posgrados en el extranjero. A diferencia de hace 10 años, hoy están en México empresas como Kaplan, TestPoint o Princeton Review, las cuales preparan a cientos de alumnos que se van al extranjero cada año.

La clase medida busca experiencias. El surgimiento de franquicias como Italian Coffee, Mr. Sushi o La Ciudad de Colima, hasta empresas que ofrecen la oportunidad de saltar del bungee, del paracaídas o ir a parques de ecoturismo, nos dan indicios de la existencia de una clase media que, además de bienes y servicios, está dispuesta a pagar por nuevas experiencias.

La clase media necesita créditos. El crédito (aunque sea solamente para el consumo) ha sido crucial para la clase media mexicana. Lo vemos en el éxito de tiendas como Elektra o en las casas de empeño, pero también en temas tan importantes como créditos universitarios, el crédito para comprar un coche o una casa e incluso para pequeñas compras, como cuando en Sanborns uno encuentra un anuncio que dice: “Libros a 200 días sin intereses”.

Los empresarios exitosos no se sorprenden de los argumentos del libro porque están diariamente en contacto con lo que la sociedad decide privilegiar al gastar. De la Calle y Rubio reconocen que la clase media en México vive con menores ingresos que sus contrapartes en otros países. Por otra parte, un reciente estudio de la OCDE muestra cómo la clase media en América Latina incluso tiene rasgos de pobreza. Sin embargo, negar que exista una clase media es ignorar cómo las personas se ven a sí mismas, con sus temores y aspiraciones. También es perder la oportunidad de estudiar el fenómeno para, a través de políticas públicas, ayudar a crecer, impulsar y consolidar a este importante segmento de la sociedad. Quizás lo que el libro nos dice es que estamos ante un caso donde académicos y estudiosos deberían, antes que nada, ver el comportamiento de las empresas como indicador de un fenómeno social mayor.

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