Oaxaca: todo por ganar

Migración

El triunfo de la oposición en Oaxaca es una buena noticia para el País. El voto de castigo para el PRI nos indica que los oaxaqueños ya no están dispuestos a seguir viviendo en un Estado que consistentemente aparece en los últimos lugares de todos los indicadores de desarrollo: PIB per cápita, pobreza alimentaria, escolaridad, rapidez para abrir una empresa, desarrollo humano, etcétera.

Para Gabino Cué y su equipo, haber ganado en las urnas es solamente la mitad del camino. El triunfo otorga al Estado la posibilidad de transformarse, pero para esto se requiere la elaboración y ejecución de una buena estrategia. Es necesario desarrollar, en poco tiempo, la capacidad para lidear con el día a día (sindicato de maestros, confictos agrarios y ejidales, por ejemplo) mientras se impulsan algunas iniciativas que transformen al Estado y sienten las bases del crecimiento de las próximas décadas (como la reestructuración de la deuda, la inversión en algunos proyectos de infraestructura y el impulso a proyectos que hagan de la cultura y el turismo importantes fuentes de ingresos).

A final de cuentas todos estos cambios en el entorno tienen como única finalidad que los oaxaqueños puedan, desde cuales sean sus ocupaciones, generar riqueza vía un alza en productividad. Sólo así podrán consumir, migrar, crear, innovar y, en general, elevar su calidad de vida.

Hasta ahora, en el Estado de Oaxaca la mayor parte de la población se encuentra atrapada en actividades de baja productividad. En la agricultura, por ejemplo, cada hectárea cosechada genera poco menos de 8 mil pesos al año en promedio, mientras que en Baja California Sur genera ocho veces más. La producción se encuentra concentrada en el maíz (45 por ciento de la superficie sembrada), cuyo rendimiento de tan solo 1.32 toneladas por hectárea, versus Sinaloa, que tiene una productividad de 9.21. Algo similar ocurre con el café.

En Oaxaca, el grueso de la población ocupada (43 por ciento) se dedica al comercio. Sin embargo, el 37 por ciento se dedica al comercio al por menor, que es cuatro veces menos productivo que el comercio al por mayor en el mismo Estado. En la industria manufacturera, el 33 por ciento de las personas ocupadas están en la industria alimentaria. Sin embargo, ésta tiene el último lugar en productividad a nivel nacional. Y en el área de servicios de alojamiento temporal y preparación de bebidas, el Estado de Quintana Roo es casi tres veces más productivo que Oaxaca.

La única gran excepción es en la fabricación de productos derivados del petróleo, actividad vinculada con la refinería de Salina Cruz, rubro donde se tiene una productividad 80 veces mayor a la media de la industria manufacturera del Estado.

Aunque una ambiciosa agenda de cambios sería deseable, quizá sea mejor concentrarse en poco para avanzar mucho. Como muestra de lo que se puede hacer en el Estado cuando algo se gestiona bien, basta con ver los efectos positivos que se han logrado con la autopista Puebla-Oaxaca, el desarrollo de la industria de mezcal, la restauración del ex Convento de Santo Domingo, así como mediante la labor que filántropos y artistas -como Harp y Toledo, respectivamente-, además de varias organizaciones sociales, han estado llevando a cabo.

Oaxaca sintetiza en muchos sentidos los contrastes de México: cuenta con la inusual combinación de atractivos coloniales, arqueológicos y de playa, a la vez que su cultura es de las más ricas del País, pero sufre de los arreglos institucionales más precarios. Los conflictos que vimos en el estado en los últimos 6 años muestran que todo lo primero queda puesto en riesgo si lo segundo se tambalea. Oaxaca tiene todo para ganar. Oportunidades habrá muchas, pero el “bono democrático” con el que cuenta el gobierno estatal entrante es único. El proyecto empieza ya.

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