Seguridad y Economía

Seguridad Pública

En este sexenio se han llevado a cabo muchas medidas cuyo objetivo es combatir al crimen organizado. Pero poco se ha hecho por medir el fenómeno y entender el verdadero impacto de la violencia y del crimen sobre la economía.
Explicaciones parece haber muchas dependiendo de quién las dé. Las especulaciones alrededor del reciente anuncio sobre la caída en el turismo y sobre los números de inversión extranjera directa ejemplifican el debate estéril en el que se puede caer ante la ausencia de herramientas para medir el progreso.
A principios de la semana vimos que el número de estadounidenses que llegaron a México por vía aérea, de enero a mayo, se redujo en casi 7%, en comparación con el mismo periodo del año anterior. Ante esto, algunos dirán que la violencia ha sido un factor importante en la caída del turismo o en su lento progreso, otros, como la Secretaría de Turismo, encuentran la explicación en la disminución del número de estadounidenses que viajan al extranjero o en la fortaleza relativa del peso frente al dólar. Luego, un artículo (titulado FDI investment despite drug violence) publicado este miércoles en el Financial Times anuncia que a los inversionistas extranjeros les es irrelevante la violencia.
Sin embargo, al buscar datos para corroborar estas hipótesis, uno de los principales problemas es el no contar con cifras confiables comparables en el tiempo. Por ejemplo, dado que no todos los delitos se denuncian se requieren encuestas de victimización, mismas que sólo llevan 10 años, no son periódicas y cambian de metodología, dificultando la medición de avances. Con respecto a las entidades federativas, se ha hecho un esfuerzo por homogenizar la metodología de captura de datos, pero los resultados son insuficientes. Parte de la explicación es que, los datos se registran en, por lo menos, 32 sistemas de información distintos. Sólo en el Distrito Federal, existen tres sistemas de captura diferentes. Por último, INEGI sistematiza el número y tipo de delitos a nivel municipal, pero sus datos no coinciden con la información de las procuradurías estatales. Así, es difícil hablar de éxito o fracaso y, mucho más, encontrar correlaciones entre violencia y desarrollo económico.
Independientemente de que no tengamos cifras confiables o herramientas que ayuden a entender la relación entre violencia y otras variables, hay muchos datos de cómo está cambiando la realidad, la percepción, los patrones de consumo y, por lo tanto, la actividad económica. A continuación algunos ejemplos.
A través de sus encuestas de victimización, el ICESI (en Cuadernos de ICESI 10- Costos de la Inseguridad 2010) mide las actividades que las personas han dejado o empezado a hacer por temor a ser víctimas de un delito. Algunos datos que empeoran de 2004 a 2009 son: usar joyas, salir de noche y llevar dinero en efectivo. Otros datos en los que no mejoramos son: gastos privados en seguridad y colocación de cerraduras.
A estos datos podríamos sumarle observaciones como: disminución en los años de experiencia y/o escolaridad de quienes toman puestos estratégicos relacionados con seguridad en gobiernos locales; incremento en las búsquedas en Google de palabras como narco, Zetas, Beltrán Leyva o narcomantas; si las personas van a restaurantes o a bares en las noches, y cuáles restaurantes solamente sobreviven porque ofrecen servicio a domicilio número de alertas en otros países con respecto a visitar México, entre otras.
En los próximos meses vamos a ver muchos esfuerzos por explicar ciertos fenómenos. Sin embargo, al final del día, es tan importante tener cifras confiables, como sentido común. Hoy en algunas declaraciones faltan ambas.

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