Los mitos del crecimiento

Competencia y Regulación

Ahora que da inico un nuevo gobierno, es tiempo de comenzar a discutir los temas fundamentales para el país, comenzando por los relacionados con el desarrollo de la economía. Si en algún tema existe un consenso absoluto éste, sin duda, es el del crecimiento económico. Pero ahí termina el consenso. Todo lo demás es materia de disputa, algunos piensan que sólo el gobierno puede lograr el desarrollo, en tanto que otros lo fustigan como su peor enemigo. Otros afirman que la inflación es casi una condición necesaria para lograr tasas elevadas de crecimiento, en tanto que algunos más aseguran que ésta aniquila el crecimiento. Muchos piensan que una legislación fuerte en materia de derechos de propiedad asegura tasas altas de inversión, mientras que otros sostienen que ese tipo de regulación le otorga beneficios inaceptables a quienes ya tienen una posición relevante en los mercados. Por donde uno le busque, es evidente que tenemos un acuerdo firme sobre la necesidad de promover tasas elevadas de crecimiento, pero no tenemos ni el más mínimo consenso sobre la manera de lograrlo.

Si en algo es prolijo el debate sobre el crecimiento económico es en sus mitos. Tenemos mitos sobre todo lo relacionado con el crecimiento: la inflación y el gasto público, la ley y el gobierno, la desigualdad social y los subsidios, las crisis y la pobreza, las tasas de crecimiento y la educación, la productividad y el ingreso, la globalización y las importaciones. Tenemos mitos para todo y en tanto no acabemos con ellos, no lograremos el consenso necesario para salir adelante de una vez por todas. En este marasmo de argumentos y posturas, es afortunada la publicación de un nuevo estudio del Banco Mundial que compara ochenta países a lo largo de cuatro décadas, lo que le permite llegar a conclusiones muy concretas y específicas sobre los efectos que diversas estrategias económicas han tenido sobre el crecimiento, la pobreza y, en general, el desarrollo. El estudio de David Dollar y Aart Kraay (Growth is good for the poor –www.worldbank.org/research/growth/absddolakray.htm) ofrece la oportunidad de afinar nuestra propia estrategia y despojarnos de los mitos que han llevado a malas decisiones de política económica, y en consecuencia, a muy pobres resultados a lo largo de las últimas tres décadas. Veamos mito por mito.

Mito número uno: la globalización es enemiga del desarrollo interno. La evidencia que presenta el estudio es contundente en este punto: los países pobres que se aíslan del resto del mundo acaban condenados a la pobreza, en tanto que aquéllos que lo abrazan a través del comercio exterior y la inversión extranjera tienden a converger. Es decir, la globalización es un factor positivo para el crecimiento. En nuestro caso, el desempeño reciente de la economía hace tan evidente este punto, que no debería ser ni siquiera objeto de discusión; sin embargo, contra lo que suponen muchos –otro mito- el hecho de que sólo una parte de la economía y sólo algunas regiones se estén beneficiando de las exportaciones y del crecimiento de la inversión extranjera es indicativo de otro problema: la economía mexicana no se ha abierto suficiente. Esto es, en la economía mexicana no sólo siguen existiendo sectores que gozan de la protección de alguna regulación sino también persiste un sinnúmero de obstáculos que impiden que todo el país se integre a los circuitos exitosos de la economía mexicana. El pésimo e insuficiente estado de la infraestructura que caracteriza a buena parte del territorio nacional y la renuencia o incapacidad de transformar el paradigma de la educación, son dos factores que preservan la pobreza y que están impidiendo el desarrollo equilibrado del país.

Mito número dos: el crecimiento polariza los ingresos de la población, haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. El estudio muestra que, en promedio, los ingresos de los pobres se elevan en la misma proporción que el aumento general del ingreso. Es decir, existe una relación directa entre el crecimiento económico y el ingreso de la población de menores ingresos. Los autores examinan la forma en que se elevan esos ingresos y llegan a la conclusión de que, contrario al mito del “ingreso por filtración” (o trickle down), el aumento del ingreso para la población de menores ingresos no ocurre como resultado de que primero se hicieran más ricos los ricos, sino en forma simultánea y a la misma tasa. En otras palabras, toda la población se beneficia del crecimiento de la misma manera y al mismo tiempo. La clave reside en que toda la población sea parte de ese crecimiento económico.

Mito número tres: las crisis le pegan más a los pobres que a los ricos. El estudio muestra cómo los ingresos de los pobres y de los ricos suben y bajan en forma semejante durante periodos tanto de crecimiento como de crisis. Esto es, las crisis le afectan a los ricos tanto como, a los pobres al igual que lo hace el crecimiento. Es evidente que una caída del 10% en el ingreso disponible de una familia que vive de un salario mínimo es mucho más dramática que esa misma caída en una familia rica. Pero esto no altera el hecho de que las crisis les pegan a todos por igual. El problema, por supuesto, es que exista pobreza, y no cómo le afecta un episodio de crisis.

Mito número cuatro: una economía abierta disminuye los beneficios del crecimiento para los pobres. Una vez más, los autores encuentran que no existe ningún caso en todos los que analizaron en el que la apertura de la economía afectara diferenciadamente del ingreso de pobres y ricos: todos suben en la misma proporción y al mismo tiempo. Y esto no es todo, mucho más interesante resulta la evidencia que presentan en cuanto a que entre más abierta es una economía, mayores tienden a ser las tasas de crecimiento, lo cual implica que, contrario a lo que afirma la mitología tradicional, la apertura económica es mejor para los pobres que la protección: ésta tiende a sesgar los beneficios en favor de los productores a costa del resto de la población y de tasas más elevadas de desarrollo.

Mito número cinco: la globalización tiende a polarizar el ingreso y, por lo tanto, a agudizar la desigualdad. En este tema los autores encuentran que la apertura no tiene un efecto sobre la distribución del ingreso. O, puesto en otros términos, la globalización contribuye a elevar las tasas de crecimiento y los pobres participan en los beneficios de ese crecimiento en forma equivalente al resto de la sociedad. Ni más ni menos.

Mito número seis: los derechos de propiedad favorecen a los ricos y a las empresas multinacionales que son dueñas de las patentes y marcas. Los autores encuentran que en aquellos países en que existen leyes que otorgan una protección fuerte a los derechos de propiedad, las empresas tienden a invertir más y a desarrollar programas de inversión de largo plazo, lo que contribuye tanto a la estabilidad económica como a lograr tasas más elevadas de crecimiento.

Mito número siete: la pobreza se resuelve mediante el gasto público. En este tema los hallazgos son contundentes: el gasto público es una de las peores amenazas al crecimiento de la economía. El estudio llega a la conclusión de que el gasto público tiende a afectar negativamente el ingreso de la población más pobre justamente porque tiende a disminuir las tasas de crecimiento. Más importante, sobre todo por lo que implica para la mitología que nutre la retórica política nacional, mientras mayor es el gasto público, peor acaba siendo la distribución del ingreso. En cambio, el gasto social, el gasto específicamente diseñado para beneficiar a los pobres, tiende a tener un efecto neutral sobre las tasas de crecimiento y sobre la distribución del ingreso. Es decir, la conclusión a la que se puede llegar a partir de este estudio es que el gobierno debe disminuir su gasto general tanto como pueda, comenzando por la propia administración, y reorientarlo a la infraestructura, la educación y el gasto social.

Mito número ocho: la inflación contribuye a elevar las tasas de crecimiento. Este, quizá el mito más arraigado después de muchos años de populismo retórico, es el tema más contundente del estudio. Los autores encuentran que la inflación tiene un efecto desastroso sobre el crecimiento de la economía, sobre la distribución del ingreso y sobre el ingreso de los pobres en particular. Concluyen que la inflación destruye la riqueza y polariza a la sociedad, además de que retrasa –o hace imposible- el crecimiento de la economía. Los autores llegan a afirmar que, además de la apertura de la economía, una de las maneras más efectivas de acelerar el ritmo de crecimiento de una economía y de atacar la pobreza es reduciendo drásticamente la inflación y recortando el gasto público. Ambas estrategias aceleran el ritmo de crecimiento de la economía y, mucho más importante, mejoran la distribución del ingreso, beneficiando doblemente a la población de menores recursos.

El estudio en cuestión muestra, fehacientemente, porqué los pobres aborrecen la inflación tanto más que los ricos. Para los pobres, la inflación tiene el efecto directo de disminuir su ingreso disponible y de hacer mucho más difícil su recuperación. En este sentido, este estudio ofrece un buen fundamento analítico para comenzar a construir un consenso contra la inflación. Pero quizá eso sea pedir demasiado de los políticos que, en su vida privada, tienden a estar más identificados con los ricos que con los pobres.

Los mitos que nutren el debate político en el país son, literalmente, infinitos. En la reciente campaña electoral no parecía haber límite a las sandeces que algunos candidatos podían llegar a decir: que más gasto y más subsidios; más protecciones y menos apertura; más inflación y más promoción al desarrollo. Este estudio muestra que lo que mejor podría hacer el gobierno es reducir su gasto, eliminar gasto administrativo tanto como pueda, acabar con todos los subsidios y, en lugar de todo lo anterior, invertir en infraestructura, mejorar la educación y abrir más la economía. El problema es que quizá el mayor de todos los mitos sea el que nos hace creer que los políticos efectivamente quieren promover el crecimiento acelerado de la economía.

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Luis Rubio

Luis Rubio

Luis Rubio es Presidente de CIDAC. Rubio es un prolífico comentarista sobre temas internacionales y de economía y política, escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times.