Déficit y oportunidad

Finanzas Públicas

Dos cosas son imprescindibles para que la cirugía sea exitosa, solía decir mi papá: que el cirujano sepa qué hacer y cómo hacerlo. Como el dedicado y cuidadoso cirujano que era mi padre, jamás le entraba, como él decía a un paciente, si no estaban presentes ambas condiciones, ni permitía que sus colaboradores actuaran sin conocimiento y habilidad. Lo mismo es cierto para el desarrollo del país. Para gobernar y sacar del hoyo a México se requiere capacidad política y una gran claridad sobre lo que se tiene que hacer. Desde 1994 no han estado presentes esas dos condiciones.

Es importante recordar la historia porque explica mucho del dilema actual. Con el movimiento estudiantil de 1968 se abandonó el llamado “desarrollo estabilizador’ y se inició una década de crecimiento fundamentado en el gasto público deficitario, financiado con deuda externa. Esa era concluyó estrepitosamente cuando la combinación de inflación, endeudamiento y recesión prácticamente quebró al país. Lo peor fue que dejó una estela de consecuencias y desconfianzas que no han acabado de borrar en la mente de los ciudadanos y de los inversionistas. En los ochenta comenzó un proceso de reformas que empezaron a darle viabilidad a la economía del país.

Lamentablemente, ese ímpetu se perdió una vez más con el levantamiento zapatista, el descontrol gubernamental, los asesinatos políticos y la crisis financiera de 1994. Al comienzo de ese año se perdió el rumbo que se había adoptado y, aunque se ha mantenido la estabilidad, el país no ha logrado una transformación integral.

En estas décadas, el país ha vivido y prosperado gracias a dos circunstancias: por un lado, la estabilidad financiera que ha permitido tasas muy bajas de interés, el crecimiento del crédito al consumo y la gradual consolidación de una clase media que se ha convertido en el principal factor de estabilidad tanto económica como política con que cuenta el país.

Por otro lado, la espina dorsal de todo esto ha sido el TLCAN que ha convertido a las exportaciones en el motor de La economía mexicana y ha tumbado los precios de los bienes de consumo, permitiendo la adquisición de artículos de primera necesidad con un porcentaje decreciente del ingreso disponible de las familias, todo lo cual redunda en mejores niveles: de vida. Lo que falta es que toda la economía se sume a ese proceso de transformación para magnificar el beneficio hacia toda la población.

Para lograr esa transformación se requieren dos ingredientes: una estrategia de desarrollo y la capacidad para llevarla a la práctica. Ambos son necesarios y cada uno de ellos entraña sus propias características. La estrategia tiene que ser compatible con el entorno en el que se habrá de instrumentar (él TLCAN, la estabilidad financiera, las exportaciones, él “viejo” sector manufacturero que languidece), a la vez que maximiza el potencial de incrementar la productividad en la economía en general.

Esa combinación de apalancarse en lo exitoso e impulsar el crecimiento de la productividad hacia adelante puede ser el factor determinante del futuro de la economía del país. Por su parte, la capacidad de operación política es un requisito sine qua non para instrumentar la estrategia que se decida adoptar.

En las últimas dos décadas hubo muchas ideas concebidas para acelerar el crecimiento de la economía, pero nunca se consolidó una estrategia de crecimiento. En cualquier caso, en toda ese tiempo la gran ausente fue la capacidad de operación política, es decir, aunque hubiera existido una estrategia viable, la incapacidad política la hubiera hecho irrelevante. En presencia de condiciones necesarias y de expertos y asesores idóneos, la estrategia podría construirse con relativa celeridad. Sin embargo, si falta la capacidad de operación política, la estrategia puede ser extraordinaria pero no puede ser implementada. En otras palabras, la estrategia es necesaria pero no es factor suficiente: requiere de la capacidad de instrumentación política.

La gran oportunidad que tiene el país frente a sí es precisamente eso: como lo ha venido demostrando en los últimos meses, hoy el gobierno cuenta con capacidad de operación política, algo no visto desde 1994. Lo que le falta es una estrategia de desarrollo económico que trascienda los lugares comunes, la lista de reformas en ocasiones inconexas y los renovados mecanismos de control político. EI gobierno sabe cómo hacerlo. Ahora falta que defina qué es lo que hay que hacer. Y que lo haga.

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Luis Rubio

Luis Rubio

Luis Rubio es Presidente de CIDAC. Rubio es un prolífico comentarista sobre temas internacionales y de economía y política, escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times.