La discusión sobre los salarios mínimos es cada vez menos realista y más electorera. Y más riesgosa. Desde luego, nuestros políticos tienen todo el derecho de proponer ideas y plantear posturas, pero eso no le confiere razón a sus propuestas que, aunque atractivas, son altamente irresponsables.
En una de sus muchas frases geniales, esas que capturan toda una visión del mundo, David Konzevik afirma que “hoy, como ayer, hay pobres en ingresos… La gran diferencia es que los pobres de hoy son ricos en información y millonarios en expectativas”. Lo que los promotores del incremento en salarios mínimos están haciendo es atizar esas expectativas. Lo que no reconocen es que vivimos en un mundo global donde el salario no es más que un precio relativo que, en su condición actual, mantiene la estabilidad política. Subir el salario sin resolver los problemas estructurales que yacen detrás no es otra cosa que fomentar el desempleo, justo en el momento más delicado de la economía mexicana en dos décadas.
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