Cárdenas y el Constituyente de 2010

Congreso

Se abre un periodo de reflexión y debate, a partir del cual México puede dar un paso muy importante hacia la consolidación de su democracia

En política los símbolos cuentan. Muchas veces los ciudadanos tenemos que decodificar los símbolos, para tratar de entender lo que en realidad pasa en el ir y venir de los juegos del poder.

Cuauhtémoc Cárdenas es un símbolo. Representa, no sólo una dinastía de gran peso histórico, por el significado político de su padre, sino él mismo es uno de los protagonistas más relevantes de la transición democrática. El tiempo ha ido asentando las pasiones y le ha dado al Ingeniero un valor y una estatura en lo que coincidimos cada vez más mexicanos.

El lunes pasado, Cárdenas fue designado, por el presidente Fox, coordinador general de la Comisión Organizadora de los Actos Conmemorativos para Festejar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana. Es una decisión acertada y muy afortunada. Pero, además, una definición con alto valor simbólico. Se trata de un hombre de izquierda, que representa la lucha por la democracia y que inició el movimiento histórico del tercer centenario de la historia de México.

Fox toma una decisión que, al margen de los festejos, coloca a Cárdenas en el centro de la arena política, como un factor de conciliación, de unidad y de estabilidad política. Tener a Cárdenas, los próximos cuatro años, recorriendo el país, pronunciando discursos, hablando de historia, conmemorando la Independencia y la Revolución, es un hecho político de gran relevancia.

Cárdenas, si gana López Obrador, se coloca como un polo de equilibrio, estabilidad y moderación; y si gana Calderón se convierte en un puente con las distintas izquierdas que puedan sentirse inconformes por el resultado de la elección.

El Ingeniero, desde esa posición, hará las veces de un jefe de Estado moral, de un patriarca de la democracia, que puede tener la capacidad de salir al quite si el próximo cambio de gobierno se descompone o si se pierde la cordura por parte de algunos políticos. Puede ser ese actor con capacidad de convocatoria para sentar a la mesa a los partidos y a los factores reales de poder del país.

Es muy interesante advertir que, en su discurso de toma de posesión, Cárdenas habló de la necesidad de una nueva Constitución. Es un tema postergado, que con seriedad no podía ser tratado como viable hasta el momento en el que el anuncio no lo hace ni un intelectual ni un académico ni un vocero más, sino que lo hace un personaje con autoridad moral y que tendrá cuatro años de alta influencia y visibilidad política.

Las fechas de la trilogía: 1810, 1910, 2010, tienen la posibilidad de engarzarse en torno a tres luchas muy sensibles, en mucho inacabadas, del pueblo de México: la Independencia, la Revolución y la democracia.

La propuesta de un Constituyente para 2010 es algo que tenía que suceder y que mi generación tenía que enfrentar tarde o temprano. El acuerdo político nacional es insostenible para los tiempos que corren y el fracaso de los intentos de reforma del Estado, siempre imposible, incompleta e inacabada, exige pensar en un nuevo pacto federal y en acciones más profundas y radicales.

En un momento en que los acuerdos lucen imposibles, incluso para temas más sencillos, y parciales, como los de las llamadas reformas estructurales, Cárdenas retoma el tema y plantea una cirugía mayor, pero lo hace desde una posición en la que puede leerse con claridad la oportunidad y la viabilidad política.

Si no entendemos la magnitud y el alcance de la propuesta y, sobre todo, la necesidad del planteamiento, podemos dejar pasar una gran oportunidad. Que Cárdenas haya hecho este llamado es algo que hay que tomar con absoluta seriedad. De facto y por la vía pacífica, el Ingeniero Cárdenas ha convocado a un Congreso Constituyente.

Tenemos que ser cuidadosos con la continuidad de la constitucionalidad y con la legitimidad. Tenemos que ser muy técnicos en la elaboración del proyecto. Tenemos que ser democráticos, para que, si se hace, la nueva Constitución no sea un asunto de élites y letrados y se convierta en una auténtica expresión ciudadana. Tenemos que construir el futuro basados en profundas raíces históricas, pero entendiendo el mundo por venir. Con esas salvedades, es importante reconocer que hay generaciones que se ven obligadas a fundar nuevas instituciones.

Los festejos de las efemérides deberán ser muy lucidores y en ellos deberá participar todo el país. Pero la fiesta es accesoria. Se abre un periodo de reflexión y debate, a partir del cual México puede dar un paso muy importante hacia la consolidación de su democracia.

La cíclica violencia de los movimientos armados de las dos conmemoraciones se verá interrumpida por el debate político y el ejercicio de la más pura democracia. Si se lleva a cabo el proyecto que anuncia Cárdenas, lo que no dejará de darse, es propiamente una revolución. Una tercera revolución, sucesora de la de 1810 y 1910, pero ahora pacífica y democrática. En esta ocasión, la propuesta del Constituyente y de la nueva Constitución puede convertirse en realidad.

e-mail: sabinobastidas@hotmail.com

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