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Mientras en México nos consumimos, literalmente, en infiernillos y pleitos de lavanderas, el mundo se mueve con extraordinaria celeridad, creando y cambiando realidades y futuros a su paso. Cualquiera que observe la dinámica con que han cambiado muchos de los pilares de la estabilidad mundial en los últimos dos años no podrá más que azorarse de todo lo que ha sido trastornado.

Siguiendo el buen consejo del gran beisbolista Casey Stengel, que decía que “nunca hagas predicciones, especialmente respecto al futuro”, quisiera compartir una serie de observaciones sobre temas que están a nuestro alrededor y que podrían afectarnos y obligarnos a repensar lo que es importante para nuestro desarrollo. Son reflexiones sobre hechos y tendencias cuyo único común denominador es la profundidad y rapidez del cambio que está ocurriendo.

· La percepción generalizada es que nos arrollan los llamados “BRICs”, ese conjunto de países que un banco de inversión identificó como las naciones más probables de lograr elevadas tasas de crecimiento en los años por venir: Brasil, Rusia, China e India. Sin embargo, como bien apunta Macario Schettino, el PIB per cápita mexicano es superior a tres de estas naciones (la otra es Rusia) a pesar de que nuestra economía ha crecido mucho más lentamente que aquellas. Esto no resuelve nada, pero obliga a poner en perspectiva nuestro estancamiento, que ciertamente es más mental que físico o económico.

· Está de moda ver a Brasil como el país que “ya la hizo”. Sin embargo, hay que entender que si bien hay mucho de envidiable en la dinámica económica que ha cobrado, las razones de su éxito son muy concretas y sus riesgos hacia adelante muy reales. En Brasil han llevado a cabo varias reformas y han sido mucho más inteligentes que nosotros en algunos temas, por ejemplo en la manera en que privatizaron las comunicaciones. Pero la principal fuente del éxito brasileño reciente no descansa en grandes reformas sino en la clarividencia y continuidad de su liderazgo. Los brasileños han tenido dos presidentes muy distintos en los últimos 15 años pero una sola estrategia de desarrollo. Cardoso llevó a cabo reformas, la mayoría menos ambiciosas que las nuestras, y Lula les dio continuidad. Difícil imaginar dos líderes tan contrastantes en términos ideológicos o de personalidad, pero el éxito de su país reside en la inteligencia que tuvieron para hacer lo que era imperativo y para que el segundo continuara el proyecto del primero, así implicara un rompimiento de sus promesas de campaña. Brasil tiene muchos activos industriales excepcionales, incluyendo aviones y maquinaria, pero su éxito exportador reciente radica más en la aparentemente insaciable demanda china por materias primas y alimentos. Una pregunta nada irrelevante es qué pasaría de cambiar las tendencias en el país que ha generado toda esa demanda de bienes brasileños.

· En el imaginario popular, China se ha convertido en la potencia –o amenaza- mundial del futuro. En ese contexto es interesante escuchar lo que dice el premier Wen Jia-bao, que ha sido inusualmente franco en advertir los riesgos de un colapso económico. Hace no mucho tiempo decía que “el problema más grande de la economía china es que su crecimiento es inestable, desequilibrado, descoordinado e insostenible”. Más recientemente, un periódico lo citó oponiéndose a nuevos proyectos de inversión porque había un exceso de inversiones que estaban creando una burbuja y porque la abrumadora mayoría del paquete de estímulo que organizó su gobierno se había concentrado en subsidiar a los bancos y empresas del gobierno, lo que no tendría más efecto que seguir inflando la burbuja. Aunque China tiene reservas en divisas superiores a los dos trillones de dólares, no puede usarlas para resolver el problema de deuda de sus empresas y bancos porque eso le impediría financiar a sus compradores (esencialmente EUA). Al mismo tiempo, sus exportaciones han disminuido porque su principal cliente, EUA, ha importado mucho menos que antes. Transitar de ser una nación fundamentalmente exportadora hacia su mercado interno tendrá que ocurrir en los próximos años, pero no es obvio que lo logre hacer sin contratiempos. La evidencia reciente sugiere que va a serle sumamente difícil seguir creciendo al ritmo de las últimas décadas, lo que afectaría al resto del mundo.

· La economía estadounidense está cambiando con celeridad. Mientras que algunos de sus viejos sectores industriales languidecen, otros se recuperan, pero lo más significativo es el extraordinario crecimiento de actividades que podrían convertirse en grandes punteros de su crecimiento futuro, sobre todo en materia de biotecnología, comunicaciones y otras áreas, como la innovación y el desarrollo tecnológico, donde la situación económica no representa restricción alguna.

Quizá lo más extraño en toda esta película es el hecho de que nosotros parecemos estar contentos con el panorama que nos circunda, o al menos resignados con nuestro estancamiento. El cambio tanto político como económico que está teniendo lugar en nuestro principal socio comercial (y en nuestro principal competidor, China) tiene enormes consecuencias para nosotros y abre ingentes oportunidades que nadie parece estar contemplando. Por ejemplo, la naturaleza cada vez más rijosa de sus procesos comerciales se ha traducido en conflictos e impuestos compensatorios hacia productos chinos y brasileños que nosotros probablemente podríamos reemplazar. Lo mismo es cierto en el tema de salud, asunto que ha consumido más de un año de debate político en esa nación y donde nosotros podríamos quizá ser parte de la solución al ofrecer servicios de salud acreditados por ellos a un costo menor. A pesar de esto, no tenemos estrategia para asir las oportunidades o, al menos, para tratar de aprovecharlas.

Una manera de sobreestimar nuestras dificultades –así como a nuestros socios y competidores- reside en subestimar nuestros activos. La economía mexicana no ha crecido mayor cosa en términos per cápita en la últimas dos décadas pero la estabilidad financiera que ha logrado tiene enormes ventajas, sobre todo si se le compara con la situación de crisis que viven otras naciones a nuestro derredor y las que les sigan. Aunque parecemos incapaces de lograrlo, las fuentes de éxito de otras naciones parecen mucho más asequibles de lo que comúnmente se cree: con unos cuantos arreglos legislativos y dentro del ejecutivo, cada uno en su ámbito, el país podría lograr iniciar un gran proceso de transformación. Brasil muestra que lo más importante para lograrlo es tener un liderazgo convincente y con más convicción que intereses.

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Luis Rubio

Luis Rubio

Luis Rubio es Presidente de CIDAC. Rubio es un prolífico comentarista sobre temas internacionales y de economía y política, escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times.