Por: Patricio Toussaint
El pasado 8 de octubre, se llevó a cabo en Washington D.C. el foro “Our Cities, Our Climate“, organizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, y Bloomberg Philanthropies. El objetivo, reunir a alcaldes y funcionarios municipales de todo el mundo para generar sinergias, compartir mejores prácticas, discutir soluciones, y acelerar los esfuerzos de ciudades de todo el mundo para hacer frente al desafío global del cambio climático. Dentro del evento, destacó la participación del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, quien hizo un llamado a crear más fondos verdes para financiar proyectos orientados a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. Si bien el financiamiento es y será un aspecto clave para atender los esfuerzos de mitigación y adaptación, el enfoque principal no tiene que ver con incrementar el número de fondos, sino con cómo utilizar el financiamiento de la manera más eficaz, generando el impacto deseado.
El financiamiento climático, implica flujos de fondos de países desarrollados a países en desarrollo para ayudarlos a reducir sus emisiones y adaptarse a los efectos del cambio climático. Para tener una idea de las dimensiones del financiamiento, en 2013, los flujos anuales de financiamiento climático mundial ascendieron aproximadamente a 331 mil millones de dólares[1]. Asimismo, en la cumbre sobre cambio climático de Copenhague en 2009, los países desarrollados se comprometieron –a partir de 2020– a dar 100 mil millones de dólares al año en fondos adicionales. Dentro de esto, vale la pena mencionar que México ha sido el segundo mayor receptor de financiamiento climático multilateral en la última década (591 millones de dólares)[2]. Dadas las dimensiones actuales del financiamiento, el crecimiento constante de los fondos, y el compromiso que hay para aumentarlos, está claro que la falta de recursos no representa un problema latente.
Una gran proporción del financiamiento climático es canalizada a través de bancos multilaterales de desarrollo, aunque hay una tendencia creciente a internalizar los fondos internacionales en las instituciones gubernamentales de cada país. Actualmente hay cerca de 40 organismos donantes de fondos verdes –cuatro veces más que hace cinco años– incluyendo bancos regionales de desarrollo, organizaciones internacionales, secretarías de desarrollo, fondos fiduciarios y ONGs. En general, existe una amplia gama de fondos climáticos multilaterales, que operan dentro y fuera del la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Cada uno de estos fondos tiene un propósito particular, sin embargo, inevitablemente existen traslapes en sus acciones. Por ello, es primordial establecer mejores canales de comunicación y colaboración entre donantes para complementar en lugar de duplicar esfuerzos.
Otro paso clave para maximizar el uso de los recursos para cambio climático es la transparencia y monitoreo en la ejecución de los recursos. En el marco actual, existen lagunas considerables que merman el entendimiento sobre el financiamiento climático y limitan la capacidad de tomadores de decisión para ejecutar políticas que hagan frente a las carencias de inversión. Hoy en día, no existe una metodología universal establecida entre donantes climáticos para dar seguimiento y reportar como se utiliza el financiamiento. Por ejemplo, en 2013, Transparencia Mexicana realizó un ejercicio en el cual inventarió, con base en información pública, el flujo financiero internacional que se destinó a México de 2009 a 2012 para proyectos y actividades orientadas a la atención del cambio climático. Dicho ejercicio reveló que no es posible conocer con precisión la magnitud e impacto de la inversión internacional destinada a la mitigación, adaptación y desarrollo de capacidades contra el cambio climático en México. Este conocimiento se encuentra disperso entre distintos proyectos, donantes y regiones. Lo cual ha generado una falta de comprensión sistemática del impacto y de los elementos a los que se le atribuye la eficacia del financiamiento climático.
Por lo tanto, es primordial que se implementen metodologías de monitoreo armonizadas entre donantes internacionales que contengan por lo menos los siguientes elementos homologados:
- Información financiera sobre recursos destinados y utilizados en un proyecto específico.
- Información comprehensiva sobre el estado de los recursos.
- Información comprehensiva sobre el estado de los proyectos durante todo su ciclo.
Por último, además de tener claro cuánto y en qué se están gastando los recursos, es de suma importancia asegurar que el dinero sea gastado de tal manera que el impacto de los proyectos sea maximizado. Las prácticas utilizadas actualmente para medir y garantizar la eficacia del financiamiento climático no son suficientes y de igual manera que con el monitoreo y la transparencia, no se encuentran armonizadas ni centralizadas. Por ejemplo, los mecanismos de evaluación utilizados por la mayoría de los fondos verdes no tienen la capacidad de evaluar en tiempo real el estado del proyecto; no sistematizan evaluaciones ex ante y ex post; son inconsistentes; y no son comparables con otros proyectos. Esto no quiere decir que dichas practicas no existan, pero no se aplican de manera consistente en todos los fondos, lo cual dificulta una evaluación sobre lo que funciona y no funciona, mermando las posibilidades de replicar los casos exitosos.
En realidad, no importa cuantos nuevos fondos verdes sean creados si no se atienden las deficiencias actuales del financiamiento climático global. Dichos fondos deben adoptar mecanismos de monitoreo y reporte de resultados armonizados y transparentes para permitir una comprensión más sólida de lo que están logrando. Asimismo, deben establecer mayor coordinación y colaboración con otros fondos para complementar sus esfuerzos. Los donantes, junto con las entidades implementadoras, deben encontrar maneras de crear capacidades institucionales, involucrar e incentivar a las partes interesadas, incluyendo inversionistas de los sectores público y privado, conciliando prioridades ambientales con prioridades políticas y económicas.
Para finalizar, este diciembre se adoptará un nuevo acuerdo internacional en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París. Existe un amplio reconocimiento de que será necesario escalar aún más el financiamiento climático para limitar el aumento de las temperaturas globales y apoyar a los países vulnerables. No obstante, será fundamental potenciar la eficacia de los fondos verdes.
[1] Climate Policy Initiative, 2014. The Global Landscape of Climate Finance, 2014
[2] Overseas Development Institute, 2014. Climate Finance, Is it Making a Difference?
*Este artículo también fue publicado en Animal Político.
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