Más allá de los agravios que reclama, éste es el discurso que yo quisiera escucharle al activista social que se ostenta como presidente legítimo y que en su cruzada golpea al PRD sin sumar adeptos a su causa y proyecto:
A los mexicanos de todas edades, ideologías, posición social y nivel económico:
A lo largo de los últimos veinte meses me he dedicado a reivindicar el triunfo que estaba convencido de haber logrado en las elecciones de 2006. He visitado todos los rincones del país y he conversado con mexicanos de toda la república. He escuchado posturas e ideas de compatriotas de todo origen y estatura social, desde los más radicales hasta los más conservadores. En este periodo he podido percatarme que los mexicanos somos un pueblo noble que, mayoritariamente, no quiere violencia ni quiere sacrificar lo que penosamente se ha logrado.
En esta perspectiva, me dirijo a ustedes, a todos los mexicanos, tanto a quienes me han apoyado y se han solidarizado conmigo como a aquellos que reprueban las formas o el contenido del movimiento que encabezo y a quienes he atacado en repetidas ocasiones, para proponerles la creación de un movimiento nacional por la estabilidad y la paz, por el desarrollo del país y por su transformación para el beneficio de todos.
Comienzo por renunciar a la pretensión de haber ganado la elección de 2006. Reconozco haberme equivocado al decidir por una estrategia contestataria que nos ha dividido pero no por eso renuncio a mis convicciones y proyecto de construcción de un nuevo país.
A quienes han estado conmigo y han sido activos participantes del movimiento reivindicatorio les aseguro que sigo persiguiendo los mismos objetivos, creo en la transformación del país y albergo la certeza de que juntos podremos construir algo mejor, mucho mejor que lo que hoy existe.
A quienes se opusieron a mi candidatura, votaron por otras opciones y se sienten agraviados por mi discurso y acciones, les aseguro que reconozco los riesgos del activismo radical, me preocupa la posibilidad de que un paso en falso pudiera inflamar al país y les ofrezco un pacto de no agresión; asimismo les invito a dialogar y encontrar mejores formas de sumar esfuerzos y evitar que se nos parta el país.
En retrospectiva, veo que mi campaña para la presidencia adoleció de una imperdonable arrogancia. Las encuestas me decían que una amplia mayoría de la población votaría por mí y eso me hizo descuidar al resto de los mexicanos que, hoy lo reconozco, creían en mi y compartían el mensaje y los objetivos que yo enarbolaba, pero tenían la preocupación, y hasta el temor, de que mi proyecto de desarrollo pudiera traducirse en una nueva crisis económica que el pueblo de México no resistiría. Muchos también temían por la pérdida de sus bien ganadas libertades.
Muchos se preguntarán por qué este cambio de perspectiva. Les digo, les afirmo, que soy hombre de convicciones y que, con la misma serenidad y optimismo que ha caracterizado toda mi carrera política, he estado observando la forma en que evolucionan las cosas, la manera en que tanto mis promotores como detractores entienden mis proyectos y tengo que confesar que la complacencia ha sido desplazada por la preocupación.
En días recientes he podido observar la devoción con que se han comportado las brigadas que organizamos para defender nuestro petróleo (objetivo en el que creo fervientemente), al grado de no ser capaces de diferenciar entre actos legítimos y actos violentos, actos histriónicos y actos conducentes a la construcción de un mejor país. Yo no me voy a asociar con esas tácticas fascistas, yo no voy a ser un Tejero. Mi proyecto no cambia. Lo que cambia es la forma de lograrlo.
Estoy convencido que México requiere un cambio de dirección. La política económica que se ha seguido en las últimas décadas no conduce al desarrollo. Lo único que logra es desigualdad y el imparable empobrecimiento de una parte creciente de la población. Mis convicciones no han cambiado. Pero sí reconozco que los métodos que seguí en una primera etapa eran inadecuados y no lograron sino polarizar al país. En esas condiciones, ningún proyecto de desarrollo es viable.
El pueblo de México es uno y todos los mexicanos merecen un trato digno, cortés y civilizado. Esta convocatoria es una invitación a que todos los mexicanos nos sumemos en un gran proyecto común para el desarrollo en el que no haya perdedores sino muchos ganadores. Un proyecto del cual todos los mexicanos puedan ser socios y beneficiarios.
México tiene que cambiar. Pero el cambio no puede ser a partir de la destrucción de lo existente, sino mediante ajustes trascendentes dentro de nuestro marco institucional. Ese marco tiene defectos, pero es el único capaz de garantizar un proceso de cambio como el que nuestro país requiere en un ambiente institucional de paz. Además, sólo en un entorno de transparencia es posible conducir los asuntos públicos y, por mi parte, reconozco que la conducción de mi administración como jefe de gobierno del DF no fue ejemplar en términos de transparencia. Manifiesto que, de ganar las próximas elecciones, organizaré un gobierno modelo en términos de transparencia y rendición de cuentas. No permitiré que grupos individuales se arroguen derechos y prerrogativas que se constituyan en privilegios particulares.
México necesita una lucha a fondo contra los privilegios y las prebendas. Mi proyecto no es contrario al desarrollo ni se opone a los intereses de empresarios, sindicatos, agrupaciones o sectores. Todo lo contrario. Mi proyecto es incluyente y se propone eliminar aquellos mecanismos que no hacen sino beneficiar a unos cuantos a costa de la totalidad del país. No propongo nada que no sostengan quienes abogan por una estrategia de mercados competitivos.
Mis giras por toda la república me han enseñado que los mexicanos están hartos del abuso y de la falta de progreso. Planteo hoy ante la ciudadanía que yo asumo estas percepciones como la esencia de mi proyecto. Quiero un México en el que de verdad funcionen los mercados; quiero un México de instituciones fuertes; quiero un México en el que todos los mexicanos, sin distinción alguna, tengan la oportunidad de desarrollarse y progresar. Quiero, en una palabra, un México libre de privilegios y abusos.
Mis únicos enemigos son esos: el privilegio y el abuso. En el México de hoy hay muchos privilegios y mucho abuso. Tenemos que luchar contra estos males dentro de los marcos institucionales para defender las aspiraciones libertarias y de justicia del pueblo de México.
Convoco a todos los mexicanos. Sumémonos en un movimiento que verdaderamente transforme a México en orden y paz.
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