Los asesinatos de Iguala alteraron la dinámica política del país y cambiaron la suerte del gobierno de manera definitiva. La pregunta crucial es qué implica eso. A juzgar por el discurso y comunicaciones del presidente y su equipo, hay un cierto número de personas insidiosas que son culpables de haber conspirado contra el gobierno y conscientemente provocado la crisis actual. Con este diagnóstico, en lugar de abocarse a resolver la situación, el gobierno se ha dedicado a identificar conspiradores y culpables, destruyendo, paso a paso, su propia capacidad de salir adelante.
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