Hablar de la Ciudad de México es hablar de vendedores ambulantes, piratería, mala planeación urbana, tráfico, contrastes entre zonas ricas y zonas pobres, calles sin banquetas, con baches y parches, y un periférico sin carriles. Pero también es hablar de una Ciudad que se transforma y que cada vez tiene más elementos que la hacen una urbe de vanguardia.
La semana pasada, con motivo del Informe de Gobierno de Marcelo Ebrard, el CIDAC hizo un análisis de indicadores que evalúan la gestión del Jefe de Gobierno. El resultado fue positivo. En los últimos seis años se dio un avance en casi todos los indicadores relevantes: mejoró el PIB per cápita, aumentó la inversión extranjera directa, aumentó el número de contribuyentes, y se redujo la denuncia de secuestros y de homicidios, entre otras variables.
Pero más allá de los indicadores, es importante resaltar otros aspectos que, aunque no hayan requerido grandes inversiones de recursos públicos o, incluso, provengan de la iniciativa privada, han cambiado la experiencia de vivir en la ciudad y han comenzado a generar círculos virtuosos.
En los últimos años ha empezado a cambiar el concepto de transporte urbano. Existe hoy la opción de usar una Ecobici –que para sorpresa de los escépticos, ¡sí se usan!–, andar en bicicleta por Avenida Reforma un domingo, o correr alguna de las muchas carreras que hay los fines de semana, desde el Maratón de la Ciudad de México hasta carreras de 5 y 10 kilómetros.
Por otra parte, la Ciudad nunca había tenido una oferta gastronómica tan amplia como la de hoy. No sólo se trata de comida mexicana, sino también de excelentes restaurantes de comida japonés, china, griega, francesa, libanesa, polaca y un largo etcétera. Algunos de estos lugares podrían competir en cualquier otra gran ciudad del mundo, tanto por su comida como por su servicio. Otro punto que intersecta con el restaurantero ha sido la revitalización de zonas como el Centro Histórico y la Colonia Roma, que hoy alberga hoteles de lujo, restaurantes y vida de noche.
El Gobierno del DF ha promovido actividades que llevan cultura y entretenimiento a todos los niveles de ingreso. Los ejemplos van desde la pista de patinaje en hielo y las exposiciones artísticas sobre Avenida Reforma, hasta los conciertos en el Zócalo, como el de Paul McCartney, y ahora la entrada gratuita a los museos los miércoles en la noche.
Políticas como la posibilidad de tener matrimonios entre personas del mismo sexo, aunque impopulares en algunos sectores, hacen también de la Ciudad un ícono de diversidad.
Por último, es importante reconocer que el alcoholímetro sí ha reducido el número de accidentes automovilísticos y los parquímetros nos dan la esperanza de que algún día la mayoría de las calles en la ciudad realmente le pertenecerán a los ciudadanos y podrán estar más ordenadas.
Muchas de estas actividades han representado relativamente pocos recursos pero todas, de una u otra forma, han requerido de la coordinación del gobierno, las empresas y la sociedad. Transformar la Ciudad no es fácil pero estamos viendo que sí se puede. Enhorabuena por los capitalinos.
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