Hace poco más de cien años, el economista y filósofo italiano Vilfredo Pareto observó que en Italia tan sólo el veinte por ciento de la población poseía el ochenta por ciento de la tierra. A partir de esta observación surgió la “ley” que hoy lleva su nombre.
Ante los recientes cambios institucionales en materia de competencia, han surgido críticas y defensas de la labor de la Comisión Federal de Competencia. Después de escuchar ambos lados de la moneda, la conclusión a la que he llegado es que, por las razones que sean, no hemos tenido aún el liderazgo, visión y estrategia que se requieren para transformar a México en esta materia. Es decir, llevamos décadas trabajando mucho pero sin resolver ese veinte por ciento de los problemas que nos traerían el ochenta por ciento de los beneficios.
Los datos hablan por sí solos. A pesar de todos los años de trabajo que llevamos en materia de competencia, hoy el Foro Económico Mundial ubica a México en el lugar 120 de 144 países en lo que respecta a la eficacia de sus órganos antimonopolios, y en el lugar 124 de 144 en cuanto a la dominancia de sus mercados.
El caso de la telefonía es uno de los más obvios. La OCDE coloca a México como el país con el costo más alto en telefonía fija, y todos sabemos que el costo por minuto en las tarjetas de prepago es una locura. Tomando a la OCDE como referencia sabemos que el sobreprecio que pagamos en México por telefonía fija, móvil e Internet es equiparable al subsidio nacional anual a la gasolina y superior a lo recaudado anualmente por impuestos como el IEPS y el IETU. Y como la telefonía existen varios casos más.
Las principales críticas a la CFC se basan en que esta no mostró constancia en el criterio de sus decisiones, generó la percepción de que las denuncias se desechan, se congelan, o se atienden dependiendo de la agenda de la Comisión y en particular de su Presidente, y, finalmente, permitió altos niveles de concentración en industrias clave.
En defensa de la CFC, sabemos que ésta ha carecido de un marco jurídico que le otorgue mayores poderes, y que pelear con los jurídicos de grandes corporaciones nunca ha sido fácil. Asimismo, sabemos que hubo batallas que se pelearon con éxito, como la mejora en compras públicas del IMSS, donde hoy existe una mayor competencia, y el que se hayan incorporado criterios de competencia en procedimientos de mejora regulatoria. También, aunque algunos consideran que las multas fueron desproporcionadas y el impacto marginal, se ganaron batallas a nivel local contra uniones de taxistas, grupos de tortillerías, anestesistas y otros actores.
Hoy tenemos una reforma que, salvo por algunos detalles que aún pueden ser afinados, nos pone a la altura de los países desarrollados en materia de legislación en competencia. Pero esto debe combinarse con un recurso escaso: personalidades que no busquen los aplausos mediáticos; que aguanten la presión; que entiendan su mandato; que no sean fácilmente intimidados; que sean autocríticos; que entiendan que los recursos son finitos y que tienen que escoger las batallas donde se haga la mayor diferencia.
Hay personas muy talentosas y con una trayectoria destacada en las listas de candidatos para ser comisionados de los nuevos órganos de competencia (Comisión Federal de Competencia y Económica (CFCE) y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT)). El examen de conocimientos que presentaron, así como los altos sueldos que se pagarán, no garantizan nada. Lo crucial es si están dispuestos a dedicar años de su vida a dar todo por transformar algunos de los problemas que más nos detienen. Un liderazgo gris podría llevarnos al mismo lugar donde hoy estamos: con muchas reformas pero pocos frutos.
La reproducción total de este contenido no está permitida sin autorización previa de CIDAC. Para su reproducción parcial se requiere agregar el link a la publicación en cidac.org. Todas las imágenes, gráficos y videos pueden retomarse con el crédito correspondiente, sin modificaciones y con un link a la publicación original en cidac.org