Si bien PROSPERA tiene más amplios objetivos que Oportunidades, dada la experiencia previa con este tipo de programas, el panorama no es favorable. Desde 1988 a la fecha los resultados de la política social en nuestro país han sido poco alentadores. De acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 1992 el 53.1% de la población mexicana vivía en situación de pobreza patrimonial1 y después de dos décadas de destinar continuamente recursos a programas de asistencia social esta cifra solamente ha disminuido en poco más del 1%, (CO- NEVAL, 2014b).
La situación es aún más preocupante si se toma en cuenta la evolución en la
desigualdad de ingreso en el país. En 1990 el coeficiente de Gini –el cual mide
hasta qué punto la distribución del ingreso de los individuos de una economía
se aleja de una distribución perfectamente equitativa entre la población– en
México era 0.497 y veinte años después el valor fue de 0.449, esto indica que
prácticamente no se redujo la desigualdad. Si tomamos en cuenta que los
programas sociales, como el de Oportunidades, son una herramienta clave
para combatir la desigualdad y la pobreza, es evidente que los recursos invertidos
en estos programas no han tenido el efecto esperado.
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