Conflicto y Liderazgo

Administración Federal

UNA ENCUESTA QUE LA UNAM levantó varios años seguidos durante las décadas de 1980 y1990, concluía que los mexicanos aborrecían al gobierno, no veían muchas alternativas y tenían un gran temor a la violencia. La historia  de las últimas décadas parece justificar  las tres conclusiones: no hemos logrado  mejorar la calidad del gobierno, la oposición no ha sido particularmente buena gobernando y la violencia se ha apoderado de vastas regiones del país.

De haber consenso social, quizá sería posible atacar las causas de estos fenómenos; sin embargo, la persistencia del conflicto político impide incluso comenzar a definir el problema.

Hay al menos tres fuentes de conflicto  político. Una se deriva de la combinación  de descentralización política (y del presupuesto), junto con la concentración del  poder del crimen organizado: el poder se  descentralizó pero los gobernadores no construyeron policías, ministerios públicos y, en general, capacidad de Estado que sustituyera el control vertical que ejercía el gobierno federal y que, por mucho  tiempo, permitió mantener una apariencia  de orden.

Esto ocurrió justo cuando los americanos habían cerrado las vías de acceso de las drogas por el Caribe, los colombianos  habían recuperado el control de su país  y, después de 2001, los estadounidenses habían fortificado la frontera. Todo esto  creo una mezcla letal: un fortalecimiento brutal de las mafias criminales frente a un  sistema de gobierno enclenque. El reto es  fenomenal y no se resuelve meramente con un gobierno federal en forma, aunque  sin ello sería imposible lograrlo.

La segunda fuente de choque tiene su  origen en conflictos comunitarios (tierras,  control regional, cacicazgos) que siempre  han existido, pero que por mucho tiempo  fueron controlados y  maniatados por un  sistema político fuerte que nunca se ocupó de resolver las fuentes de conflicto, sino  meramente de evitar que éstas explotaran. Desaparece la capacidad de control y los conflictos afloran.

En muchos casos, se trata de movimientos sociales con raíces profundas que no se pueden resolver par medio de la represión, sino que exigen nuevas formas de participación política. Inevitablemente, sobre todo cuando se trata de las rutas de la droga, no es inusual encontrar que se entrelazan los movimientos de origen comunitario con el crimen organizado, sembrando las semillas de lo que eventualmente conduce al colapso de todo vestigio de orden y gobierno funcional.

“HAY AL MENOS TRES FUENTES  DE CONFLICTO POLITICO. UNA SE DERIVA DE LA COMBINACION DE DESCENTRALIZACION POLITICA (Y DEL PRESUPUESTO), JUNTO CON LA CONCENTRACION DEL PODER DEL CRIMEN”.

 

Finalmente, la tercera fuente de conflicto es resultado de los desencuentros que son producto de un sistema político viejo que se rehúsa a transformarse: un sistema político pre-moderno, justicia medieval y formas no democráticas de acción política. Los legisladores protestan por lo que ven en el Pacto por México como usurpación de sus funciones y responsabilidades. Los gobernadores ejercen el gasto sin ninguna rendición de cuentas. Los poderes públicos no tienen bien definidos sus límites y mecanismos de contrapeso. En una palabra, perviven instituciones y formas viejas que son incompatibles con una realidad transformada.

Los problemas estructurales del país no le han impedido que progrese su economía, pero inevitablemente se han convertido en un fardo que impide que  crezca la productividad, se instalen nuevas fuentes de riqueza y que el desarrollo sea menos inequitativo. Es decir, el conflicto y la peculiar manera de lidiar con el —no enfrentándolo sino esquivándolo— no hacen sino posponer las soluciones, sedimentar el cinismo tradicional del mexicano y, sobre todo, impedir que se aprovechen las oportunidades que se van presentando.

¿Cómo romper el círculo vicioso? Hay  muchas teorías y propuestas al respecto.

Mis observaciones a lo largo de más  de tres décadas me dicen que las ideas y  propuestas son indispensables, pero el factor crucial es un liderazgo dispuesto a  encabezar una gran transformación. Ahí está Felipe González, Nelson Mandela,  Ricardo Lagos, Margaret Thatcher como  ejemplos. Muy distintos, pero con un común denominador: un deseo de construir y la claridad de que su mandato era finito. Así  de simple.

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Luis Rubio

Luis Rubio

Luis Rubio es Presidente de CIDAC. Rubio es un prolífico comentarista sobre temas internacionales y de economía y política, escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times.