Así como la recién construida represa hidroeléctrica de Tres Gargantas en China afectará la rotación del planeta, la apertura económica de China ha impactado desde los años 80 el mundo de los negocios a nivel mundial.
Las amenazas y oportunidades que surgen con el “despertar del dragón” son consecuencia del mercado potencial conformado por más de mil millones de chinos, el impacto que la economía china tiene sobre los mercados mundiales y la velocidad con la que se deciden e implementan los cambios que los dirigentes chinos proponen -en el contexto de un gobierno autoritario, por supuesto-.
Pero, si bien se ha hablado por años del caso chino, es difícil entender la complejidad detrás de muchos de los temas y tendemos a crear mitos que se mantienen estáticos mientras la realidad de la potencia asiática cambia todos los días, aquí algunos de ellos.
La principal ventaja de China es su mano de obra barata. Como era de esperarse, la mano de obra barata está comenzando a dejar de ser uno de los atractivos de China. Hoy en día, si de trabajadores con bajos sueldos se trata, Bangladesh y Vietnam son mucho más atractivos que casi todas las provincias en China. En este sentido, la decisión de establecer centros de manufactura en China irá cada vez más ligada a capturar el mercado interno que a meramente reducir costos de producción.
Los productos chinos son de baja calidad y sólo compiten en precio. Es cierto que muchas empresas en China han sacrificado calidad al concentrarse en producir grandes volúmenes y cobrar un precio bajo. Sin embargo, no siempre es así. Hay empresas que han tenido -y continuarán teniendo- enorme éxito compitiendo en calidad e innovación. Tal es el caso de Haier, empresa estatal que produce electrodomésticos, televisores, celulares y computadoras, etc., cuyos productos están a la altura de sus contrapartes a nivel mundial. Otro es el de Lenovo, empresa china que compró el área de computadoras personales de IBM, Think Pad, cuyo principal atributo es la calidad. O el caso de Shanghai Tang, una marca de ropa con un estilo muy propio que compite con Gucci, Armani y Chanel, y que posee boutiques no sólo en China, sino en Nueva York, París y Londres.
Dado el tamaño de su población y el énfasis educativo en áreas cuantitativas, China tiene resuelto el problema del capital humano. Cada año miles de ingenieros se incorporan al mercado laboral. Sin embargo, uno de los principales cuellos de botella del desarrollo económico del país es todavía el capital humano. Estudio tras estudio ha encontrado que, culturalmente, al trabajador chino promedio se le dificulta desafiar el statu quo e innovar. Individuos con estas habilidades no abundan. Hay, igualmente, una escasez de personas con habilidades administrativas y gerenciales, sobretodo en mandos medios. Por ello, no es de extrañar que las grandes corporaciones se peleen por los mejores candidatos, que, generalmente, han estudiado y/o trabajado en el extranjero.
La piratería comienza y acaba con la imitación de productos. Cuando oímos “piratería” nos limitamos a pensar en la réplica de productos tangibles, pero ésta va mucho más allá de bolsas Louis Vuitton, lentes Versace y maletas Suiss Army. En varias ciudades chinas es fácil toparse con imitaciones, casi idénticas, de establecimientos como Starbucks y Kentucky Fried Chicken a sólo cuadras de las sucursales auténticas. La piratería no se limita, pues, a los productos, sino que también abarca (o al menos intenta) servicios y experiencias.
La piratería tiene consecuencias irreversibles para la economía. La falta de protección a la propiedad intelectual ha hecho, sí, un daño enorme a China. Millones de dólares en inversión dejan de entrar al país por miedo a que los diseños y tecnologías sean copiados. Trabajadores chinos de compañías multinacionales no reciben información crítica sobre lo que producen debido a que las casas matrices temen compartir información. Pero China, a diferencia de México y Estados Unidos donde gran parte de la mercancía pirata es importada, lleva años replicando productos tecnológicamente sofisticados. Así, tras presiones internacionales, el gobierno ha comenzado a obligar a talleres clandestinos a establecer sus propias marcas y, eventualmente, crear productos nuevos. Después de todo ya cuentan con el know-how necesario para el arranque.
Las grandes multinacionales no deben dejar pasar la oportunidad de entrar al mercado chino. Pero, si bien ingresar a este país está de moda, no hay una receta universal para el éxito. John Deere, por ejemplo, lleva 30 años en China y sus resultados no han sido óptimos. No solamente les tomó años adaptar sus tractores a lo que el mercado chino demandaba, sino que, eventualmente, empresas chinas copiaron su tecnología para comenzar a exportar tractores, casi idénticos, a Estados Unidos. Por el contrario, la alianza estratégica entre General Motors y Shanghai Automotive Industry, ha sido un éxito; le ha permitido a GM ganar mercado en Asia y dejar a un lado los problemas estructurales que tiene en EU. En conclusión, cada empresa debe desarrollar su propia estrategia y, por descabellado que parezca, muchas veces lo más razonable será no entrar.
Los mexicanos con frecuencia creemos que sólo nosotros y quizá algunos otros países en vías de desarrollo estamos siendo amenazados por China. Esto no es así. Todo el mundo se ha visto afectado por el surgimiento de esta potencia económica. Lo importante es no quedarnos con ideas anquilosadas -con mitos- de lo que está sucediendo en China y en cambio, entender la dirección de las tendencias actuales, tomar nota de las muchas lecciones útiles y ponernos a trabajar.
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