Desigualdad, instituciones y valores

Educación

Hace unas semanas la portada de la revista The Economist (titulada “The Rich and the Rest”) trató un punto crucial: la desigualdad. Este es un problema que preocupa a todos los países, y México no es la excepción.

Como bien apunta el semanario, el tema ya no es preguntarnos por las causas de la desigualdad -el “cómo llegamos aquí”- sino qué es lo que podemos hacer para facilitar la movilidad social e incrementarla de ahora en adelante.

El artículo propone que los tomadores de decisión centren sus acciones en solucionar las distorsiones del mercado, que con frecuencia causan la desigualdad e impiden el crecimiento económico. ¿Cómo se logra esto? De forma muy general: implementando políticas que impulsen a las clases bajas y medias, así como promoviendo la competencia.

Sin embargo, para que esto se dé hay que vislumbrar el problema desde dos perspectivas complementarias: por un lado, los cambios institucionales requeridos; por otro, los cambios que todos los mexicanos debemos adoptar en la forma en que actuamos a diario. La reciente Encuesta de Valores llevada a cabo por el Instituto de Cambio Cultural de la Universidad de Tufts y el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC) ayuda a ver algunos puntos en los que debemos trabajar.

Cuando se habla de que se requiere promover la competencia, la encuesta demuestra que los mexicanos tienen una buena actitud hacia competir. Sin embargo, también perciben que la cancha no está nivelada. Por ejemplo, el 71 por ciento cree que las leyes del País protegen a los poderosos; más de la mitad cree que los ricos se aprovechan más de los demás y el 45 por ciento considera que “para que haya ricos tiene que haber pobres”. En cuanto a las autoridades, solamente el 26 por ciento considera que son respetuosas de los individuos y uno de cada tres cree que “actuar mal no tiene castigo para el culpable”. Así, además de introducir cambios en varias instituciones, debemos trabajar en que la competencia justa sea vista como algo no sólo deseable, sino francamente posible.

Cuando de facilitar y promover la movilidad se trata, el País necesita construir las instituciones y crear el entorno para que, quien así lo decida, pueda crecer. Hoy, 56 por ciento de los mexicanos opina que sin buenos contactos es difícil avanzar en la vida. Y si bien esto puede ser cierto en todos los países, la realidad es que la falta de instituciones que propicien una sociedad meritocrática agrava esta situación en México. Los costos de transacción y la falta de confianza hacen que prefiramos al “malo por conocido, que al bueno por conocer”.

Algo similar ocurre con la innovación, donde no es suficiente con que los mexicanos sean creativos y 73 por ciento diga que “si tuviera dinero suficiente empezaría un negocio”. Se requiere, además, generar el entorno para que las personas pueden innovar en el ámbito laboral. La encuesta reporta que el 62 por ciento de las personas tiene un patrón “adverso” a la innovación. En otras palabras, sí nos interesa poner negocios propios… ¡pero no innovar en ellos!

La recomendación sería que las instituciones trabajen en quitar trabas a la innovación o a la creación de empresas, pero que las personas se sientan capaces de inyectar creatividad a su ámbito laboral y que este esfuerzo por innovar, por pensar diferente, por retar constructivamente el status quo sea premiado en las organizaciones.

Se requiere liderazgo y un cambio en la mentalidad y en las acciones de todos para salir del círculo vicioso en el que estamos inmersos.

Es necesario preguntarnos: ¿Cómo nos afecta la percepción que tenemos del ámbito laboral? ¿Cómo afecta al desarrollo del País la baja propensión a la innovación? ¿Cómo son afectadas las decisiones de consumo o inversión de las personas, por sus valores? Y lo más importante: ¿Qué vamos a hacer hoy diferente, como individuos, para empezar a cambiar el rumbo?

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