Desobediencia fiscal

Justicia

Un amigo de un amigo tuvo oportunidad de comentarnos un dilema fiscal que vive en la actualidad: no sabe si formalizar su régimen fiscal persona en jurisdicción mexicana, o en jurisdicción estadounidense. “Si decido vivir allá, y pagar impuestos, allá, tengo que convivir con la idea salvaje que mis impuestos están financiando una guerra en Irak, o que se estarán usando para construir un muro en la frontera.” Empero, por otro lado, nos dice que “si decido vivir acá, y pagar impuestos acá, entonces tengo que tragarme la idea, más salvaje aún, que mis impuestos acaban financiando las aventuras inmobiliarias de ‘gobers preciosos’ o similares acumulaciones de fabulosas riquezas.”

Vaya dilema, tanto fiscal como moral. Si generalizamos el caso y lo llevamos a sus últimas consecuencias, estaríamos ante a un fenómeno que se podría llamar desobediencia fiscal—es decir, el acto de evitar imposiciones, hasta evadir las mismas, nace menos de la cultura de no pago, o de la ineficiencia del sistema de recaudación, y más de la percepción generalizada que contribuir, causar, tributar conllevan un altísimo costo de oportunidad. Si se lo van a robar, mejor me los quedo.

¿Tiene justificación un acto de desobediencia fiscal? Esa es la pregunta capital que se encuentra detrás del dilema antes descrito. De hecho, existen varios factores detrás de los bajos niveles de recaudación en nuestro país, es decir, varias causas que dan respuesta a la pregunta ¿porqué no pagamos nuestros impuestos?

Una de ellas, ciertamente la más visible, es la complejidad del sistema fiscal. Aun con los esfuerzos de simplificación, seguimos viviendo con regímenes preferenciales, con universos complejos de deducciones, con una tramitología interminable, con arbitrariedad en como se aplican las normatividades, en fin, con una barrera hiper-compleja de reglas y reglamentos, que además cambian con cada miscelánea en turno.

Otro factor, ya más relevante, es la percepción del pésimo uso del gasto público, de los recursos del contribuyente—gasto “social” que nunca llega a la sociedad, corrupción entre los sectores público y privado, regímenes preferenciales de exención, hasta las altas compensaciones que se dan en el reino burocrático.

Por otro lado, es difícil defender la legitimidad de obligaciones tributarias cuando son pocos los que causan, cuando son muchos más lo que no causan, y sobre todo, cuando el retorno sobre inversión tributaria es tan bajo. Los problemas de inseguridad, violencia cotidiana, los problemas administración de justicia, son reflejo que el proceso político no está cumpliendo con su función más básica de proteger a los miembros de la sociedad del crimen, de la inseguridad, de la injusticia. Habría, a la vez, que añadir la influencia de una cultura inevitable de cinismo, dados los resultados sobre el bienestar de la familia que han tenido las malas políticas públicas en las últimas décadas. Si mi nivel de bienestar ha disminuido en un promedio de 20 por cierto en la generación de adultos ¿qué incentivo tengo para contribuir al principal responsable de esta contracción en mi nivel de bienestar?

Varios mexicanos prefieren tributar “por fuera,” o sea, recurrir al arreglo paralelo, con inspectores, con la policía de la cuadra, con los jueces correspondientes, que cumplir sus obligaciones tributarias en el sistema formal. Es un indicador de desobediencia fiscal, que nace del alto costo de oportunidad de dar recursos hacia un camino que se percibe como totalmente improductivo.

Se dieron pasos muy importantes en esta administración para mejorar el sistema de egresos federales. Este es el comienzo de una verdadera reforma fiscal: mejorar las formas en que se ejecuta el gasto. Habrá mucho más por hacer en futuras administraciones para hacer frente al fenómeno de la desobediencia fiscal.

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