¿Tú le regalarías dinero a un candidato a cambio de nada? ¿Por convicción o filantropía escribirías un cheque a favor de un político en plena campaña? Quien obsequia donativos a un candidato no hace un acto de caridad, sino una compra de influencias. Si la apuesta electoral resulta favorable, el patrocinador obtiene la capacidad de pedirle favores al diputado, al gobernador, o al presidente de la República. El tamaño del favor es directamente proporcional al número de ceros que tenga el cheque. Un candidato en busca del voto hace dos tipos de promesas, unas para los ciudadanos comunes y otras para los padrinos que le ayudan a financiar su campaña. Las primeras promesas se pueden posponer y olvidar, las segundas forjan compromisos irrenunciables.
Si quieres que el gobernador de Puebla manipule a su procuradora y pisotee la autonomía del Poder Judicial para cumplir con una venganza personal, se requiere algo más que dos botellas de Coñac. Aún no existen pruebas sobre el caso, pero sospecho que Kamel Nacif es al PRI de Puebla lo que Carlos Ahumada al PRD del Distrito Federal. Al empresario encarcelado se le otorgaban contratos de obra pública a cambio de maletas de dólares. Al “zar de la mezclilla” se le puso a su disposición la policía estatal y una jueza corrupta para agredir a la periodista Lydia Cacho ¿a cambio de qué? Ahumada y Nacif son los engendros más recientes de un sistema electoral donde se necesita mucho dinero para ganar el poder.
La democracia en Estados Unidos tiene varios defectos y le copiamos el peor de todos: la compra de favores por la vía de donativos de campaña. En 1996, durante la elección presidencial en EU, el cineasta Michael Moore demostró que los candidatos en campaña estaban dispuestos a aceptar donativos de patrocinadores de la peor especie. Moore creó tres organizaciones falsas que enviaron sus respectivos cheques de 100 dólares a los candidatos presidenciales: “Cultivadores de Mariguana de América” para Bill Clinton; “Seguidores de Satanás por Bob Dole” y “Pedófilos a favor del Libre Comercio” a favor de Ross Perot. El asunto es mucho más complejo que una broma. Dole rechazó el donativo, pero Clinton y Perot lo aceptaron de buena gana.
Esta semana, Felipe Calderón confesó que necesita obtener 80 millones de pesos para su campaña. Al Peje, su presencia en medios de comunicación le costará otra carretada de dinero. Cada cheque importante que reciban los candidatos traerá como anexo una lista de peticiones de su respectivo mecenas. Estos cheques son la semilla de nuevos video y audioescándalos.
De los cinco candidatos presidenciales, escoge a quien te parezca el más honesto de todos. ¿Cómo se puede prevenir que el aspirante más honrado no reciba financiamiento de algún empresario dedicado a enjabonar y enjuagar los caudales del narco? Mientras el dinero pueda determinar el rumbo de una elección no habrá vacuna posible.
Si esto le puede ocurrir a un político que tiene las manos limpias, ¿qué podemos esperar de la fauna cleptómana que regentea varios cargos públicos? Hoy el gobernador de Puebla, Mario Marín, está involucrado con presuntos miembros de una red de pederastia. Ya sea que renuncie o permanezca en el cargo su nombre estará asociado con uno de los crímenes más abominables del código penal. Su militancia en el PRI es una vergüenza renovada para los militantes de ese partido y una razón adicional para no votar por Roberto Madrazo.
En un país de leyes, el gobernador de Puebla tendría que pagar por los crímenes que se deriven de su conducta. Pero su renuncia y su eventual castigo no resolverán la crisis de una democracia donde el éxito de un candidato depende más de sus cuentas de banco que de la participación ciudadana. Sólo una reforma radical al financiamiento de las campañas electorales pondrá fin a este compadrazgo entre el dinero y el poder político. Mientras las reglas actuales permanezcan vigentes vendrán en el futuro nuevos gobernadores preciosos.
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