El candidato ideal

Educación

México está fracturado por obscenas divisiones sociales. Una asimétrica distribución del ingreso y las oportunidades ha cultivado la frustración de millones de mexicanos. Esa multitud marginada ha encontrado un movimiento político capaz de expresar su desesperación con el orden establecido. Andrés Manuel López Obrador tuvo la habilidad para transformar esa irritación en capital político. La premisa de su plan de gobierno quedó encapsulada en un spot de radio y televisión: “Si ganas menos de nueve mil pesos te conviene votar por…”.

Para lograr su objetivo de redistribución del ingreso, AMLO propone generar ahorros por más de 100 mil millones de pesos. Esta cantidad equivale al presupuesto total de ocho estados de la República para el año 2006 (Aguascalientes, Durango, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Querétaro, Yucatán y Zacatecas). Para ahorrar recursos, AMLO ha repetido que sacará las tijeras para recortar los salarios de los altos funcionarios y las pensiones de los ex presidentes. La propuesta tiene un poderoso efecto simbólico, pero inocuas consecuencias en sus metas de ahorro. Parece imposible economizar 100 mil millones de pesos sin pisar los callos de las burocracias del gobierno y las empresas públicas. Reducir o reasignar el gasto público significa afectar a grupos de interés que miran las arcas oficiales como vacas de ordeña. Cada esfuerzo de ahorro significará una bronca política mayúscula. Si llega a la Presidencia, AMLO tendrá que sacrificar alguno de sus compromisos de campaña. Es imposible cumplir con todo: no elevar impuestos, mantener los empleos de la burocracia, regalar subsidios de energía y aumentar el gasto social. Tampoco se podría endeudar a lo loco, a menos que los diputados del PAN y el PRI le dieran permiso.

En esencia, la política económica de AMLO se reduce a una redistribución del gasto público para combatir la marginación. Este plan es un buen principio, pero es insuficiente para acabar con la pobreza. Ocho de cada 10 de los hogares más pobres de México ganan menos de mil 500 pesos mensuales y por lo tanto quedan excluidos del programa que anuncia el candidato del PRD. Si el plan de AMLO llegara a tener un éxito rotundo, aún quedarían 40 millones de mexicanos sin ingresos suficientes para comer, educarse y enfrentar una enfermedad.

La pobreza no tiene por que ser un yugo perpetuo. El mundo, ese territorio ausente del discurso del Peje, nos ofrece varios ejemplos de países que han logrado derrotar a la pobreza. Corea, Chile e Irlanda eran igual o más pobres que México hace 50 años. El principal antídoto para acabar con la pobreza es el crecimiento económico. La primera pregunta que debe hacer un Presidente obsesionado con erradicar la pobreza, debe ser ¿cómo crecer?

Una inversión masiva de recursos en educación es una de las condiciones para alcanzar el desarrollo y el crecimiento. La crisis de la educación pública mexicana se puede solucionar con computadoras, clases de idiomas y capacitación a los maestros, no con ladrillos y cemento. AMLO ofrece construir prepas y universidades donde nadie será rechazado. El rigor y el esfuerzo son la materia prima del mérito académico. Los hijos de obreros y campesinos que egresen de estas academias laxas serán desempleados o subempleados con título profesional. Algún sabio afirmó que donde hay una buena educación, no existen las clases sociales. El plan educativo de AMLO mantendría las castas profesionales de primera y segunda categoría.

No creo que López Obrador sea un peligro para México, ni que su eventual gobierno será la antesala de una nueva crisis, pero estoy seguro que nuestro país no saldrá del subdesarrollo a punta de cheques del erario público. Si a AMLO de veras le interesa acabar con la pobreza tendrá que tomar muchas de las propuestas de Felipe Calderón. Si el aspirante del PAN aspira a gobernar este país tendría que asimilar las convicciones sociales de su abominado adversario. Uno tiene las ideas y el otro las banderas, de la combinación de ambos saldría un candidato ideal. AMLO y Calderón representan a dos Méxicos distintos, el próximo Presidente tendrá que conciliar el destino de ambas patrias.

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