El derecho a la duda

PRD

AMLO se está equivocando al poner en duda todo el sistema democrático, porque al hacerlo se aleja
del poder y aleja a la izquierda del poder.

En una entrevista, el diario español El País (16 de julio, 2006) le preguntó a Andrés Manuel López Obrador: “¿Aceptará la decisión que adopte el Tribunal Electoral sobre la impugnación?”, y el candidato del PRD respondió: “Vamos a ver. No quiero adelantar nada… (…) Quiero esperar. Tengo derecho a la duda.”

López Obrador tiene derecho a la duda, pero no tiene derecho a sembrar la duda sobre toda la democracia.

Los mexicanos hemos construido, a lo largo de casi tres décadas, un sistema político basado en instituciones democráticas. Hemos experimentado una transición gradual, lenta, no pactada, accidentada, pero ciertamente pacífica y relativamente exitosa.

Poco a poco, hemos hecho de la democracia política el mecanismo para elegir a nuestros gobernantes en los distintos niveles de gobierno. Con muchos vicios y defectos, con muchos problemas, la democracia y el sistema plural de partidos ha permitido que haya gobernantes legítimos, de todos los signos políticos, en diversos espacios de poder, a lo largo de todo el país. López Obrador es un buen ejemplo de ello.

En esta elección la democracia no estaba en duda. Desde la democracia, estábamos analizando todos los problemas de México, y si acaso, se planteaban los ajustes necesarios, para que la democracia funcionara mejor y fuera más eficaz. Casi todos los debates giraban en torno al modelo económico y cuestionaban cuál era la mejor manera de atender el problema de la pobreza, si los programas asistenciales o las reformas para abrir más la economía.

Todos partíamos de la base de que había una gran coincidencia en que la democracia ya era parte indiscutible del arreglo político del país.

Pero parece que nos equivocamos. Hoy México regresa treinta años en el tiempo y otra vez estamos hablamos de fraude generalizado, elecciones de Estado, padrón adulterado, fraude cibernético, manipulación de actas y se pone en duda todo el sistema electoral.

Este es un debate muy irresponsable e injusto. Sobre todo porque el México de 2006 no es el de 1988 ni el de 1977. No podemos usar el mismo lenguaje ni las mismas descalificaciones. No podemos aceptar que, por una elección, ciertamente muy cerrada, se ponga en duda todo el trabajo profesional del IFE, el esfuerzo de miles de funcionarios de casilla y la participación de millones de ciudadanos.

Todos reconocemos y podemos coincidir con los valores y la lucha de fondo que está dando López Obrador. Aceptamos que este país necesita entender que, por el bien de todos, primero los pobres. Pero, en sensatez, debemos aceptar que la única manera de construir un proyecto socialmente justo es por la vía de la democracia y de las instituciones.

Andrés Manuel se está equivocando al poner en duda todo el sistema democrático porque, al hacerlo, se aleja del poder y aleja a la izquierda del poder. Transita de la izquierda democrática a la izquierda de las movilizaciones, de la fuerza y, quién sabe, si hasta de la violencia.

Se olvida de una lección muy elemental de poder: la izquierda violenta, la de las rebeliones, la del sueño revolucionario, la de la guerrilla y la clandestinidad, no tuvo, en casi un siglo de lucha, los éxitos políticos y los logros que ha alcanzado, por la vía de los votos, la izquierda institucionalizada y democrática, en tan sólo 17 años de historia.

El error de Andrés Manuel es que está destruyendo el vehículo que le ha permitido llegar hasta donde ha llegado. Un sistema político que le permitió, a él, ser jefe de Gobierno de la ciudad y estar a unos pasos de la Presidencia, y a su partido, gobernar hoy, media docena de entidades, cientos de municipios y contar con la bancada más grande de su historia para la próxima Legislatura.

La izquierda necesaria, la izquierda posible, la que puede lograr cambios políticos importantes para México, es la izquierda democrática, pacífica, moderna, profesional, la de las propuestas y las políticas públicas.

Por supuesto, López Obrador tiene derecho a inconformarse, a apelar y a dar la batalla hasta agotar el último recurso legal. Pero, al hacerlo, está obligado, política, moral y éticamente, a actuar con lealtad a la democracia. No tiene ningún derecho a regatearle ni a condicionar su reconocimiento al fallo del Tribunal Electoral. Aceptó las reglas del juego democrático, sus plazos, sus tiempos y hasta su financiamiento. Hoy está obligado a respetar el resultado.

Sería una penosa paradoja que un político que ha dado tantas batallas por la democracia, hoy, por un cargo, sea capaz de lastimar tan profundamente las instituciones y las libertades por las que tanto ha trabajado.

Andrés Manuel López Obrador tiene derecho a la duda, pero no tiene derecho a dudar de todo. Para funcionar, la democracia necesita la certidumbre en las instituciones. Ya las modificaremos, ya corregiremos sus errores y sus defectos, pero hoy cometeríamos un error histórico y una regresión autoritaria si no aceptamos sus resoluciones y sustituimos sus actos por la fuerza y con movilizaciones.

Por el bien de todos, primero la democracia.

e-mail: sabinobastidas@hotmail.com

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