El gran debate de le democracia

Congreso

La campaña es un debate permanente. Durante meses, los candidatos y sus equipos viven un intenso intercambio de opiniones en el que el juego lo gana el que responde mejor y más rápido, de manera más convincente y logra imponer su agenda y sus temas a los adversarios.

Realmente la virtud de la democracia radica precisamente en ese intercambio libre y abierto de propuestas y críticas, en el que todo cuenta: trabajos pasados, desempeños públicos y privados, familia, frases, propuestas, cambios de opinión, exabruptos, errores y aciertos. La democracia funciona porque somete a quienes aspiran a un cargo público a esa evaluación, que si bien no logra transparentarlo todo sí permite saber o suponer, razonablemente bien, las cualidades de los actores en contienda.

Desde luego, ese escrutinio público no es perfecto. Por desgracia, no necesariamente el mejor candidato será siempre el mejor gobernante, pero la democracia permite ver, mejor que ningún otro sistema que conozcamos, un poco más del ser y la personalidad de los políticos.

La democracia no se hace en una campaña ni en una elección. La voluntad colectiva es una construcción de muchos años, en la que se acumula sabiduría, experiencias y temores a lo largo del tiempo. Los ciudadanos vamos teniendo una opinión, buena o mala, de los actores públicos y de cada uno de los procesos en marcha y, a partir de ella, somos entonces capaces de votar o no, por uno u otro candidato.

En el fondo, la construcción de esa gran voluntad colectiva, el fin último de las democracias, es resultado de un complejo y elaborado ejercicio de argumentación social. Un gran debate histórico del que todos formamos parte.

Como lo apuntaba de alguna forma Pierre Bourdieu, la voluntad colectiva no es la suma mecánica de opiniones individuales. Debemos entender que se trata de la acumulación, a lo largo de muchos años, de una opinión generalizada o mayoritaria, que es la síntesis de opiniones encontradas y, el resultado, la experiencia de quienes están en favor y en contra de cada una de las ideas que son relevantes para la política.

Visto así, la democracia es un debate permanente y los medios de comunicación masiva, la plaza o el espacio público en el que se desarrolla. Las palabras y las ideas son las piezas de esa enorme partida de ajedrez y la historia es la experiencia acumulada de toda la sociedad.

Las sociedades, como las personas, tienen una opinión formada en función de su información, conocimiento, madurez y experiencia con respecto a los temas. Por ejemplo: las sociedades europeas, debido a su experiencia, tendrán una opinión mejor formada de lo que significa la guerra, en comparación con las latinoamericanas.

Esta es la gran diferencia entre democracias añejas y democracias jóvenes. Las añejas tienen un saber acumulado, debatido a lo largo de los años. Sus sociedades han abordado con mayor profundad más temas y ello les permite tener electorados con mayor madurez y mayor capacidad de advertir los riesgos y las ventajas de cada una de sus decisiones. Por el contrario, las democracias jóvenes no han debatido sobre muchos temas. Los ciudadanos no tienen una opinión completamente formada en muchas materias y no saben bien a bien las consecuencias y los efectos de muchos debates y los alcances de algunas decisiones, lo que las hace más propensas a sorpresas, errores y a ser más vulnerables a regresiones autoritarias.

La experiencia sí marca cualitativamente una diferencia entre las democracias. Debilidad que estamos obligados a entender, porque la mexicana es muy joven y los ciudadanos estamos apenas aprendiendo a ser electores.

Nos falta mucho, pero ya hemos acumulado algunas experiencias: ya tenemos suficiente noción de lo que fueron los fraudes y la simulación electoral, somos un electorado desconfiado, especialmente sensible a la trampa y al abuso de los recursos y el poder; ya sabemos lo que cuesta votar por un partido al Ejecutivo y por otro al Congreso y ya vivimos lo dramático que es la muerte de un candidato en plena campaña.

Los ciudadanos ya tenemos bastante elaborado el argumento de esta elección. Hay dudas, temores y confusión, y hay segmentos que están terminando de tomar su decisión. Pero México no se define en un debate de dos horas por televisión. Es un gran momento mediático que, para ser serios y responsables, debemos analizarlo como parte de un todo.

Hoy la elección se está cerrando y las expectativas en torno al 6 de junio van creciendo. El debate entre candidatos a la Presidencia será un momento estelar de nuestra democracia, de gran dramatismo quizá, pero sólo un momento. Debemos verlo, analizarlo y criticarlo. Sin embargo, para entenderlo de verdad, es necesario decir que este debate empezó antes, y terminará después, porque uno televisivo no es sino una pieza más en el gran debate de nuestra democracia.

e-mail: sabinobastidas@hotmail.com

La reproducción total de este contenido no está permitida sin autorización previa de CIDAC. Para su reproducción parcial se requiere agregar el link a la publicación en cidac.org. Todas las imágenes, gráficos y videos pueden retomarse con el crédito correspondiente, sin modificaciones y con un link a la publicación original en cidac.org

Comentarios