Francisco y la crisis

Sociedad Civil

Una de mis memorias más antiguas es estar en un autobús con mi mamá para ver a Juan Pablo II en su primer visita a México. Es casi imposible ser mexicano y no emocionarse, aunque sea un poco, con el humo blanco que anuncia que ya hay un nuevo Papa. Pero cuando la fiesta se acaba, sólo queda la realidad y, en este caso, Francisco I enfrenta uno de los retos organizacionales y de liderazgo más grandes jamás.
El nuevo Papa es la cabeza de una de las organizaciones más exitosas en la historia de la humanidad. Más de mil millones de “clientes” (17% de la población mundial), un millón de empleados y millones de voluntarios. Es también la institución multinacional más antigua del mundo occidental.
Sin embargo, a pesar de que la población católica se ha mantenido estable en las últimas décadas, cuando se analiza el tema con detalle es fácil ver la crisis que la institución enfrenta. A continuación algunos de los retos que deberá atender el nuevo pontífice y que no son diferentes a los de cualquier empresa mundial.

  • Redefinir el rol de las mujeres. Uno de los cambios más radicales en la historia de la humanidad se dio en un periodo relativamente corto: el involucramiento de las mujeres en la vida política y económica. Sin embargo, la Iglesia Católica ha elegido hasta ahora no lidiar con esta nueva realidad.
  • Entender la geografía y la ubicación. Si el número de católicos está creciendo en economías emergentes mientras disminuye en Europa, habría que cuestionar que el 75 de los 140 cardenales vivan en Roma. Hay momentos para centralizar y otros para descentralizar…
  • Concentrarse en el core business. Las organizaciones necesitan entender sus ventajas comparativas y hasta dónde llega su misión. Tener escuelas y hospitales quizás tenga sentido, pero ¿bancos?. Es imposible ser bueno en todo. Si la Iglesia delega lo que no sabe hacer, se podría concentrar más en sus talentos.
  • Proteger la marca. Los escándalos de abuso sexual han dañado lo más preciado de la organización: su “marca” y con esto la confianza. ¿Mandarías a tu hijo a una escuela de puros hombres, a cargo de sacerdotes, con la misma tranquilidad que antes? Una crisis así requiere reforzar los estándares éticos, castigar a los responsables, compensar a las víctimas y comunicar lo que se está haciendo para cambiar. Pero la Iglesia ha ignorado el manual básico para el manejo de crisis y ahora, aún si tomara acción, mucho del daño está hecho.
  • Depurar las filas. Se especula que en la renuncia de Benedicto XVI jugó un papel importante su incapacidad para reformar y transparentar al propio cuerpo administrativo del Vaticano. Hasta el propio valet del pontífice traficó con documentos, lastimado seriamente la autoridad de aquél. El reto hoy es depurar las filas, fortalecerla la meritocracia y construir un equipo administrativo eficaz y de confianza.
  • Competir por el mejor capital humano. El éxito de una organización lo determina su capital humano. Lejos están esos tiempos en que, dentro de la élite económica y social, era un orgullo que tu hijo fuera sacerdote. En muchos países no hay una nueva generación de sacerdotes y muchas de quienes optan por este camino lo hacen como forma de obtener seguridad económica pero no porque sean los más capaces. Sin talento no hay futuro en una institución.
  • Entender cómo venderle a la base de la pirámide. Si en los países desarrollados la Iglesia está perdiendo los adeptos que está ganando en las economías emergentes, habría que entender qué es lo que la base de la pirámide económica requiere. No prestarle atención a esto es cederle la cancha a otras denominaciones cristianas que son más flexibles y más “involucradas” en atender las necesidades de la población.

El legado más importante de Benedicto XVI fue mostrar que en la Iglesia Católica hay un “foco rojo”, que la institución requiere modernizarse y que esto le va a tomar al Papa, y a muchas personas más, su vida entera. ¿Quieren seguir siendo relevantes? Pues a cambiar.

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