Gorditas de nata, los próximos 50 kilómetros

Medio Ambiente

“¿Cuánto gana diario?” El vendedor de gorditas de nata que tiene su negocio en los carriles centrales del Periférico se sorprendió con mi pregunta. Como el tráfico avanzaba a vuelta de rueda, el panadero urbano se tomó tiempo para hacer un cálculo mental: “en un mal día vendo como 50 bolsas, en uno bueno hasta 120.” Cada bolsa, con cuatro gorditas de nata, vale diez pesos por lo que vende diario entre 500 y 1200 pesos. Nada mal, para una panadería ambulante que opera en la arteria principal del Distrito Federal.

El Periférico se pensó como un anillo vehicular alrededor de la Ciudad de México. Cuatro décadas después, la mancha urbana se tragó al bulevar Adolfo López Mateos y lo convirtió en un eje vial en forma de anillo. Con los años, la autopista interurbana se transformó en un estacionamiento de seis carriles. En los puntos de mayor congestionamiento se ha instalado un mercado gastronómico para satisfacer el monchis de los automovilistas. Desde la ventana de tu coche puedes comprar cocas, cacahuates japoneses, morelianas y gorditas de nata. En 1964, año en el que se inauguró el Periférico, el DF tenía 3 millones de habitantes y había menos de medio millón de coches. Era otra ciudad que sólo existe en la memoria de quienes vivieron aquellos tiempos.

“De niño, yo nadé en el río Churubusco” me confió un amigo que rebasa cómodamente las sesenta primaveras. Yo pensaba que el nombre de la avenida era una metáfora. Para mi Churubusco no era un cauce de agua, como el Desierto de los Leones tampoco es un paraje arenoso infestado de felinos gigantes. Así como mi amigo presume que nadaba en una rivera donde hoy está la banqueta del Cine Manacar, tú le podrás contar a tus nietos que lograste circular por el segundo piso del Periférico a 80 kilómetros por hora.

La ciudad Chilan-gótica del 2025 será una megalópolis distinta a la que vivimos hoy. De los problemas urbanos que sufrimos actualmente, algunos encontrarán solución, otros se pondrán peor. En cuestiones de tráfico me sospecho que el porvenir nos depara infinitos ratos de ocio a velocidades por debajo de los 10 kilómetros por hora.

Hoy puedes sacar un coche nuevo de la agencia con 10 mil pesos de enganche. El resto del pago por el flamante automóvil, lo puedes distribuir en (in)cómodas mensualidades. Esta es una gran noticia para millones de peatones chilangos que anhelan pasar de las dos patas a las cuatro ruedas. Tener coche en el DF, no es sólo una solución de transporte sino un rito de pasaje hacia un estrato superior de la escala social. No es un asunto de movilidad sino de status. El love-affair de los defeños con los automotores tiene muchas manifestaciones.

En la secundaría y la prepa, si algún pelmazo se ligaba a la niña más guapa del salón, la explicación resignada era muy sencilla: “es que el tipo tiene coche”. Muchos chilangos cincuentones resuelven su crisis de la edad madura con la compra de un lujoso auto deportivo. Muchas mujeres asumen que el acto de la maternidad no se completa al tener hijos y amamantarlos, sino al adquirir una camioneta de 8 plazas para transportar a sus 2 vástagos. Los domingos son días especiales para dedicárselos a los seres queridos, por eso miles de conciudadanos se enfundan en shorts y chanclas, toman la manguera y se dedican a lavar su auto con devoción de monje budista. Antes, en domingo, los chilangos iban a misa, hoy le ponen almorol a las llantas de su coche. Así los automóviles son imanes sexuales, símbolos de status, juventud y maternidad. Son el espacio físico donde pasamos buena parte de nuestras vidas comiendo gorditas de nata.

¿Qué pasaría si cada chilang@ tuviera un auto? Hoy hay cerca de tres millones de coches circulando por nuestras calles. En tiempos recientes se han sumado más de 200 mil coches anuales al parque vehicular. A este paso, para el 2020, habrá entre seis y siete millones de autos sobre el pavimento defeño. Si queremos mantener el mismo nivel de congestionamiento que sufrimos el día de hoy, tendríamos que añadirle segundos y terceros pisos a todas las avenidas y calles de la ciudad. Desde el Viaducto Tlalpan hasta el Callejón del Aguacate en Coyoacán requerirán duplicar su capacidad de absorber el flujo vehicular.

No soy ecologista. No tengo los hábitos, ni los compromisos existenciales de las personas que viven preocupadas por no dañar el medio ambiente. Tampoco me gusta ser peatón en el DF. Entiendo perfecto a la gente que sufre las inclemencias del transporte público y quisiera ahorrar lo suficiente para comprar un coche. La industria del automóvil genera decenas de miles de empleos y es uno de los pocos motores de crecimiento económico que tiene la industria nacional. Pero si no hacemos algo pronto, cada vez pasaremos más tiempo atorados en el tráfico. De seguir así, no faltará mucho antes de que empiecen a vender gorditas de nata en el segundo piso del Periférico.

Juan E. Pardinas fue peatón por los últimos siete meses. La neta, no le gustó. Hoy piensa comprarle un buen estero a su coche, ya que ahí pasará buena parte de su existencia.

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