“Hijos de los hombres”

Migración

Alucino a los críticos de cine que en su empeño por juzgar los méritos de una película develan al lector todos los secretos de la trama. Para no cometer los mismos pecados, me permito advertir que en los párrafos siguientes se develarán los trazos generales de la película Hijos de los hombres. Por favor no dejen de leer, intento hacer una invitación para ver esta genialidad, sin arruinar el suspenso del guión.

Hollywood nos ha presentado varios escenarios sobre el exterminio de la especie humana: la invasión de unos extraterrestres violentos, la guerra nuclear entre dos superpotencias, el impacto de un meteoro gigante sobre la tierra o el contagio masivo de una epidemia mortal. La película del mexicano Alfonso Cuarón no apuesta por catástrofes mayúsculas. Según la novela de P. D. James, en la que está basado el largometraje, los seres humanos moriremos de vejez y causas naturales. El núcleo de la desgracia radica en que nuestra especie perderá la capacidad de reproducirse. Imagine nuestro planeta en el año 2027, si desde hoy los hombres y las mujeres ya no pueden perpetuar la especie. Una crisis global de infertilidad convierte a la humanidad en una especie en vías de extinción.

Desde el siglo XIX, el economista y demógrafo Thomas Malthus lanzó una advertencia sobre los riesgos de un crecimiento exponencial de la población. Hijos de los hombres nos presenta una pesadilla aún más escalofriante: la implosión demográfica. En los 3 minutos que dediques a leer este artículo, el reloj que mide el avance de la población mundial marcará el nacimiento de 375 nuevos seres humanos. Imagina que el reloj poblacional detiene su marcha y empieza a retroceder. Esto no es una película de ciencia ficción. De mantenerse la tendencia actual, países como Japón, Portugal y Rusia tendrán menos habitantes en el año 2030 de los que tienen hoy. Mientras los países subdesarrollados aún no logran frenar la explosión demográfica, las naciones más desarrolladas enfrentarán una crisis por el envejecimiento poblacional.

“Ya no recuerdo la última vez que tuve esperanza”, dice Theo, el personaje central interpretado por el actor británico Clive Owen. ¿Qué esperanza puede haber en un mundo sin niños? ¿Cuál es el sentido de la democracia o el desarrollo económico, si no hay una siguiente generación de seres humanos a quienes heredar nuestros logros y desafíos?

El colapso de la esperanza lanza al mundo a una espiral de ingobernabilidad y violencia. Mientras las mayores ciudades del planeta parecen como Oaxaca gobernada por la APPO, Gran Bretaña se presenta como el último país del planeta donde se mantiene el orden y la gobernabilidad. Esta “paz británica” se consigue por medio de un estado policiaco que les declara la guerra a todos los inmigrantes. Un anuncio de radio advierte: “él es mi dentista, él es un mesero, ella es mi prima, ellos son inmigrantes ilegales. Encubrir o dar asilo a inmigrantes ilegales es un crimen. Protege a Gran Bretaña”. El trato de la policía migratoria británica contra los extranjeros recrea las imágenes reales de vejación y tortura contra los prisioneros musulmanes en Abu Ghraib y Guantánamo.

Advertencia: este último párrafo contiene un dato clave de la trama, que se devela desde los cortos del filme, pero si quiere ver la película con asombro virginal por favor deje de leer.

Volvamos a la película. En medio de la epidemia de desesperanza ocurre un milagro. El vientre de una hermosa joven contiene la semilla viva del porvenir. En su regazo duerme el mañana de nuestra especie. La costumbre de ver mujeres embarazadas caminando por la calle nos hace acostumbrarnos a ese maravilloso prodigio de la biología. La obra maestra de Cuarón le devuelve lo sagrado a la imagen de una panza femenina preñada de vida. Hoy por la noche millones de personas celebramos la llegada al mundo del niño Jesús. Hijos de los hombres nos remite al asombro casi religioso de un bebé que llega a la tierra para devolverle la esperanza a la humanidad entera.

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