En México, los monopolios son como las coca colas: siempre están cerca de ti. Todo monopolio, estatal o privado, mira a sus clientes con el mismo afecto que un productor de lana observa a sus borregos a punto de ser trasquilados. Sin embargo, aun entre estos parásitos del desarrollo existen diferencias. Dos de los monopolios más grandes del continente son las empresas de petróleo en Brasil y México: Petrobras y Pemex.
El futuro pinta muy distinto para los dos gigantes energéticos de América Latina. En una década, Brasil logró pasar de importador de petróleo a exportador, mientras que México cada vez tiene menos hidrocarburos para vender en el exterior. Nuestro país ya no produce crudo suficiente para cumplir sus contratos internacionales. Durante el 2007, Pemex dejará de exportar hasta 150 mil barriles al día. Para el final del sexenio de Felipe Calderón, el desplome en las exportaciones podría llegar al medio millón de barriles diarios. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que llegue a puertos mexicanos el primer buque tanque cargado de petróleo extranjero para abastecer al mercado nacional?
Probablemente ese barco navegará con bandera brasileña. Hoy Petrobras produce 2 millones de barriles de petróleo al día y en menos de una década espera duplicar la producción para llegar a 4 millones. Hace apenas unos años, Petrobras padecía la ineficiencia típica de un monopolio estatal, hoy es la octava empresa petrolera más rentable del planeta. La empresa mexicana tiene dos y media veces el número de empleados que su competidora brasileira, pero los trabajadores sudamericanos son más productivos que los nuestros. En promedio, cada empleado de Petrobras le genera a su empresa ventas por 715 mil dólares, en tanto que cada empleado de Pemex genera ingresos por 528 mil.
Petrobras no es una compañía petrolera, sino una empresa de energía en el sentido más amplio del término. La empresa es pionera y líder global en producción de etanol, generado a partir de caña de azúcar. Durante la crisis petrolera de los años setenta, la dictadura militar brasileña decidió buscar tecnologías alternativas a los combustibles fósiles. El primer automóvil inventado por Henry Ford funcionaba con etanol, así que los brasileños siguieron su ejemplo. El gobierno otorgó subsidios monumentales a la producción de caña, a las empresas de automóviles y a los consumidores para lograr la transición energética. El costo fue monumental. Más de 10 por ciento de la deuda externa de Brasil se gastó en la generación del combustible alternativo. El experimento pareció fracasar cuando el precio del petróleo cayó a menos de 15 dólares por barril. Sin embargo, a los precios actuales y con la amenaza inminente del calentamiento global, el etanol se ha convertido en una mercancía muy solicitada. El nuevo combustible no sustituirá al petróleo en varias décadas y sólo representa una pequeña fracción del mercado internacional de hidrocarburos, pero en este nicho energético Brasil es al etanol, lo que Arabia Saudita al petróleo.
¿Cómo logró un monopolio convertirse en un exitoso competidor global? Desde fines de los años noventa, el gobierno acabó con los subsidios al etanol y Petrobras vende este combustible a menos de 25 dólares por barril, con un buen margen de ganancias. Gracias a la inversión en alta tecnología, la compañía es líder mundial en perforación de aguas profundas.
En los hechos, Petrobras dejó de ser un monopolio ya que compite en las gasolineras por ganar clientes y en el subsuelo para obtener los derechos de extracción de crudo brasileño. El petróleo se mantiene como patrimonio nacional, pero compañías nacionales y extranjeras pueden competir para prestar los servicios de extracción. La empresa dejó de ser totalmente del Estado, ya que el gobierno mantiene el control mayoritario, pero vendió un porcentaje de sus acciones a inversionistas privados. Sin subsidios y con competencia, Petrobras aporta mayores recursos para educación, salud y combate a la pobreza que en la época cuando era un monopolio 100 por ciento estatal. No sólo en el futbol y en la organización de carnavales tenemos que aprenderle a la patria de Ronaldinho y Caetano Veloso.
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