Homo-hipotekus

EUA

¿Rentas o tienes casa propia? Esta interrogante acosa a millones de chilangos. En cuestión de vivienda podemos dividir a los adultos defeños en cuatro grupos: 1) Los afortunados dueños de su techo 2) Los que se arriman a una propiedad familiar, 3) Los que cada mes se preocupan por el rentero y 4) los que cada mes se preocupan por su hipoteca. Aquí su servidor acaba de ser admitido como miembro no selecto de la tribu de los homo-hipotekus.

Pedir una hipoteca en el México de 2006 es una experiencia que nos recuerda todo lo que ha cambiado nuestro país, pero también es un recordatorio de lo mucho que falta por cambiar. A pesar de que ya tenemos una inflación similar a la de Estados Unidos o Europa, acá pagamos tasas de interés que en el extranjero serían un asalto.

Alguna vez en España escuché a un personaje local quejarse de su suerte: Hostia, sólo vivo para pagar la hipoteca! El baturro quejumbroso tenía una hipoteca con una tasa de interés cercana a 3%. Al final de cada año, el catalán tendrá que pagar al banco tres euros por cada 100 que le prestaron. El panorama mexicano es mucho menos alentador. En promedio, por cada 100 pesos que te presten tendrás que pagar 12 al final del año.

Hace poco un amigo me dijo: ¡Esos del banco son unos transas! Pero si estás en el proceso de pedir una hipoteca, lo mejor que te puede pasar es encontrar a un banquero dispuesto a transar contigo. Sólo hay algo que es peor a tener una hipoteca: necesitar una y no tenerla. El rechazo de un banco debe ser un golpe al ego de magnitud similar a un desaire romántico.

Antes las cosas estaban peor. Se podía conseguir un crédito para irse de shopping o estrenar auto nuevo, pero obtener una hipoteca era muy difícil. Para acudir al Infonavit necesitabas de un compadre, una palanca o un coyote que aceitara los trámites. Durante años, el Infonavit funcionó como un organismo encargado de distribuir favores a nombre de políticos y líderes sindicales. En esos tiempos, las cuotas de los trabajadores se perdían en un agujero negro sin ningún tipo de transparencia. Hoy si eres asalariado, las cuotas que paga tu empleador, equivalentes a 5% de tu sueldo, se transfieren a cuentas personales con tu nombre y apellido.

Sin embargo, el Infonavit aún mantiene vivas algunas de las mañas de antes. Sólo puedes usar la lana de tu cuenta de vivienda si compras una propiedad menor a un millón 749 mil pesos. Si la casa o depto que quieres adquirir vale más que eso ya te fregaste y no podrás usar el famoso “crédito Infonavit. Algún burócrata ilustrado decidió que él sabe mejor que nosotros cómo gastar el dinero de nuestras prestaciones laborales. Pero el “ingenio nacional ya encontró caminos para sacarle la vuelta a las trabas burrocráticas: algunos constructores te ofrecen venderte el departamento sin puertas, ventanas, ni muebles de baño para reducir el precio de la propiedad y así ajustarse a las reglas que impuso el instituto de vivienda. Otro camino más corto es darle una mordida al valuador del Infonavit para que ajuste el avalúo a sus estúpidos criterios de precio.

No te deprimas, a pesar de esto vamos de gane. Durante tres décadas, los cierres de sexenio tenían a los mexicanos con el Jesús en la boca. La inflación, el valor del peso y las tasas de interés compraban boleto para la montaña rusa. Ante semejante desmadre financiero era imposible hacer proyecciones económicas para el largo plazo y para el fin de la quincena. Antes, pedir una deuda al banco era como ponerte un revólver en la sien con la esperanza de que el cargador estuviera vacío. Si le daba un calambre a la economía nacional, tu patrimonio se lo llevaba la coladera. Si las tasas de interés se iban al cielo, para pagar un refrigerador a plazos tenías que empeñar tu auto.

Ahora, como resultado de las mentadas políticas neoliberales, se ha creado un clima económico mucho más estable que permite el surgimiento del mercado hipotecario. Desde una modesta vivienda de interés social hasta un megadepto en Santa Fe, los chilangos estamos comprando ladrillos y cemento en cantidades industriales. Entre 1972 y el 2000 el Infonavit otorgó 2 millones de hipotecas, entre 2000 y 2005 van cerca de millón y medio. Además de la estabilidad económica hay otra razón que explica esta revolución de la vivienda: la transición demográfica. En 1970, la tasa de fecundidad era de casi seis hijos por mujer, actualmente está cerca de dos. En el siglo XXI requerimos de pequeños departamentos con espacio suficiente para cuatro personas. Donde antes había una casa con jardín, ahora despunta al cielo un edificio de siete pisos. Bajaron las tasas de interés, nos multiplicamos como conejos y el paisaje urbano cambió para siempre. Le tengo profunda envidia al catalán que paga unas migajas por el interés de su hipoteca, pero con la memoria fresca de “el efecto tequila” y las crisis sexenales, tengo la certeza que las cosas pintan mejor para los miembros de mi tribu.

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