Droits de succession, erbschaftssteuer, tassa di successione, inheritance tax y estate tax, son los varios nombres que se le han dado al impuesto a la herencia en el mundo. Como variado, también, ha sido el contenido del impuesto, pues puede aplicarse sobre propiedades, efectivo, seguros o intereses. Puede excluir a los esposos o esposas. Puede ejercerse solamente a partir de algún monto. Incluso, puede no cubrir gastos funerarios. Pero, sea cual sea su modalidad, lo cierto es que políticamente es muy rentable.
El impuesto a la herencia es percibido como “justo” porque pagan más los que más tienen y se grava un activo que no fue generado directamente por el beneficiario. También, si alguien osó evadir impuestos en vida, los pagará en muerte…
Sin embargo, aunque en la práctica suena atractivo, la realidad es que la evidencia sugiere que no es una buena idea. Las razones son muchas: implica una doble tributación, desincentiva el ahorro, puede llevar a las personas a retirarse antes (¿entre jugar golf e invertir en mi empresa?), provoca salidas de capital, viola el derecho del individuo a otorgarle sus bienes a quien elija (sobretodo cuando el esposo o esposa está exento pero los sobrinos, hijos o amigos no). Y, en última instancia, las personas siempre encuentran esquemas financieros y maniobras para evadirlo. Prueba de ello es que, en algunos países, el crecimiento de la bolsa de valores o el boom en fundaciones filantrópicas ha estado relacionado con una evasión a aquel impuesto.
Muchos países como Canadá y Rusia han comprobado que, a la larga, el impuesto a la herencia cuesta a la sociedad más de lo que le da. Pero, aún así, en tiempos de alternancia de gobierno el impuesto a la herencia se vuelve particularmente popular. En Estados Unidos, por ejemplo, el impuesto a las herencias se eliminó con Bush pero Obama insistió en volverlo a poner sobre la mesa. Lo que resultó fue un impuesto de 35% a partir de los 5 millones de dólares y hoy hay quienes están buscando aumentarlo a 55% y gravar todo lo que exceda un millón de dólares. Si esto sucede, 2013 podría ser uno de los peores años en EUA para ser millonario y morir.
Nuestro vecino del norte no es el único país donde el impuesto va y viene. Y la razón es muy sencilla: ¿a qué candidato, legislador o presidente no le gustaría tener el poder de hacer o no hacer algo que realmente sólo le importa al estrato más rico de la población? El poder de gravar las herencias le da un enorme margen de manipulación y chantaje a los políticos. Hoy Obama sube el impuesto a la herencia y cuatro años después cualquier demócrata o republicano puede ganar la simpatía de los más ricos prometiendo bajarlo… Asimismo, a los legisladores les encanta que haya pequeños grupos de interés con temas de gran importancia para sí mismos, tocando a su puerta.
En México la tentación de poner un impuesto a las herencias es grande: tenemos a algunos de los hombres más ricos del mundo y a millones en pobreza. Sin embargo, implementarlo no sumaría nada cuando de crecimiento económico o reducir la desigualdad se trata.
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