Conforme la esperanza de vida promedio ha aumentado significativamente en las últimas décadas, también se ha extendido la sensación de que tenemos menos tiempo que antes.
Muchos son los factores que contributen a esta noción de “escasez de tiempo”, pero sin duda uno de ellos es la exorbitante cantidad de información a la que estamos expuestos en la actualidad. No hay tiempo que alcance para que absorbamos todos los datos, leamos todos los libros o, por ejemplo, analicemos cómo está gobernando el presidente de cada país. De hecho, se cree que el universo digital y, por lo tanto, la información dentro de este universo, se duplica cada 18 meses. De ahí entonces el surgimiento de cada vez más rankings, listas o índices, herramientas que buscan ayudarnos a organizar y comparar.
En materia de desarrollo, por ejemplo, tenemos índices de prácticamente todo lo importante: corrupción, transparencia, innovación, calidad de vida, entorno para hacer negocios y derechos de propiedad, entre otros. Dichos índices sintetizan mucha información; la presentan de forma amigable y permiten la identificación de “ganadores” y “perdedores”.
La competencia que surge a través de los índices motiva a los gobiernos a superarse y ofrecer mejores condiciones a la población. De igual forma, los índices sirven como un insumo para las medios de comunicación, así como una herramienta para que los ciudadanos responsabilicen a sus gobiernos.
Sin embargo, como en todo, también hay algunos puntos que debemos cuidar.
1. Los índices sólo son tan confiables como la información en que se basan.
2. La posición en un índice está en función de los competidores; por lo tanto, la gran mayoría de los índices son relativos. Y cuando todos los integrantes están mal, el “menos peor” parece estarlo haciendo bien. En México, por ejemplo, la productividad de Nuevo León puede ser la más alta. Pero sigue siendo deficiente cuando se compara contra los estados más productivos del resto del mundo.
3. Al sintetizar tanta información, no se considera la variación existente en los fenómenos sociales. La simplificación puede eliminar información útil en la explicación de algunos fenómenos. Por lo tanto, la inferencia de causalidades debe hacerse con cuidado.
4. Habiendo a menudo importantes diferencias entre los rankings, los gobiernos evaluados podrán escoger el índice que más les beneficie. Algo similar ocurre con las encuestas en tiempos electorales.
5. Algunos índices premian más a quienes más logran en determinados rubros, pero no necesariamente a quienes más avanzan. Es decir, en vez de parecerse a un partido de golf donde gana quien supera sus propios límites, lo índices se parecen más a una carrera de cien metros donde siempre ganará el más veloz.
6. Por último, en esta administración vimos proyectos cuya meta era posicionar mejor a México en un cierto ranking. Y si bien es cierto que en temas como inversión, lo que unos países ganan otros lo pierden, enfocarse únicamente en obtener un lugar en un índice no funciona. Por el contrario, si nos enfocáramos en crecer, mejorando las condiciones de vida de todos los mexicanos, lo demás, incluyendo quizás nuestro rankeo, repuntaría.
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