Kamikaze

Transporte

En una de las grandes batallas de la historia, en Cannas al sur de Italia, el general cartaginés Aníbal estuvo a punto de derrotar al ejército más poderoso y disciplinado de la historia, la legión romana. Su ejército, estacionado a unos días de Roma, fácilmente pudo haber continuado hasta conquistarla, pero Aníbal titubeó. Ante eso, Maharbal, su mejor general y comandante de la caballería, le dijo: “Tu sabes cómo lograr una victoria Aníbal, pero no sabes cómo hacer uso de ella”. Lo mismo se puede decir del presidente Calderón en los últimos meses.

El país se encuentra en un momento que exige acciones y decisiones. Sin embargo, nuestra clase política se encuentra paralizada. Quienes tienen la responsabilidad de decidir y actuar no lo hacen. Quienes son responsables, por nuestro sistema de división de poderes, de evaluar y ratificar o modificar las propuestas del ejecutivo, se desviven por criticar lo existente sin aportar alternativa alguna que implique destrabar los entuertos de nuestra realidad. El entorno que vivimos está lleno de grandes ideas y propuestas que ninguno de los aportantes en el mundo político está dispuesto a avanzar. Los mitos los dominan y los intereses y privilegios los amarran. Así no puede funcionar ningún país.

En un momento –nacional y mundial- tan complejo para nuestra economía, momento en el que se forjan tanto oportunidades como amenazas para su desarrollo, lo que obtenemos de nuestra clase política es la rebatinga del presupuesto y el bodrio fiscal que consumió al poder legislativo meses del año pasado. Mientras que el país requiere definiciones con orientación hacia el futuro, la vista de nuestros próceres políticos está fincada en el pasado: en lo que era el país pero que ya no puede ser.

Por más que se han gastado recursos en grande (por ejemplo, los gobernadores consumieron más de cien mil millones de dólares de ingreso adicional por los elevados precios del petróleo al inicio de esta década), muy poco de esto ha impactado positivamente la tasa de crecimiento de la economía en general. En lugar de invertir en el futuro, los políticos –gobierno y oposición, pero especialmente los gobernadores- consumen nuestros recursos con inusual glotonería. Gastan y dispendian y no tienen más que el crecimiento de su propia imagen para mostrar como resultado (y, a veces, ni eso). Han empleado los recursos fiscales para promoverse a sí mismos y no para mejorar la calidad de vida de la población.

Al país le urge inversión, el desarrollo de nuevos motores de crecimiento y una estrategia que haga posible a ambos. Aunque el sueño de promover el crecimiento por vía de crédito y gasto deficitario pulula el ambiente, la realidad es que no hay alternativa a la inversión privada. Aún si fuera deseable endeudar al país, el crédito no está disponible en los montos que serían necesarios para echar a andar a la economía; el gasto deficitario se traduciría en más demanda, ésta agotaría la capacidad instalada y llevaría a más importaciones que, a su vez, generarían una crisis cambiaria. En todo caso, el gobierno –el actual y todos desde 1970- ha demostrado una absoluta incapacidad para generar crecimiento por medio del gasto o la inversión pública. La inversión vendrá del sector privado o no vendrá del todo.

La inversión puede venir de dos fuentes: del capital nacional y o del extranjero. Los motores del crecimiento sólo pueden resultar de dos tipos de fuentes: grandes proyectos de inversión que el gobierno promueva para que los desarrollen inversionistas privados o un nuevo tipo de vínculo con los sectores que resulten punteros de la transformación estructural que caracteriza a la economía estadounidense en la actualidad. La estrategia que haga posible lo anterior tendría que consistir en tres cosas: a) la promoción abierta, activa y decidida de la inversión privada; b) el desarrollo de grandes proyectos de infraestructura que generen fuentes de demanda interna, sobre todo en las regiones más atrasadas del país; y c) la conformación y negociación de una agenda de desarrollo con EUA que abra oportunidades para el desarrollo y active sectores y actividades de nuestra economía a partir de la demanda que genere la economía estadounidense. Lo anterior incluiría salud, educación, transporte, tecnología, energía y todo el aparato regulatorio requerido para hacerlo posible. Las oportunidades están ahí. La pregunta es si estamos dispuestos a convertirlas en fuentes de crecimiento y eso no depende de nadie más que de nosotros.

Mientras lo anterior no suceda, mientras no erradiquemos los mitos que nos paralizan, tendremos que limitarnos a lo existente y esto, como bien sabemos, no arroja buen resultado. No hay razón alguna para esperar que las cosas cambiarán por sí solas, sin una decisión fundamental de nuestros políticos por pensar en el futuro y hacia adelante. Cuenta una anécdota que en una visita del presidente a China le planteó al primer ministro que su gobierno está muy interesado en que los chinos inviertan en México. Sonriendo y con toda delicadeza, el primer ministro respondió: “siempre nos confunden, señor presidente, siempre nos confunden…. Nosotros somos chinos. Los kamikaze son los japoneses….”

Nadie en el mundo va a invertir en México mientras se haga todo por repudiar la inversión. Nadie va a tomarnos en cuenta mientras no sepamos lo que queremos y se sume a la población detrás del proyecto. Nadie va a vernos más que como un caso perdido mientras no estemos dispuestos a construir el andamiaje necesario para enfocarnos hacia el desarrollo. Como dice la anécdota, nadie está dispuesto a invertir donde no hay oportunidades, donde los impuestos cambian todos los días, donde la inseguridad física y patrimonial es tan elevada y donde los políticos viven del erario sin jamás preocuparse por el desarrollo del país.

Si queremos salir del hoyo tendremos que comenzar por derribar los mitos que nos paralizan. Por ejemplo, sería necesario repensar el tema energético (incluyendo, desde luego, al petróleo) como una fuente de oportunidades y no como una pieza de museo al servicio del sindicato y de la improductividad. También será necesario comenzar a privatizar algunos bienes en posesión gubernamental que no contribuyen al desarrollo del país. Por sobre todo, será necesario reconocer que estamos paralizados y que esto no es culpa de una persona, por importante que sea, sino de todos los intereses políticos que están más preocupados por proteger privilegios que por hacer viable al país.

El inicio de un nuevo año es siempre un buen momento para recapacitar y reenfocar las baterías y éste sería un buen lugar para comenzar.

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Luis Rubio

Luis Rubio

Luis Rubio es Presidente de CIDAC. Rubio es un prolífico comentarista sobre temas internacionales y de economía y política, escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times.