México atraviesa por uno de los peores momentos de su relación con los Estados Unidos.
El nudo de la relación, lamentablemente, se está limitando a tres asuntos: la seguridad pública, el narcotráfico y la migración como problema. No superamos esa agenda.
Tenemos que ver, que al discutir esos temas, estamos dejando de lado la construcción de un proyecto conjunto. No estamos trabajando en fórmulas más profundas de cooperación, no estamos hablando de comercio, ni de negocios, ni de educación, ni de tecnología y no estamos desarrollando el futuro de la relación y del bloque de América del Norte, que de manera natural y geográfica, era el segundo piso del Tratado de Libre Comercio firmado en 1993 y aprobado en 1994.
Lo peor que le puede pasar a México es que su relación con Estados Unidos se convierta en un tema sólo de policías y ladrones.
Es preocupante que la seguridad pública mexicana se haya convertido en un tema relevante de la agenda interior de los Estados Unidos. Esa percepción no es buena para México.
Y sobre todo, no es bueno para México que esa percepción esté tan solidamente sustentada en la realidad. La seguridad pública en la frontera se encuentre realmente fuera del control de las autoridades mexicanas, como lo prueban las ejecuciones y los atentados contra funcionarios y medios de comunicación que están creando un clima de terror entre los ciudadanos y que ya afecta al comercio, a la industria, a la inversión y a los negocios.
Hechos como la incursión de un grupo de delincuentes, haciéndose pasar por militares en el Condado Hedspeth Texas el 23 de enero pasado, ha llevado la relación a un punto preocupante, sobre todo, porque involucra de manera injusta al ejército mexicano.
Estamos viendo un escenario en el que los vecinos distantes, se distancian cada vez más.
El recuento de desencuentros entre el gobierno mexicano y el norteamericano, contradicen el espíritu de aquella gira del Presidente Fox a Washington en septiembre de 2001, en que se hablaba de construir una relación de confianza.
Es precisamente la confianza lo que se ha perdido entre los dos países.
Negroponte califica de “débil†al gobierno mexicano, y lo compara con Haití. El embajador Garza envía cartas alertando sobre el tema de seguridad pública, y en el Congreso de los Estados Unidos avanza una ley que endurece la relación, en la que se habla de muros y de migrantes delincuentes.
Esta es una realidad, dura, que parece que la cancillería se esmera en simplemente relativizar.
La confianza entre ambos gobiernos se ha perdido y la conducción de la política exterior ha perdido rumbo y estrategia. Sobre todo, porque parece que México se va quedando solo. Pagamos todos los costos latinoamericanos de ser aliados de Estados Unidos y no logramos capitalizar uno sólo de los beneficios.
México no ha sido capaz de construir una estrategia de política exterior clara y no están definidos los objetivos y las prioridades. Lo peor es que no hemos sido capaces ni siquiera, de conservar los sutiles equilibrios y contrapesos de la política exterior mexicana, que históricamente le han dado dignidad y respeto.
El 1 de diciembre de 2000 había mucho qué cambiar. Pero también había mucho que conservar. La política exterior de México: sus profesionales, su tradición, su estrategia y sus principios, eran de lo mejor que tenía el Estado Mexicano. Era un falso dilema optar por principios o intereses. Los principios de política exterior mexicana, trabajados a lo largo de generaciones, eran los mecanismos para defender precisamente los intereses nacionales.
La existencia de México como estado nacional, le debe mucho a ese trabajo diplomático. A una tradición que, al margen de conservadores o liberales, revolucionarios o porfiristas, priistas o panistas, tenía un hilo conductor, que reconocía la realidad de una vecindad avasallante, la necesidad de construir equilibrios y contrapesos y la sutil construcción diplomática de una presencia internacional seria, pacífica y conciliadora.
Una serena y responsable evaluación del estado de nuestra diplomacia sería suficiente para correr de su cargo a Gerónimo Gutiérrez Subsecretario de América del Norte y para remover a Luis Ernesto Derbez por incapaces. Pero Fox no lo hará. Sencillamente, porque en esta materia, habría suficientes elementos para remover de su cargo por incompetente e ineficaz al propio Presidente de la República.
Debemos reconocer que la diplomacia mexicana ha escrito en el gobierno del Presidente Fox una de las paginas más lamentables y bochornosas de su historia.
Y que conste, que al hacer este análisis, no enlistamos la colección de pifias, anécdotas y exabruptos, que han llenado la presencia internacional de México en las giras diplomático-turísticas del Presidente Fox.
Lo sucedido la semana pasada en torno al caso de la expulsión de los cubanos del Hotel Sheraton representa variaciones sobre el mismo tema: tardanza, torpeza, lentitud, falta de información y de oficio político y diplomático.
Con este episodio, el Secretario de Relaciones Exteriores de Mééxico, Luis Ernesto Derbez, cierra su tránsito por la cancillería aportándole a la diplomacia mexicana un nuevo principio de política exterior, que diría así: “Todo conflicto internacional, entre Estados, deberá presumirse como un conflicto entre particulares, salvo prueba en contrario, y deberá resolverse, diplomáticamente, ante la Profeco.â€Â
Estamos ante la doctrina Derbez. Un nuevo principio de política exterior, que resume muy bien la gestión del canciller. Un enunciado que muestra su estatura, su altura de miras y su talento. Una doctrina que a la vez lo explica y permite entender, mucho de lo que ha pasado y de lo que está pasando, para nuestra desgracia, en la conducción de la política exterior de nuestro país.
La doctrina Derbez, se inscribe en la lápida de su gestión. Una gestión que él nunca quiso. Porque fue un hombre que quiso ser todo, menos lo que es. Quiso ser Secretario de Hacienda, quiso ser candidato a la Presidencia, quiso ser Senador, quiso ser Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, quiso ser Secretario General de la OEA. Quiso ser y no pudo. Fue Secretario de Relaciones Exteriores y no pudo.
Hoy, lo mejor que podemos esperar del Secretario Derbez, es sencillamente, su renuncia.
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