La eficacia (relativa) del PRI rumbo a 2018

PRI

Las elecciones federales intermedias del pasado 7 de junio mostraron la eficacia relativa del PRI al obtener –en conjunto con sus aliados- la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados. Si bien en el ámbito local hubo derrotas significativas para este partido, los comicios demostraron que en el panorama general fue capaz de minimizar sus pérdidas y salir como el mejor posicionado rumbo a las elecciones de 2018.
A pesar de que en México no se cuente con el mecanismo de reelección consecutiva –como sucede en la mayoría de las democracias del mundo- el desempeño de los gobernadores tiene un impacto en la gestión de voto de sus partidos. No obstante, aunque el desempeño de la administración del Presidente Enrique Peña Nieto ha sido mediocre (crecimiento económico de 1.75% anual en promedio) y plagado de escándalos de corrupción, el PRI tuvo un resultado más favorable de lo que se hubiera estimado. La alianza que respalda al Presidente Peña Nieto (PRI+PVEM) tendrá 9 diputados más en la Cámara que en 2012.
La posición privilegiada que parece tener el PRI se resume en su capacidad para reaccionar pragmáticamente en función a sus objetivos de partido, así como la debilidad de una oposición fragmentada incapaz de capitalizar los errores del gobierno. Lo anterior, sumado a un electorado que por ausencia de mecanismos de rendición de cuentas tiende a votar de forma prospectiva (no retrospectiva), privilegia los mensajes que le plantean al menos un beneficio concreto (tarifas de luz o telefonía por ejemplo), e incluso está dispuesto a vender su voto, presenta un escenario rumbo al 2018 más favorable para el PRI de lo que su eficacia al frente del gobierno supondría.
Aprendizaje de las derrotas locales y renovación de la dirigencia
A nivel local, el PRI sufrió derrotas importantes en Michoacán, Querétaro y Nuevo León. En Nuevo León fue derrotado de manera sorpresiva por un ex priista postulado como independiente y en Querétaro perdió por un margen estrecho frente al candidato del PAN. No es la primera vez que el PRI pierde elecciones de estados claves. Sin embargo, este partido ha demostrado su capacidad para reaccionar a éstas. Tras la derrota de Roberto Madrazo en los comicios presidenciales de 2006, el PRI supo recurrir a políticos pragmáticos y a la fuerza electoral de sus gobernadores para irse abriendo camino hacia la Presidencia en 2012. Para 2009 ya habían recuperado la primera fuerza de la cámara baja al contar con 242 diputados además de recuperar el gobierno estatal en 13 entidades donde lo habían perdido.
En 2016 habrá 12 elecciones de gobernador en el país, incluidos estados tan importantes como Veracruz y Puebla. El PRI es gobierno en 9 de las 12 entidades en disputa y en algunas nunca ha perdido la gubernatura como Veracruz y Tamaulipas. El desgaste natural que produce el gobierno, y el poco margen de victoria frente al segundo lugar en las últimas elecciones de gobernador exponen al PRI como el partido que tiene más que perder. La selección de candidatos atractivos y la contención de la fragmentación del partido por parte del liderazgo central serán clave para asegurar victorias en estados donde en esta elección intermedia tuvieron poco margen de voto frente a los partidos de oposición. La Tabla 1 muestra todas las gubernaturas en contienda, la coalición de partidos que abanderó al actual gobernador y los márgenes de victoria frente a la oposición.
La renovación de la presidencia del PRI determinará gran parte del éxito de las candidaturas locales con miras a las elecciones de 2016. El cambio de legislatura que se dará a partir de septiembre de 2015 dejará la presidencia del PRI vacante ya que César Camacho pasará a ocupar un curul en la LXIII Legislatura.  En paralelo, el coordinador de la bancada tricolor en la cámara baja, Manlio Fabio Beltrones, dejará de tener un cargo público. Se ha especulado que el político sonorense pudiera ocupar la presidencia de su partido. Es evidente que el tablero electoral local representa un escenario de riesgos para el PRI, pero en caso de salir avante de la mayoría de las elecciones gubernamentales se posicionaría con fuerza para la contienda presidencial en 2018.
Tabla 1. Margen de victoria de las coaliciones partidistas en 2010 para gobernador de los estados en disputa en 2016


Fuente: Elaborado por CIDAC con datos de los Institutos Electorales locales
Oposición tradicional fragmentada
Durante toda la década de los noventa tanto el PAN como el PRD se posicionaron como las dos fuerzas políticas opositoras al régimen priista. En 1997 finalmente el PRI perdió por primera vez la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados para tres años después perder la Presidencia de la República ante Vicente Fox del PAN. Durante los siguientes años, tanto blanquiazules como los partidarios del sol azteca representaron serias opciones de gobierno en muchas entidades del país. No obstante, tras las elecciones presidenciales del 2012, se debilitaron de forma considerable a raíz de divisiones internas que pugnaban por el control de los partidos. Esta situación ha sido aprovechada por el Gobierno para negociar sin tantas dificultades su agenda reformista en el “Pacto por México”. Una estrategia política que ha resultado idónea para el PRI ya que les ha permitido corresponsabilizar a la oposición sobre las acciones de este gobierno.
En el PAN la lucha derivada de la derrota en los comicios presidenciales del 2012 dividió al partido entre maderistas y calderonistas. Conforme los maderistas fueron accediendo a más recursos por controlar el liderazgo del partido se alienó de las decisiones del partido a los calderonistas y se privilegió una agenda conjunta con el Gobierno en casi todas las reformas presentadas. La mimetización del PAN con el PRI en muchos ámbitos ha sido muy dañina para la consecución de votos a nivel federal. El PAN tuvo en estas elecciones intermedias de 2015 su peor resultado desde 1991 y el pronóstico para 2018 no es demasiado alentador. El reto para el PAN consiste en presentar un candidato competitivo que primero, de verdad despierte el apoyo de toda la militancia, que pueda crecer en conocimiento público, que pueda diferenciarse del Gobierno en turno y, que no sea una carga en la búsqueda de votantes independientes.
Mientras tanto, el PRD se ha fragmentado de tal manera que resultó el mayor perdedor de la elección del pasado 7 de junio. Pese a ganar Michoacán y aún ser gobierno en otras siete entidades, sus gobiernos estatales no fueron capaces de transmitirle a sus candidatos a diputados un mayor apoyo y el voto del PRD se desplomó del 20.8% en 2012 al 11.2% en 2015. Sin embargo, el golpe más severo a su posición hacia la presidencia en 2018 es la derrota en el Distrito Federal donde perdieron posiciones ante Morena, PRI y PAN. Las elecciones intermedias de 2015 han dejado algo claro para el PRD con vista al 2018: ninguno de sus potenciales candidatos tiene el reconocimiento, ni la fuerza política para competir en la izquierda con Andrés Manuel López Obrador en la contienda. En este contexto, el PRD tendrá la difícil de decisión de aliarse para ser competitivos o ir por su cuenta con pocas posibilidades de triunfo.
Independientes en duda
La principal nota de las elecciones la dieron los candidatos independientes que ganaron. Desde ahora hay múltiples analistas políticos que vaticinan que algún independiente pudiera competir por la Presidencia de la República en tres años. Sin embargo, la posibilidad de un independiente para acceder al cargo está ligada a un buen ejercicio de gobierno. El caso de Jaime Rodríguez “El Bronco” ejemplifica adecuadamente este escenario. Jaime Rodríguez tendrá que gobernar en Nuevo León con un congreso mayoritariamente panista y donde su pasado priista tampoco le garantiza el apoyo del PRI. En este contexto, no sólo no tendrá mayoría, sino que pudiera tener a todo el congreso local en contra. Si los gobiernos encabezados por independientes se perciben como ineficientes e incapaces, el encanto por este tipo de candidaturas desaparecerá tan rápido como creció en 2015.
Por otro lado, el surgimiento de candidaturas independientes podría, inclusive, beneficiar al PRI indirectamente. Los candidatos independientes más factibles a surgir lo harían de partes del espectro ideológico alejados del centro: 1) candidatos independientes de derecha apoyados por un grupo de empresarios o 2) candidatos independientes de izquierda que se lancen con el apoyo de una base social amplia. Candidatos independientes de “centro” (como el PRI) resultan menos factibles porque si algo ha privilegiado ese partido es la unidad al interior para evitar esto. Por el tipo de composición ideológica de los potenciales candidatos independientes, es muy factible que en un electorado que se concentra alrededor de las posiciones centristas (como cualquier distribución normal), los candidatos independientes sólo debiliten a los partidos de oposición dividiendo su voto.
Morena no aglutina a toda la izquierda
López Obrador fue el gran ganador de la última elección. En su primera contienda, el partido que recientemente creó obtuvo el 8.37% de los votos a nivel nacional y se posicionó como la primera fuerza en la Asamblea Legislativa del DF (22 diputaciones que significan el 36.6% de los votos) además de ganar 5 delegaciones. Morena supo capitalizar buena parte del voto perdido que tuvo el PRD entre 2012 y 2015 posicionándose como la única oposición real al régimen. El costo político que han absorbido tanto el PAN y PRD por el “Pacto por México”, le permitió al partido del tabasqueño ganar los votos de una parte del electorado que se siente descontento con las políticas del gobierno. No obstante, la fuerza de Morena sigue siendo incipiente a nivel nacional como para poder ganar una elección presidencial donde la izquierda esté dividida.
Aunque López Obrador es el candidato natural (y más visible) de la izquierda a la Presidencia de la República en 2018, sin una alianza con otras fuerzas de izquierda, sus posibilidades de ganar se reducen significativamente. No porque Morena no pudiera convertirse en un partido más grande que el PRD en el futuro, sino porque la división de una parte de la izquierda sólo disminuiría sus posibilidades. El PRI es la primera fuerza política del país; la que tiene la maquinaria electoral más grande pagada por los recursos del partido con el mayor número de gobernadores. Para ser presidente en México se requiere arriba del 30% de los votos, un porcentaje que a pesar de la atomización partidista no se reducirá, y actualmente la izquierda (PRD, Morena y MC) tienen 117 o 23.4% de la cámara baja. Sin embargo, fragmentados apenas rondan el 10% de los votos cada uno. Un típico ejemplo del tradicional “divide y vencerás”.
El resentimiento entre las figuras políticas de la izquierda ha impedido por décadas que se mantengan unidos dentro de un mismo partido que sea competitivo. López Obrador ya declaró que con el PRD “no iba ni a la esquina”, comentario que fue contestado por la dirigencia del partido del sol azteca como que con los caudillos tampoco iban. Si estas diferencias se vuelven irreconciliables, ni Morena ni el PRD serían competitivos en 2018.


Semana Política es elaborada por: Miguel Toro, Mariana Meza, Carlos de la Rosa, Santiago Martínez, Rafael Vega. Editor: Eduardo Reyes.

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