La gestoría de Miguel Ángel Mancera en el Distrito Federal.

Morena

El 17 de septiembre, el jefe de gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, presentó su II Informe de Gobierno. Durante su mensaje, el mandatario capitalino resaltó como éxitos de su gestión la continuidad que se le ha dado a los múltiples programas sociales de la entidad, así como la coordinación con las otras fuerzas políticas y niveles de gobierno –federal y delegacionales—, la cual ha derivado en diversos beneficios para la Ciudad de México (proyectos de infraestructura, nuevas políticas de movilidad, acceso a mayores recursos presupuestarios, entre otros). Pese a eso, debido a que los problemas endémicos de la urbe (pobreza, inseguridad, acceso a agua potable, inundaciones, tránsito, transporte público insuficiente) han visto pocas mejorías, la popularidad del político que obtuvo el cargo en la elección de 2012 con más de 60 por ciento de los votos, está por los suelos. Sin embargo, a Mancera se le nota despreocupado y, en no pocas ocasiones, hasta satisfecho de su labor al frente de la capital del país. Entonces, ¿qué explica esta tranquilidad?
La vapuleada imagen del jefe de gobierno debería pintar un escenario lúgubre para el PRD en las elecciones de 2015. En una encuesta del 10 de septiembre pasado, realizada por Buendía y Laredo, se indica que 76 por ciento de los capitalinos creen que Mancera está rebasado por los problemas de la Ciudad de México; 33 por ciento considera que no tiene ningún logro al frente del gobierno; y, sólo goza de un 26 por ciento de aprobación. Estos números hablan de una debilidad relativa del personaje, pero también debe considerarse otro hecho reciente que pudiera indicar que el ex procurador no está del todo en el abismo político. Los resultados en el D.F. de la elección interna del PRD, acaecida hace un par de semanas, dieron fe del triunfo de las corrientes aliadas de Mancera y de la actual dirigencia nacional perredista, sobre el grupo que por años se ha promovido como el gran factótum del clientelismo capitalino: Izquierda Democrática Nacional (IDN) encabezada por René Bejarano. Las avasalladoras derrotas de los bejaranistas en la mayoría de las delegaciones dejaron ver el músculo de los socios de Nueva Izquierda (NI, o coloquialmente conocidos como “Los Chuchos”). De esta forma, NI parece haberse librado del último resquicio relevante de oposición interna. Ahora su objetivo, hablando en especial del D.F., es resistir el futuro embate de MORENA.
Si bien MORENA parece erigirse como la principal amenaza para el PRD capitalino, se habla de que el PRI, con todo y el escándalo por presunta trata de personas, solapada por su ex dirigente local, puede representar una amenaza adicional. A pesar de ello, el voto en la Ciudad de México ha sido tradicionalmente anti-priista. No obstante, la poca fuerza del PRI en la capital podría no ser tan preocupante, en particular para el gobierno federal.  En este sentido, no debe olvidarse tanto la relación institucional que presume el liderazgo perredista con Los Pinos, ni los vínculos de entendimiento que pregona Mancera con el presidente Peña. Al final del día, la permanencia en la mayoría de las delegaciones y asientos del legislativo local de un PRD colaborador –o a modo, según se vea—no serían tan malas noticias para el PRI-gobierno (tal vez no tanto para el PRI capitalino).
De vuelta con el caso específico de Miguel Ángel Mancera, a diferencia de sus antecesores en el puesto, el actual jefe de gobierno ha tenido dificultades en posicionar su agenda en los medios, aunque el reciente debate sobre la iniciativa de elevar el salario mínimo –independientemente de la viabilidad y trascendencia de la medida—, le ha dado cierto posicionamiento. Sin embargo, la falta de protagonismo y la postura gris de Mancera parece ser bastante cómoda tanto para él, como para el Ejecutivo Federal. Sin comprometerse con causa alguna y sin asumir una conducta beligerante contra Los Pinos como sus predecesores, el mandatario capitalino deja que sea el gobierno federal quien dicte la agenda metropolitana y, como intercambio, se facilita la obtención de recursos para los programas sociales del D.F., las obras de infraestructura y la bolsa del Fondo de Capitalidad, la principal bandera de Mancera en términos financieros.
En suma, el papel de gestor que ha desempeñado Mancera a lo largo de sus casi dos años al frente de la Ciudad de México pudiera ser evaluado como un éxito rotundo. La obtención de mayores recursos para el Distrito Federal es innegable.  El problema radica en que la capital continúa funcionando de manera inercial o animada por las decisiones del gobierno federal (como el anuncio del nuevo aeropuerto). La pregunta es si existen diferencias reales entre operar como una jefatura de gobierno o como una regencia. En la actualidad, para Los Pinos podría no importar demasiado, incluso si el D.F. continuara “pintado de amarillo”.

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