La gran oportunidad del sector agrícola

Migración

El TLCAN ha agudizado las diferencias que existen entre un campo moderno y otro rezagado. El primero es un campo donde los agentes económicos se adaptan a la competencia y aprovechan el acceso a un mercado ampliado y más exigente utilizando prácticas modernas y de mayor productividad. El segundo está conformado por agentes que mantienen prácticas productivas obsoletas y que requieren de apoyos económicos para subsistir.

El sector de mayor productividad, capaz de adaptarse a las nuevas condiciones comerciales, se ha concentrado en frutas, verduras, hortalizas, productos con azúcar y leguminosas, y actualmente goza incrementos sostenidos en el valor y volumen de sus exportaciones a los mercados internacionales. Mientras, el sector con niveles de productividad mediocres, que ha gozado de los subsidios del Estado, se ha dedicado a cultivos extensivos, dentro de los que destaca el maíz.

El TLCAN ha presentado oportunidades sin precedente a la agricultura mexicana: acceso a un mercado equivalente a 7 veces el tamaño del nacional, complementariedad de cultivos, capacidad de aprovechamiento de ventajas competitivas (clima, terreno, topografía, etc) y reducción del rezago tecnológico. Además, en el juego de la apertura comercial, con ganadores y perdedores, el mayor beneficiado ha sido el consumidor debido a la reducción en el costo de los alimentos.

Como consecuencia de estas oportunidades, algunos productos agrícolas mexicanos comenzaron a especializarse de acuerdo a sus ventajas comparativas, se volvieron más eficientes y están mejor preparados para competir en el mercado internacional. Sin embargo, dar continuidad a prácticas rezagadas y cultivos sin ventajas comparativas no ha logrado sino hacer permanentes los niveles de pobreza en el campo mexicano.

El papel que ha jugado el Estado ha ido en detrimento de la productividad. Su papel se ha centrado en el control político y en la redistribución de riqueza. Más intervención del Estado se ha relacionado con menor productividad y por ende, con menos riqueza que distribuir. Si además se considera el elevado nivel de migración del campo hacia los grandes centros urbanos de México y el extranjero, se hace evidente que la subsistencia en el sector agrícola no es ya una opción aceptable para nadie, ni para productores que buscan ser más competitivos, ni para trabajadores que aspiran a mejorar sus condiciones de vida, ni para el país.

Y es que a pesar de un mejor desempeño de algunos productores en los últimos años, las condiciones del grupo rezagado son las que imperan. Desde 1950 el sector agrícola en su conjunto ha tenido incrementos de productividad inferiores a los de la economía en general. Consecuentemente, la población ocupada en la agricultura cada vez aporta una porción menor del total de la actividad económica del país. De hecho, el valor de la producción agrícola por persona es el promedio nacional de hace 50 años.

Ante esta situación, adaptarse y aprovechar las condiciones es la única alternativa viable, tanto para los que pueden competir en el mercado agrícola internacional como para los que no. Para los primeros, la especialización y la adopción de una óptica de negocios es el camino a seguir. Para los segundos, el Estado debe actuar como un agente que promueva la movilidad laboral hacia actividades económicas distintas a las agrícolas. México tiene que decidir si quiere seguir incentivando la existencia de un campo de subsistencia o si, por el contrario, quiere transitar hacia labores más productivas que brinden mejores condiciones de vida para quienes las desempeñan.

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