La guerra civil silenciosa

Sociedad Civil

Por azares del destino, un buen amigo mío tuvo que pasar varias horas en la sala de espera del Hospital de Xoco al sur del Distrito Federal. Esta clínica atiende una fracción importante de las emergencias médicas que ocurren en la ciudad. El nosocomio trata casos de urgencias que son materia prima de nota roja: heridos de bala, víctimas de riñas callejeras y las múltiples desgracias que generan los accidentes viales. Para una persona sin entrenamiento en primeros auxilios, el vestíbulo de Xoco es la versión urbana del infierno de Dante.

Mi amigo pasó ahí varias horas. En los primeros minutos de su estancia en la sala de espera llegó al hospital una mujer víctima de violencia conyugal. Las manecillas del reloj apenas se movieron y llegó otra mujer golpeada brutalmente por su pareja. Minutos después apareció otra y otra más. En el espacio de unas horas, llegaron a Xoco al menos ocho víctimas de esta guerra civil contra la población femenina de México.

El tema se empieza a asomar en el debate público. Una audaz campaña de medios mostró a varias comunicadoras con los rostros desfigurados por los moretones. La estrategia surtió efecto y las denuncias por violencia doméstica se multiplicaron por cinco. En Estados Unidos, una campaña publicitaria con propósitos idénticos mostraba la fotografía de una mujer golpeada con la leyenda “él jamás volverá a hacerlo”, después aparecen otras imágenes de la misma mujer con nuevas cicatrices y se repetía la misma leyenda. Al final de la secuencia de imágenes aparece un ataúd, con la reiteración del mensaje: “él jamás volverá a hacerlo”.

En España, el periódico El País sacó la violencia doméstica de la página de nota roja y la puso en primera plana. Cualquier lector casual de este periódico se habrá encontrado con algún texto donde un ataque de celos masculinos acabó en un funeral. Años después de que El País puso el dedo en la llaga, España aprobó una legislación abocada a proteger el derecho de la mujer a vivir sin violencia.

En México, la prensa aún percibe esta crisis nacional como un tema de la fuente policiaca. En el Día de la Mujer o alguna otra fecha similar, la prensa lanza algunas cifras para alumbrar el problema. Sin embargo, ningún periódico serio recoge de forma cotidiana la información de los cientos de mujeres que mueren a manos de su cónyuge. De todos los crímenes violentos que padece la sociedad mexicana, la violencia doméstica es el menos denunciado y en consecuencia el menos visible. La negligencia de la autoridad y el olvido de la sociedad han permitido que la violencia sea un ingrediente cotidiano en la vida de millones de familias mexicanas.

La violencia doméstica no es un “problema de género”, es una crisis nacional de criminalidad y salud pública. La difusión y notoriedad de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez crean la percepción de que la violencia contra las mujeres está circunscrita a una región específica del territorio nacional. Esta interpretación es falsa. Con características distintas, la brutalidad de los feminicidios en el desierto de Chihuahua se reproduce en todas las latitudes del país. De hecho, el municipio más peligroso para las mujeres mexicanas no es Ciudad Juárez sino Cuautitlán de Romero Rubio en el estado de México.

Los niveles de agresión y violencia que se viven en nuestras calles tienen su origen dentro del hogar. Si un imbécil tiene la costumbre de resolver a golpes una discusión con su esposa, ¿qué le impide ventilar su frustración a puñetazos, sobre la quijada de un despistado que se le “cerró” en el coche?

Un viejo sabio de la política nacional advirtió que había que cuidarse de no despertar al México bronco. Las mujeres que llegan a la sala de emergencia del Hospital de Xoco nos recuerdan que el México bronco nunca estuvo dormido, sólo se mantuvo escondido entre las cuatro paredes que marcan la esfera privada. Esa patria bruta y cruel que resuelve sus conflictos por medio de la fuerza, jamás encontrará sosiego mientras no enfrentemos el problema de la violencia doméstica. El que golpea a una, nos golpea a tod@s.

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