A fines de junio, una vez negociadas las posiciones entre el Senado y la Presidencia, parece que finalmente contaremos con una nueva Cofetel. El proceso había demorado más allá de lo aconsejable para un sector largamente necesitado de decisiones y de liderazgo.
De un par de los nuevos miembros hay que decir lo obvio: su perfil es notablemente más político que en el pasado. Será la primera vez que la Cofetel cuente con dos ex alcaldes de ciudades importantes, Pachuca y Tijuana, con dos ex senadores. Aunque no debe menospreciarse la mayor jerarquía y oficio político que le transmitirán a la nueva Cofetel, hay que decir que al menos uno de ellos llegará a aprender un oficio ingrato donde las aristas técnicas y las complejidades económicas se combinan de manera particularmente espinosa. Otro par de miembros tiene antecedentes y conocimientos para saber de que se trata y a que se están metiendo. Ellos –y el staff del órgano desconcentrado- serán clave para guiar el arranque de esta nueva Cofetel en los tiempos complicados que se avecinan. Al margen de los méritos personales de quienes llegan, la politización de la Cofetel no debiera ser vista como un fenómeno positivo. Debilita y desprestigia a un órgano de por si débil y desprestigiado. La legitimidad de los entes reguladores independientes proviene de su independencia y carácter técnico. Han sido creados para evitar la captura regulatoria y la politización. La llegada de los políticos mina una de las dos fuentes de legitimidad de las que depende la fuerza de cualquier agencia reguladora independiente. Una fuerza que la Cofetel va a extrañar considerablemente en las luchas que se le vienen encima.
Aunque hay muchas decisiones en espera de ser tomadas, con mucho la madre de todas las batallas que tendrá que pelear la nueva Cofetel en lo que resta del año se refiere a la actualización del llamado sistema de precios tope de Telmex. La Cofetel resolverá sobre las tarifas y la rentabilidad de la principal empresa del sector en los próximos cuatro años. En pasadas ocasiones la decisión ha sido notablemente opaca y poco discutida fuera de ambientes especializados: un boletín de prensa ha bastado para rendir cuentas de la misma. Pero pocas resoluciones del Estado mexicano tienen un peso mayor en la economía familiar de los mexicanos (y en el ranking del ingeniero Slim en la lista de Forbes). Siendo realistas, no habrá que esperar mucho de la nueva Cofetel. El enfrentamiento de la más débil agencia reguladora, con el más fuerte poder fáctico empresarial, hace que el resultado sea más fácil de pronosticar que el de un encuentro futbolístico Brasil – Arabia Saudita.
Operativamente la Cofetel enfrenta varios problemas que la hacen un órgano regulador débil. El menos discutido, pero no necesariamente el de menor impacto, es la tiranía de los pequeños asuntos. Basta revisar el acta de cualquier sesión reciente del Pleno de la Cofetel para advertir que gran parte del tiempo del staff y de los directivos del órgano regulador se dedica a asuntos nimios. El problema es estructural. Tiene que ver con la multiplicación del número de empresas reguladas fruto de la apertura y con las obsoletas normas que la Cofetel tiene que aplicar en el mercado liberalizado. Pero el problema de los pequeños asuntos no es menor, los nuevos comisionados llegarán a administrar un mar de papeles sin importancia para el sector, pero plenos de riesgo para los funcionarios.
Hay razones de sobra para ser escépticos con las perspectivas de la nueva Cofetel, pero no debiera haberlas para desear su fracaso. Algunos de los funcionarios que intentarán conducirla merecen –y ojala la tengan- la mejor de las suertes. Ciertamente, a todos nos convendría contar con un órgano regulador independiente digno de tal nombre.
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