La propina

Finanzas Públicas

Hace una semana fui a Home Depot a comprar un pequeño árbol de navidad. El señor que me atendió fue muy amable; me ayudó a escoger el más bonito, arregló la maceta y puso el árbol en un carrito para que lo pudiera llevar a mi coche. Cuando le iba a dar una propina, me dijo que no la podía aceptar porque ayudarme era parte de su servicio. Me fui de la tienda muy contenta y con ganas de regresar.
Fue tras esta experiencia que caí en cuenta de que, en verdad, no me gusta dar propinas. Nunca sabes si estás dando “lo justo”, y aunque la propina es opcional, la mayoría de las personas teme las consecuencias de no dejarla. En muchas ocasiones la propina es sumada a la cuenta, pero en otras hay que tener efectivo a la mano.
Desde una perspectiva económica, las propinas no siempre son lógicas. Estudiosos del tema han encontrado una débil relación entre la calidad del servicio y la propina otorgada, y hay quienes han señalado que no es “justo” que gane más propina quien te sirve de mala forma un plato caro que quien te sirva de forma excelente uno más barato. Muchos estudios han sugerido que las personas, además, dan propina en función de la apariencia del sujeto que brinda el servicio. Se ha encontrado que en ciudades como Nueva York, los taxistas de nacionalidades “exóticas” reciben menos propina. Y por último, hay quienes consideran que las propinas son una puerta abierta a la corrupción.
Erradicar las propinas traería muchos beneficios, pero hay inercias muy fuertes y muchos intereses para que esto no ocurra. Por ejemplo, existen muchos beneficios de no pagar impuestos sobre las propinas; hay dueños de restaurantes que imponen la repartición de las propinas entre todos los trabajadores, incluyéndolos a ellos, como parte del sueldo. Por parte de la demanda, algunas personas dan propina por miedo a las consecuencias, pero hay quienes lo hacen porque creen que ganan poder, status y control o, con un ánimo filantrópico, creen que ayudan a quienes ganan mucho menos que ellos.
A lo largo de la historia ha habido muchos intentos por erradicar las propinas, desde un movimiento que comenzó el sindicato de meseros en la ciudad de Nueva York en 1909 hasta movimientos que comienzan a finales del siglo 20 con nombres como Anti-Tipping Society of America y The Society for the Prevention of Useless Giving. La petición de fondo es que restaurantes y hoteles aumenten el sueldo de sus empleados y erradiquen las propinas. Sin embargo, la evidencia también sugiere que, salvo en casos donde dar propina es declarado ilegal, los esfuerzos por erradicarla han fracasado, pues dependen de la acción coordinada entre restaurantes y hoteles.
Si vas a salir de vacaciones, las propinas se harán presentes en muchos momentos: con el maletero, el mesero, el taxista, el empleado del hotel que llama al taxista, el barman, el guía, el que te enseña cuál es tu cuarto en el hotel, el que te lleva a tu asiento en el teatro, etc. Por lo tanto, estas fechas son un buen momento para reflexionar si erradicando las propinas obtendríamos una ventaja frente a otros destinos turísticos y estaríamos ampliando la recaudación y formalidad de nuestra economía. Yo sí lo creo.

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