Las lecciones del “maestro”

Finanzas Públicas

La era de Greenspan, de alguna forma, no ha terminado. El llamado “maestro” de las finanzas globales ha sido caracterizado como el mejor banquero central de la historia, y, a la vez, como el responsable de los ajustes más severos en los mercados financieros en la historia. A pesar de su impresionante historial al mando de la “Fed,” deja dos problemas importantes en la agenda de su sucesor, Ben Bernanke: el aterrizaje del déficit de cuenta corriente estadounidense, y el desenlace de la burbuja inmobiliaria.

Empero, más allá de su aciertos o desaciertos, de su legado, de los retos y riesgos de ser el virtual capital de las finanzas internacionales, Greenspan dejó lecciones valiosas, lecciones de capital importancia para el futuro monetario de nuestra civilización.

Una lección fundamental es que, de facto, es posible lograr estabilidad de precios y crecimiento económico durante un episodio prolongado. Esa fue la magia detrás del “long boom” de los 90s. La estabilidad de precios, en esta visión, es un clima que se caracteriza por la toma de decisiones cotidianas en una forma que es independiente de expectativas en torno al futuro comportamiento de precios. La inestabilidad de precios no meramente crea el injusto impuesto inflacionario, sino también representa un alto costo de transacción, que inhibe las oportunidades de crecimiento en una economía.

Una lección relacionada es que, en esta era de avance tecnológico el los sistemas de comunicación en el mundo financiero, la estabilidad financiera es también parte formal del universo de responsabilidades de la política monetaria. El reconocimiento de la fuerza innovadora de la tecnológica, del rol de la productividad, de lo que Walter Wriston llamó el espejismo de la soberanía, es esencial para el ejercicio de una política monetaria que, en su mandato principal, procure la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda.

Los mercados financieros modernos desconocen tiempo, desconocen fronteras, y desconocen distancia. Los parámetros relevantes son riesgo y retorno. Y, gracias al avance tecnológico, rebasan la capacidad del proceso político de detener su movilidad alrededor del mundo. Ello implica una tercera lección para el futuro de la política monetaria: ver el ejercicio de la misma no como función de algún modelo prefabricado, estilo receta que se cocina en las altas esferas de la academia monetaria, sino como función de prudencia, del manejo calculado, hasta intuitivo, de riesgos.

En este paradigma de “risk management,” no hay nada cierto; todo depende de los promedios de probabilidades. La responsabilidad de la política monetaria es minimizar los riesgos, y decidir en función de escenarios de costo-beneficio. El ejemplo más famoso del “maestro” es la decisión de recortar las tasas de interés en forma agresiva y drástica, ante el aun improbable escenario de caer en una espiral deflacionaria, en el verano del 2003, y ante la probable consecuencia de crear un potencial impacto inflacionario en el futuro. El objetivo era evitar riesgos catastróficos, si bien improbables, ante la contingencia de crear un riesgo más probable, pero de menor impacto, y ciertamente manejable. De ello nace la tendencia de aumentar las tasas de interés en estos momentos, por cierto.

La flexibilidad en una economía es esencial, según Greenspan, para desvincular la política monetaria de todas las decisiones económicas. La apertura interna, y la externa, son, en este sentido, complementos ideales para lograr la meta de cualquier banco central moderno: expansión económica prolongada, con estabilidad de precios.

Así también lo entiende Ben Bernanke, el nuevo director de la “Fed.” Esa es, por lo menos, la esperanza que debemos guardar para le futuro monetario de nuestra época.

e-mail: roberto@salinasleon.com

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