Las proporciones de la democracia

Democracia

A la luz del momento que vive nuestro país, las acciones emprendidas por López Obrador ¿son las correctas? Parece que no.

En el arte, como en la democracia, todo está en las proporciones. En la disposición, en la correspondencia debida, adecuada, de las partes de una cosa, con el todo o con aquellas cosas con que se relaciona.

Uno de los dibujos más famosos de todos los tiempos, es el llamado Hombre de Vitrubio, de Leonardo di Ser Piero da Vinci, y que hoy mucha gente reconoce gracias a la novela y a la película de Dan Brown del Código Da Vinci. Ese dibujo, que se conserva en la Academia de Venecia, es célebre precisamente porque se trata de un gran ejercicio del hombre del Renacimiento por tratar de entender y descifrar las proporciones de la anatomía humana.

El Hombre de Vitruvio tiene proporciones que guardan cuidadosa relación con el conjunto del dibujo. Por ejemplo, desde el codo hasta la punta de la mano mide una quinta parte de la altura total del hombre; desde la axila hasta el codo, una octava parte; y el ancho total del hombre, con los brazos extendidos, corresponde con el total de la altura del mismo. Para evidenciar esto último, Da Vinci coloca el dibujo dentro de un cuadrado. El estudio de la proporción es el secreto de la armonía en la pintura.

Las democracias también se construyen con cuidadosas proporciones. No siempre se logra, pero las democracias se consolidan, se vuelven irreversibles, funcionan y son armoniosas cuando todos las partes del juego democrático conservan cierta correspondencia. Cuando existe mesura y una actitud común, que es congruente con el entorno legal e institucional de la democracia.

Cuando los actores políticos enfrentan a un régimen autoritario, los partidarios de la democracia tienen plena justificación ética y política para llevar a cabo acciones que permitan socavar a ese régimen. Se toman plazas, se cierran vialidades, se llevan a cabo acciones de desobediencia civil, orientadas a demostrarle al mundo la condición autoritaria del régimen, la manera como se conculcan las libertades públicas y la carencia de mecanismos para manifestar la voluntad de la mayoría.

México lleva treinta años caminando hacia la democracia y hoy claramente ya no existe un régimen autoritario. Se conservan, es verdad, ciertos enclaves autoritarios que hay que desmantelar y la democracia no ha sabido o no ha podido depurarlos, pero eso es totalmente distinto.

López Obrador ha emprendido, después del 2 de julio, una serie de acciones de protesta que se inscriben en la lógica política de los primeros años de la lucha por la democracia. Ha optado por la resistencia civil pacífica, la movilización, y ahora se decidió por el plantón permanente, cerrando el Paseo de la Reforma y, él mismo, se ha instalado a vivir en el Zócalo.

Todas esas formas de acción política son válidas y pueden ser justificables en la lucha contra un régimen autoritario, pero ya no nos encontramos en esa fase de la transición.

Aunque claramente nuestra democracia adolece de muchas deficiencias y tiene muchos problemas y desequilibrios, tenemos que advertir en qué punto se encuentra nuestra transición. México ya no vive el régimen político controlado por un solo hombre o un partido político, tenemos varios partidos con financiamiento público, contamos con instituciones electorales y poseemos un entorno aceptable de libertades que hacen posible la competencia. Hoy incluso la izquierda forma parte del régimen político.

Debemos reconocer que nos encontramos en una fase posterior y superior del cambio democrático. Estamos en la etapa de los detalles finos, de las reformas de precisión, y en la delicada tarea de consolidación.

A la luz del momento que vive nuestro país, las acciones emprendidas por López Obrador ¿son las correctas? ¿Son congruentes? ¿Son proporcionales? Parece que no.

López Obrador se está equivocando y está leyendo mal el momento por el que atraviesa nuestra democracia. Sus acciones, que pueden ser bienintencionadas, ponen en riesgo no sólo el avance político de la izquierda sino el desarrollo del sistema electoral en su conjunto. Las acciones de resistencia civil que ha emprendido parecen excesivas y sobre todo desproporcionadas y están socavando y le hacen daño a las instituciones nuevas de la democracia.

Es claro que López Obrador necesita darle una salida a su movimiento, pero al hacerlo tiene que preservar el magro avance de la democracia mexicana.

En momentos de crisis como éste, los demócratas, si de verdad lo son, tienen que ser muy cuidadosos para distinguir los objetivos de su causa y reconocer con claridad a los verdaderos enemigos de la democracia.

En el Zócalo, una de estas noches, López Obrador debe pensar en la responsabilidad histórica de su movimiento. Pronto deberá decidir si quiere avanzar por la ruta de la democracia de las instituciones o bien si pretende transitar por la lucha de masas, la confrontación y la violencia. A su alrededor tiene partidarios de ambos caminos. Tiene que optar y calcular.

Al final, se trata de un tema de visiones y proporciones.

e-mail: sabinobastidas@hotmail.com

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