Libertad y Prosperidad

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La interrelación entre libertad y prosperidad tiene una larga historia tanto teórica como práctica. Aunque hay países que han logrado tasas elevadas de crecimiento económico por muchos años y hasta décadas (el caso de China y otras naciones asiáticas es paradigmático), si uno observa el fenómeno del crecimiento con un horizonte de dos siglos, el panorama es elocuente: las naciones cuyos ciudadanos gozan de mayores libertades son también las más prósperas.
Si uno amplía el espectro y considera sólo la libertad económica (a diferencia de política) y todo lo que se asocia con ésta, prácticamente no existe nación que crezca de manera acelerada sin libertades. Hong Kong y Singapur son dos ejemplos que, aunque quizá no equiparables con otras naciones simplemente por su tamaño, ilustran dos formas en que la libertad incide sobre la prosperidad: se trata de dos naciones en que la ciudadanía goza de absoluta libertad económica, aunque las libertades políticas son mucho más amplias en Hong Kong. Quizá no sea casualidad que cada unidad de crecimiento en Hong Kong requiera muchos menos recursos invertidos que en Singapur, donde su gobierno participa íntimamente en las decisiones de inversión e incurre en costos mucho más elevados.
Baste comparar a las naciones de Europa occidental con las de Europa oriental en la era del control soviético o el caso de naciones como Brasil y Chile en nuestro continente: una vez que se incrementan las libertades, la economía adquiere su propio ritmo de crecimiento. Las naciones que más crecen en Europa son las del antiguo bloque soviético. Venezuela y Chile ejemplifican dos extremos del mismo fenómeno en estos años: Chile crece, Venezuela se contrae. La libertad de los ciudadanos para elegir, decidir y emplear recursos tiene un efecto desproporcionado en la creatividad de los individuos y en su capacidad de innovación, ambos factores clave en la elevación de la productividad y, por lo tanto, del crecimiento de la economía.
La evidencia teórica no es menos relevante (2). Un estudio tras otro ha evidenciado una elevada correlación entre la libertad con que actúan los individuos y el impacto generalizado sobre la economía. A primera vista, esto podría parecer irracional: cómo es posible, se valdría preguntar, que muchas inversiones en proyectos o productos similares sea más eficiente (y conducente a la prosperidad) que un proyecto bien planeado y ejecutado que goce del apoyo irrestricto del gobierno. Cuando yo estaba en la universidad realicé un estudio sobre la industria farmacéutica en el país. En los setenta, época en que toda la academia mexicana estaba casi totalmente dominada por la visión marxista, mi primera observación en la realización del estudio fue que me parecía absurdo que tantos laboratorios desarrollaran el mismo tipo de antibiótico. Por qué no mejor, me preguntaba, sumar esfuerzos, racionalizar recursos e invertir en cosas distintas que generaran riqueza de una manera más acelerada para todos.
Con el tiempo fui entendiendo que eso que parecía muy racional no era más que una quimera. Los grandes proyectos estatistas mexicanos -como petróleo, acero, energía y, en esa época, fertilizantes, petroquímicos y demás-, por no hablar del monopolio absoluto de la economía en China o la Unión Soviética, fueron y son todos grandes fracasos. Se invertían montos inauditos de recursos para obtener resultados irrelevantes. El caso de la URSS era patético: las materias primas que se empleaban para elaborar bienes industriales valían más que el producto resultante, es decir, el proceso industrial reducía el valor del PIB total: en vez de agregar valor, éste se perdía. Con el tiempo me percaté de que lo que hace funcionar a una economía no es el control de los recursos sino el riesgo que asumen los individuos al invertir, experimentar e innovar.
Estos factores clave del desarrollo económico -riesgo, innovación, inversión y experimentación- son el alma de la prosperidad. Lo importante no es cuánto se invierte ni cómo se controla la inversión sino que la acumulación de cientos, miles o millones de decisiones de individuos que invierten producen y consumen provocan un clima de generación de riqueza que siempre acaba generando crecimiento en la economía, empleos y, en una palabra, prosperidad. El gran fracaso de las economías soviéticas se reduce a la inexistencia de libertades económicas. El caso de China en las últimas décadas es axiomático: una vez que se creó un entorno de libertad económica, el crecimiento se hizo no sólo posible sino explosivo. En retrospectiva es evidente que los chinos sólo esperaban una oportunidad.
Lo que todavía está por dilucidarse es la permanencia y viabilidad de largo plazo de las naciones cuyas poblaciones gozan de libertades económicas pero no políticas. Nuevamente, el caso de China es clave. En contraste con naciones como Taiwán o Corea -naciones que acabaron transformándose en países plenamente democráticos- China ha logrado evitar, o esquivar, las presiones de democratización que prácticamente todas sus predecesoras han enfrentado en su proceso de crecimiento. La especulación al respecto es galopante y sólo el tiempo dirá si es compatible el capitalismo sin libertades políticas y democracia. De lo que no hay duda alguna es del efecto de la libertad económica en su sentido íntegro (derechos de propiedad, capacidad de hacer cumplir los contratos, independencia de las decisiones de inversión y consumo respecto al gobierno, etc.). Las libertades hacen posible el crecimiento.
El Índice Internacional de Libertad, elaborado anualmente por el Fraser Institute en Canadá, contiene toda la evidencia que uno pudiera desear en esta materia. Aunque ningún índice establece relaciones de causalidad, la información permite entender los factores que inciden sobre el desarrollo. Para comenzar, la libertad económica aumentó sin cesar de 1980 a 2007, para luego retroceder en 2008 a los niveles de 2005 debido a la desaceleración económica mundial. De las cinco dimensiones que componen el índice, tres presentaron caídas de 2007 a 2009: la relativa a la estructura legal y la seguridad de los derechos de propiedad, la de libertad de intercambio comercial y la de gasto gubernamental e impuestos. Esta última medición fue la experimentó una mayor caída, sobre todo por el súbito ascenso de la deuda en algunas naciones europeas, particularmente Grecia, Portugal, Irlanda, e Italia.
Las dos dimensiones que incrementaron su valor de acuerdo al índice de Libertad fueron las relativas al acceso a dinero y recursos monetarios, así como la de regulación del crédito, del trabajo y los negocios. Los países con mayor crecimiento durante los últimos tres años en el Índice de Libertad Económica fueron países africanos y de bajos ingresos per cápita. La lista la encabeza Zimbabwe, la República del Congo, Haití, República Dominicana y Turquía. Los países con mayor caída durante los últimos tres años fueron Islandia, Jordania, Irlanda, Botswana y, rompiendo su patrón histórico, Estados Unidos.
México cayó del lugar 56 en 2005 al 70 en 2007 (previo a la crisis económica) y al lugar 75 en 20093, tras la crisis. Si bien parte de su caída se puede adjudicar al impacto financiero mundial, la caída sustancial de 2005 a 2007 obliga a pensar que hay otros elementos en juego. Las caídas más importantes en las 5 dimensiones entre 2007 a 2009 para México se observaron en el tamaño del gasto gubernamental e impuestos, así como en la estructura legal y la protección de los derechos de propiedad. Dentro de la dimensión del tamaño del gasto gubernamental e impuestos, las variables en las cuales se tuvo una mayor disminución fueron el tamaño del gobierno respecto al tamaño de la economía y la inversión del gobierno respecto a la inversión proveniente de empresas. Dentro de la dimensión de la estructura legal y la protección a los derechos de propiedad , las variables en las cuales se tuvo una mayor disminución fueron 1) independencia del poder judicial, 2) protección de los derechos de propiedad, 3) integridad del sistema legal y 4) restricciones regulatorias en la venta de bienes raíces.
Si bien, como decía antes, el índice no establece (ni permite derivar) relaciones de causalidad, la información que aporta para entender la problemática mexicana es substancial. Lo que el Índice dice es que creció el tamaño relativo del gobierno (lo que implica, típicamente, consumo de recursos financieros y tiempo de la burocracia), desplazando al sector privado. Además, en nuestra historia el crecimiento del gobierno siempre implica un número mayor de burócratas que crean nuevas regulaciones y requisitos, todo lo cual entorpece el funcionamiento normal de la economía, reduciendo su potencial de crecimiento. Mucho más importante es la segunda dimensión que muestra deterioro: la disminución de las garantías a los derechos de propiedad, menor independencia del poder judicial y, en una palabra, un debilitamiento del Estado de derecho, sin el cual el riesgo que percibe un empresario o inversionista se eleva, otra fuente de menor crecimiento.
La crisis por la que atraviesa el mundo -particularmente los países desarrollados que, con mayor o menor claridad, son el modelo de civilización al que aspira el resto del orbe- nos obliga a repensar la importancia y trascendencia de la libertad económica. Si algo es claro en este momento es que es insostenible una estructura de producción fundamentada en regulaciones excesivas y orientada a sostener un costoso aparato de salud y retiro. Si bien México ha construido una estructura más sana para el financiamiento de las pensiones a través de las Afores, el costo del exceso de controles y, en una palabra, de muy limitadas libertades económicas que muestra el Índice, tiene un evidente impacto en la forma del magro crecimiento que la economía ha experimentado en los últimos cuarenta años. Este hecho debería obligarnos a reparar sobre los impedimentos que enfrentan quienes son responsables de la creación de riqueza: los inversionistas y los empresarios. La falta de libertades económicas sería un buen lugar para comenzar.
2 http://www.freetheworld.com/papers.html
3 Los datos contenidos en el Índice de Libertad Económica 2011 corresponden al 2009, último año para el que se cuenta con información.

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Luis Rubio

Luis Rubio

Luis Rubio es Presidente de CIDAC. Rubio es un prolífico comentarista sobre temas internacionales y de economía y política, escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times.