El camino para lograr los niveles de crecimiento y generación de empleos bien pagados que nuestro país requiere contar con una población educada y con habilidades para competir en el siglo XXI. Además de una educación orientada a la resolución de problemas, del dominio del español y las matemáticas, la economía actual requiere del desarrollo de nuevas habilidades, entre las cuales ocupan un papel primordial el inglés y la computación.
Saber hablar inglés y utilizar una computadora se traduce en la posibilidad de obtener un mejor empleo. Los ejemplos, sobran.
Un trabajador de la industria turística -la tercera fuente de divisas del país- amplía su rango de posibilidades cuando puede comunicarse con la multitud de extranjeros que visitan el país y hablan inglés, pero no español.
Un productor de flores puede aumentar sus ventas -y aprovechar de manera efectiva nuestra ubicación geográfica y tratados de libre comercio- si es capaz de colocar una página de Internet e intercambiar correos electrónicos en inglés con clientes potenciales en Estados Unidos y Canadá -las flores tropicales se encuentran libres de gravamen en el TLCAN.
En la India, miles de jóvenes han mejorado considerablemente su nivel de vida trabajando en call centers, desde donde brindan servicios de atención telefónica a todo el mundo. Mientras tanto, aunque en México tenemos la ventaja de compartir husos horarios con los Estados Unidos, este tipo de empresas no se han desarrollado por la dificultad de encontrar candidatos con un nivel mínimo de inglés y computación.
Este problema no es específico de una industria. Las empresas especializadas en recursos humanos señalan de manera continua que reciben cientos de aplicaciones para cada vacante de nivel universitario que publican, pero que deben descartar a la mayoría por no contar con el nivel requerido de inglés y computación. La Encuesta CIDAC sobre Capital Humano en México muestra que, en efecto, el grueso de la población urbana del país en edad productiva tiene un bajo nivel de estas dos habilidades.
Apenas una de cada tres personas declara saber por lo menos un poco de inglés y solo la mitad han utilizado alguna vez en su vida una computadora. El panorama se torna aún más preocupante cuando consideramos que solamente dos de cada 100 alcanzan el valor máximo en el índice de dominio del inglés elaborado como parte del estudio y que ocho de cada 100 lo obtienen en el índice de dominio de computación correspondiente.
En otras palabras, hay un segmento no menor de la población que tiene algún grado de “familiaridad” con el inglés y la computación, pero son, particularmente en el caso del inglés, muy pocos los que tienen un dominio funcional. Es decir, la inmensa mayoría no tiene el nivel suficiente para desempeñarse en un ambiente laboral.
La encuesta de CIDAC documenta también que los pocos que sí saben inglés y computación son sobre todo quienes tienen un ingreso familiar alto (ver gráfica adjunta). Como la preparación con que contamos está asociada a la posibilidad de conseguir un trabajo bien pagado, la brecha en habilidades puede terminar reforzando la brecha del ingreso.
Es prioritario que atendamos la problemática expuesta. Una población bien preparada es vital para aumentar el atractivo del país para la inversión y nuestra capacidad de generar empleos bien pagados. Del mismo modo, brindar oportunidades más equitativas en materia de educación es necesario para que los beneficios del crecimiento económico puedan llegar a la mayoría.
En lo que constituye un paso acertado en este sentido, el Presidente Felipe Calderón anunció de manera reciente una reforma educativa que incluye la enseñanza del idioma inglés. Sin embargo, debemos hacer aún más al respecto. De lo que se trata es de lograr que el inglés y la computación se conviertan en factores de impulso a la competitividad de México y no, como hoy en día, en limitantes.
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