Un análisis de los datos sobre nuevo ingreso a la UNAM confirma que México se está rezagando en la formación de ingenieros y científicos.
El pasado 13 de agosto alrededor de 38 mil jóvenes iniciaron su preparación a nivel licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México. El proceso seguido para seleccionar a estos nuevos estudiantes nos brinda una buena oportunidad para plantearnos una interrogante cada vez más pertinente: ¿a qué carreras aspiran quienes buscan cursar estudios universitarios?
La carrera que eligen quienes ingresan a la educación superior tiene un efecto directo sobre el capital humano disponible en el corto y mediano plazo para el desarrollo del país. La ecuación es simple, los universitarios de hoy son los futuros profesionistas y estudiantes de posgrado.
Nuestro país requiere del capital humano indicado para impulsar la economía del conocimiento. La experiencia internacional nos muestra que las naciones que han avanzado más en el abatimiento de la pobreza y la construcción de prosperidad han seguido una ruta basada en el desarrollo de la ciencia y la tecnología. En este sentido, el caso de los llamados tigres asiáticos es paradigmático.
Corea del Sur, Taiwan, Singapur y Hong Kong acompañaron una ambiciosa agenda de reformas de libre mercado con una clara apuesta por la educación como motor del crecimiento. De esta manera, cimentaron la generación de capacidades que les han permitido incorporarse al club de las naciones desarrolladas.
Está claro pues que, como país, nos conviene que cada vez más jóvenes estudien disciplinas relacionadas con el desarrollo tecnológico. Necesitamos de más científicos e ingenieros para poder enfocar nuestra economía en actividades generadoras de alto valor agregado, como el desarrollo de software y de patentes de biotecnología. Esta es una ruta más sólida para el crecimiento económico sostenible que la de un modelo basado meramente en la manufactura y agricultura.
Este año, la UNAM abrió dos convocatorias –en febrero y junio de este año- para participar en su examen ingreso a licenciatura para el ciclo escolar 2007-2008. En respuesta, más de 150 mil jóvenes se registraron para concursar por los 13,200 lugares disponibles en el sistema escolarizado[1] de la institución. Así, en promedio, hubo doce aspirantes por cada espacio ofertado por la UNAM.
La proporción entre aspirantes (demanda) y lugares disponibles (oferta) en la convocatoria presentó una variación interesante para cada una de las cuatro áreas en que la UNAM agrupa su oferta educativa para el nivel licenciatura: i) ciencias físico – matemáticas y las ingenierías; ii) ciencias biológicas y de la salud; iii) ciencias sociales; y iv) humanidades y las artes.
Así, es de resaltar que a pesar de que 28 por ciento de los lugares disponibles en la convocatoria de junio pertenecían al área de ciencias físico–matemáticas y las ingenierías (área i), solo el 18 por ciento de los participantes en el concurso buscaron un espacio en carreras de esta área.
En otras palabras, por cada lugar disponible en el área i hubo en promedio solo siete aspirantes registrados. En contraste, hubo 11 aspirantes por cada lugar ofertado en el área de ciencias sociales y 15 aspirantes por cada espacio en concurso en las ciencias biológicas y médicas, y en las humanidades y las artes.
El débil interés –comparativamente hablando- por las ciencias físico–matemáticas y las ingenierías representa un llamado de atención a tomar en cuenta. Después de todo, este es uno de nuestros más importantes semilleros de científicos e ingenieros.
Un análisis de la relación entre oferta y demanda de matrícula en cada una de las 25 carreras que componen el área i arroja indicios encontrados. Destaca que cuatro de las cinco carreras que presentaron mayor demanda con respecto al número de lugares disponibles están relacionadas de manera directa con el desarrollo tecnológico: Ingeniería Mecatrónica, Ingeniería en Computación, Ingeniería en Telecomunicaciones y Ciencias de la Computación.
De manera positiva para quienes creen en la apuesta a la tecnología como estrategia de desarrollo, más de una cuarta parte de los aspirantes de esta área buscaron ser admitidos en alguna de las cuatro carreras enunciadas. Sin embargo, solo el siete por ciento del total de los lugares ofertados en el área pertenecían a estos programas de estudio.
Es decir, los interesados en programas vinculados de manera directa con tecnologías de información encontraron mayores dificultades para ser seleccionados que el resto de los participantes en el concurso. Así, se abrió –por ejemplo- un espacio por cada 52 aspirantes a la carrera de Ingeniería Mecatrónica. En contraste, Arquitectura ofertó un sitio por cada ocho jóvenes registrados, ocupando el 16 por ciento del total de la matrícula del área.
Ciertamente, los datos aquí presentados distan de ser un estudio exhaustivo de la oferta y demanda por carreras de las ciencias físico-matemáticas y las ingenierías en el sistema de educación superior en México o, incluso, en la propia UNAM. No obstante, son consistentes con una preocupación que empieza a ganar terreno en el debate público: nos estamos quedando rezagados en la formación de científicos e ingenieros.
Nos hace falta encontrar los mecanismos necesarios para aumentar en los aspirantes a la educación superior el interés por las carreras de las llamadas ciencias duras y las ingenierías. Esta es una tarea una incumbe no solo a las universidades, ya que incluye – por ejemplo – la labor de formación en matemáticas que se lleva a cabo en los niveles educativos previos y la orientación vocacional que reciben los jóvenes y sus familias.
Del mismo modo, es necesario generar las opciones adecuadas para que más jóvenes puedan cursar programas de estudio relacionados con el desarrollo tecnológico. No cabe duda que las universidades públicas realizan una tarea de suma valía al cubrir en su oferta educativa todas las ramas del conocimiento. Sin embargo, quizás se requiera más flexibilidad en la asignación de recursos para atender la demanda de alumnos prospectos y, en general, de la nueva economía.
No contar con el capital humano indicado para competir en la economía del conocimiento está limitando nuestras posibilidades de desarrollo. Se trata de elegir hoy opciones que construyan futuro.
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