Los imponderables de Enrique Peña Nieto

En 2012 Enrique Peña Nieto llegó a la presidencia con el lema “te lo firmo y te lo cumplo”. La campaña capitalizaba la esperanza de que el regreso del PRI a los Pinos estaría marcado por la efectividad de la maquinaría priista para resolver los problemas del país, especialmente aquellos en materia de inseguridad. Transcurrido el primer trienio de Peña, dichas expectativas se han desintegrado gradualmente. Si bien se lograron muchas cosas, el Ejecutivo demostró una enorme incapacidad para administrar eventos imponderables. Esto ocupó toda la atención de Peña Nieto y además acabo por afectar su popularidad. Así, la aprobación es una variable que narra bien la historia de este gobierno hasta el momento, desde las reformas estructurales hasta lo sucesos para los que no estaban preparados como Ayotzinapa y la Casa Blanca, que han impactado la confianza y credibilidad de la sociedad con el mandatario.

La “luna de miel” del primer año

La elección de 2012 marcó un cambio de rumbo tras doce años de gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN). Si bien la nueva administración acarreaba expectativas de un cambio de enfoque en el manejo de la agenda de gobierno, es importante resaltar que los electores fueron cautelosos. Los índices de aprobación al inicio de las administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón fueron del 70% y 58%, respectivamente, mientras que la aprobación de Peña fue de apenas el 50%. La elevada aprobación de Fox encuentra su lógica en el bono democrático, es decir el entusiasmo provocado por el final de 70 años de administraciones priistas. Sin embargo, llama la atención que inclusive Felipe Calderón, quien asumió el cargo en medio de un conflicto post electoral importante, haya tenido una aprobación mayor que el presidente priista.

Ante este escenario, los primeros meses del gobierno de Peña fueron el escenario de una serie de aciertos, dentro de los que destaca el arresto de Elba Esther Gordillo (ex lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación). Este golpe a la dirigente magisterial, que por años fue cuestionada por presuntos actos de corrupción, lavado de dinero y enriquecimiento ilícito, y que algunos señalan como la principal responsable de los retrasos y fracasos del sistema educativo de nuestro país, representó una ampliación al margen de gobernabilidad de Peña Nieto. También marcó el final de la alianza entre el SNTE y el Gobierno Federal, y además otorgó el beneficio de la duda de que ello podría haber significado el inicio de una agenda en contra de la corrupción sindical y el abuso de poder de grupos de interés históricamente cobijados por las administraciones en turno. En retrospectiva, solamente se limitó a un uso selectivo de la justicia para aumentar la legitimidad del Presidente y mandar el mensaje de la supremacía de Los Pinos ante otros grupos de interés.

Durante el primer año, el gobierno de Peña también comenzó a construir la agenda de reformas estructurales. El Pacto por México, que se firmó un día después de la toma de posesión, perfiló a la figura del Presidente como el facilitador del “modelo reformador” que garantizaría el desarrollo económico del país. En su momento, Peña se percibió como alguien que podía lograr consensos entre las distintas fuerzas, aprobar reformas que otros no aprobaron, e inclusive aparentó contar con una visión de país a futuro. Además, decidió eliminar el tema de la inseguridad del discurso oficial. Durante este periodo (abril 2013), puede observarse que el porcentaje de aprobación del presidente Peña Nieto registró un aumento del 2% (ver Gráfica aprobación).

A pesar de esto, a finales de 2013, los índices de aprobación registraron su primer movimiento a la baja, gracias al desgaste que acarreó la reforma energética que prácticamente dividió a la opinión pública alrededor de uno de los temas más controversiales de la política mexicana. De igual forma la aprobación de la Reforma Fiscal provocó el descontento, tanto del sector empresarial como de la población en general, debido a los aumentos en los impuestos como el IEPS y la homologación del IVA del 11% al 16% en la zona fronteriza.

 

Gráfica1Fuente: Encuestas del periódico Reforma

El repunte de 2014

Como demuestra la Gráfica, las mediciones realizadas en abril y agosto de 2014 registraron los más altos niveles de aprobación del gobierno de EPN hasta ahora. Esto se explica fundamentalmente por el éxito que representó la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán en febrero de ese año. El arresto del narcotraficante más buscado a nivel nacional e internacional, posicionó al gobierno de Peña como un Ejecutivo capaz de enmendar los errores de los expresidentes panistas y comprometido con la lucha en contra de los líderes de los cárteles de la droga. Gracias a este acierto, y a las esperanzas que acarreaban las reformas estructurales, (que hasta ese momento permanecían intactas), el gobierno de Peña acaparó los reflectores internacionales y se posicionó como el “salvador de México”[1]. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo para evidenciar las flaquezas de la administración federal, tanto en el caso específico de la aprehensión del Chapo Guzmán como de la ausencia de planes de implementación de las ambiciosas reformas. Este mismo año, se dio el fin del Pacto por México, lo que terminó por evidenciar la fragilidad de las reformas en el mediano y largo plazo. Esto además abonó al debilitamiento de los partidos de oposición que avalaron el Pacto por México dejando pocos contrapesos en el Legislativo y siendo cuestionados también por las reformas.

Punto de inflexión

Hasta el tercer trimestre de 2014, la sensación de un país que apuntaba hacia cambios estructurales ambiciosos comenzó a derrumbarse gracias a las tragedias de Tlatlaya y Ayotzinapa en agosto y septiembre de 2014. El desacierto de haber eliminado la temática de inseguridad del discurso oficial se vio exacerbado por estos episodios de violencia de alto impacto que se conjuntaron con un incremento en los índices delictivos a nivel nacional. La percepción de inseguridad comenzaba a deteriorase en toda la República, sobre todo en estados como Guerrero y Estado de México[2]. Estos acontecimientos demostraron cómo el problema de la inseguridad, la crisis de derechos humanos, la corrupción e infiltración por parte del narcotráfico en las instituciones municipales y estatales, y la ausencia de Estado de Derecho, son obstáculos que están lejos de ser resueltos. No es casualidad que el porcentaje de desaprobación del actuar del gobierno en materia de seguridad haya aumentado de 52 a 64% en este trimestre. Por otro lado, la respuesta del gobierno federal ante ambas crisis – particularmente Ayotzinapa – fue tardía y demostró la fragilidad de sus instituciones, como la Procuraduría General de la República. Durante este periodo, el gobierno registró una caída importante en su porcentaje de aprobación, registrando el 39%.

El reportaje sobre La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto fue el golpe definitivo para destruir la imagen que el presidente del país había construido en los medios de comunicación como el hombre que estaba “moviendo a México”. A partir de este momento, los escándalos de corrupción acerca del mandatario y de miembros de su gabinete – como la casa de Malinalco de Luis Videgaray- mantuvieron los índices de aprobación estancados en el 39%. (Marzo 2015). Una vez más, el pésimo manejo de dichas crisis, por medio de la resucitación de la Secretaría de la Función Pública encabezada por un aliado del Presidente, la simulación de un compromiso por combatir la corrupción con el impulso a un retórico Sistema Nacional Anticorrupción, y la decisión de utilizar a la Primera Dama como chivo expiatorio, demostró que el Ejecutivo no sólo no estaba exento de culpas, sino que era incapaz de responder ante sus errores.

Golpe definitivo

El presidente Peña alcanzó el punto más bajo de aprobación de cualquier presidente desde 1995 – al inicio del sexenio de Ernesto Zedillo – bajo un contexto de fuerte crisis económica. La fuga del recién capturado líder del cártel de Sinaloa en julio de 2015, evidenció la total incompetencia del gobierno. La fuga de “El Chapo” del penal del Altiplano demostró, por un lado, el alcance de la corrupción a lo largo de las instituciones de seguridad y puso en ridículo la eficacia de las instituciones penales y de procuración de justicia del Estado. Como consecuencia, el índice de aprobación de Peña cayó al 34% y su desaprobación aumentó a 64%. Asimismo, el porcentaje de la población que desaprobaba el desempeño del gobierno en materia de combate a la corrupción registró el punto más alto de todo el sexenio al colocarse en 76%. Durante este periodo, la opinión pública nacional e internacional desechó el beneficio de la duda que se le había entregado al Presidente y comenzó a presentarlo como “el salvador que no fue”.

Repunte blando de la aprobación

Por último, la encuesta de aprobación más reciente publicada por el diario Reforma muestra un ligero aumento en la aprobación del presidente Peña. A pesar de esta mejora, la situación de Peña Nieto sigue siendo inestable y parece ser producto de una ausencia de crisis o errores, más que producto de aciertos del propio gobierno. Además, si analizamos los distintos rubros o temas en los que se evalúa la labor del Ejecutivo, tales como educación, seguridad, economía, empleo, combate a la pobreza y corrupción, salud, política interna y política exterior, el gobierno tiene una tendencia a la baja desde 2013 y en la edición más reciente se encuentra reprobado en cada uno de los temas. Esto significa que el aumento en la aprobación no está sustentado por algún logro en particular, por lo que fácilmente puede volver a caer de suceder otro episodio imponderable.

Conclusión

Podría haber gobiernos populares que no hagan el trabajo necesario, pero también existen gobiernos eficaces que por sus propias políticas resultan impopulares. El gobierno de Enrique Peña Nieto se encuentra en el peor de dos mundos: es altamente impopular y tampoco está llevando a cabo medidas necesarias para el desarrollo del país. Los aciertos al inicio del sexenio no eran parte de una estrategia integral de gobierno, por lo que fueron insostenibles ante imponderables mal manejados. El reto actual de Enrique Peña Nieto es tomar las riendas del país a pesar de que esto pueda costarle más puntos en su aprobación. En el largo plazo, esto también puede ser la única forma de lograr un repunte en su imagen y confianza ante la ciudadanía.

 

[1] La revista estadunidense TIME de Febrero de 2014 publicó en su portada la imagen del presidente Peña y tituló el ejemplar “Saving Mexico”.

[2] ENVIPE 2015, http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/encuestas/hogares/regulares/envipe/envipe2014/default.aspx

 

Autores: Ximena López, Mireya Moreno, Carlos De la Rosa y Rafael Vega
Coordinadora: Mariana Meza
Editor: Lorena Becerra

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