Los retos en un siglo urbano

Transporte

Hace no mucho tiempo algunos expertos pensaban que la geografía se volvería irrelevante. La tecnología y un mayor nivel de conectividad en la sociedad -fax, internet, celulares- llevarían a las personas a dejar de aglomerarse en torno a las ciudades, pudiendo vivir y trabajar donde les placiera. Si uno podría estar “conectado” desde cualquier lugar del planeta, ¿por qué vivir en la ciudad?

La realidad ha resultado muy distinta. El Siglo 21 será, lo vemos ya, el siglo urbano por excelencia. En 1950, alrededor del 70 por ciento de la población mundial vivía en zonas rurales. Pero apenas medio siglo después, la población urbana supera a la rural. Incluso se prevé que para el 2050 el 70 por ciento de la población mundial será urbana. En otras palabras, en uno de los fenómenos demográficos más profundos y rápidos jamás presentados, bastaron 100 años para que la ecuación rural-urbana se invirtiera. Esta nueva realidad naturalmente presenta problemas y retos nunca antes vistos.

En México, el acelerado proceso de urbanización nos ha rebasado en más de un aspecto. Y esto aún no se acaba: millones de personas todavía aguardan emigrar del campo a la ciudad. Además, México posee ya una de las tres ciudades con más habitantes del mundo. Esto presenta y seguirá presentando retos enormes para la innovación, la coordinación y la logística.

Algunas de las oportunidades que han surgido son exclusivamente para las empresas y otras tantas para los gobiernos, pero los retos más importantes requieren del trabajo de ambas partes. En particular hay tres áreas que son muy claras: conectividad, transporte y experiencia. Veamos.

La conectividad llegó para quedarse. Trabajar desde un café internet, mandar mensajes de texto y fotos por el celular, saber quién te marca desde que suena el teléfono y cortar a tu novia vía Facebook son realidades del México de hoy, sobre todo de las nuevas generaciones. Si bien una de las maravillas del teléfono es que puedes hablar con alguien en el otro lado del mundo, también es cierto que buena parte de las llamadas se realizan con las mismas personas, que además se encuentran a distancias relativamente cortas. En otras palabras, la telefonía no necesariamente contribuye a que la gente permanezca en sus lugares de origen (de hecho, hay quien ha argumentado lo contrario: que el teléfono alienta la concentración urbana).

En materia del desarrollo económico de las urbes, el que los mexicanos paguemos caro por una telefonía celular que además ofrece un mal servicio es un problema para la economía local, por principio. Es un tema cuya regulación le corresponde al Gobierno, con el propósito de que, vía la competencia, lleguen mejores servicios a los ciudadanos. Otro caso interesante de alianzas entre lo público y lo privado es el proyecto donde el Gobierno del Distrito Federal ha comenzando a trabajar con la empresa de tecnología china ZTE para el proyecto de internet inalámbrico en el Centro Histórico.

La movilidad -o falta de ella- es sin duda un obstáculo enorme para la productividad de las ciudades. Este problema es especialmente agudo en la Ciudad de México y es cada vez más relevante en otras ciudades del País. De manera anecdótica, pero quizá representativa, en el último mes conocí a dos personas que se mudaron a cuadras de su trabajo y vendieron su automóvil. El tráfico los había colmado. Un estudio realizado por la Unión Internacional de Transportes Públicos (UITP) muestra que en 2003, la Ciudad de México presentó la mayor concentración de automóviles en el continente (353 unidades por kilómetro carretera). Las consecuencias de esto en el mundo empresarial, productivo, están ahí: por principio, hay empresas capitalinas donde vivir a más de 15 minutos de sus instalaciones ya es un factor relevante en el proceso de contratación.

El transporte es otro tema donde el Gobierno y la iniciativa privada deben trabajar de la mano. El Túnel Reforma y la Supervía Poniente serán experimentos interesantes. Por primera vez tendremos vías de cuota en la ciudad y el Gobierno de la ciudad será únicamente un socio más de este proyecto. Del éxito o fracaso de dichos proyectos dependerán, no sólo trayectorias políticas y el éxito financiero de las empresas involucradas, sino la posibilidad de darle a la ciudad la movilidad que requiere para crecer económicamente.

Por último, la “experiencia urbana” es un factor cada vez más importante para los habitantes del planeta. Las personas viven en la ciudad porque es una fuente de empleo, pero también porque quieren ir a cafés, poder caminar en un parque, tener opciones gastronómicas y culturales, relacionarse con personas similares a ellos, vivir en un lugar donde la creatividad aflora, entre otros beneficios tangibles e intangibles. Solamente en la medida en que la ciudad logre atraer a ingenieros, artistas, emprendedores, programadores y académicos -a la “clase creativa”- podrá aquella avanzar. Y para esto se requiere tanto del Gobierno como de la iniciativa privada.

A pesar de las vías de comunicación, o precisamente por ellas, cada día más mexicanos deciden vivir en la ciudad. Esperemos que el sector privado y las autoridades no cesen de pensar en nuevas formas de mejorar nuestra vida urbana.

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