Más allá de la macroeconomía

Reformas

El dato de inflación anual de 3.3% para el año pasado es más, mucho más, que un simple número, o estadística macroeconómica. Es un hecho con profundas implicaciones para el quehacer de la economía real, para el salario real, para el futuro de la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda.

En este sentido, debemos aprender a mirar más allá de la macroeconomía, del dato, de la estadística digital. La transición a un clima de estabilidad conlleva un cambio de tipo cultural, una verdadera transformación en la forma de actuar, y de pensar, en la realización de nuestras actividades cotidianas. De entrada, el largo-plazo ya no es la próxima semana, o el próximo mes, como lo era en los tiempos de inflación-devaluación-inflación. El largo plazo es, ahora, el largo plazo—un horizonte de oportunidades donde se puede planear, e invertir, descontando el riesgo financiero de un futuro de fuerte volatilidad inflacionaria, y de inflaciones altas.

La compra de una casa, la inversión en un proyecto, el incentivo de ahorrar—todo esto, y mucho más, sólo es posible bajo un clima de inversión donde el poder adquisitivo es, ceteris paribus, estable. Por ello, no deja de sorprender que persistan voces reclamando un cambio para “suavizar” la política monetaria, literalmente para inflar los billetes, con el ánimo de crear ese falso sentido de abundancia financiera.

Una consecuencia importante, de hecho, de un clima de estabilidad es la formación de mercados de capital más profundos, más estables. Este hecho será capital para nuestra economía—y para nuestra expectativa de que el país pueda contar con mercados de capital accesibles, fáciles, y sofisticados a la vez.

Otra consecuencia igualmente importante es que un clima de estabilidad permite detectar otras áreas que adolecen de algún mal, y que, por ende, requieren un cambio. Este es, sobre todo, el caso con los altos costos de transacción derivados de la tramitología, o de regímenes fiscales preferenciales, de la inflexibilidad en los mercados laborales, o de la misma incertidumbre alrededor de los derechos de propiedad. En otras palabras, una vez que el cuerpo económico se ha librado de la grasa y gordura inflacionaria, puede empezar a atender otras partes del cuerpo que siguen sufriendo de alguna debilidad—y hacerlo de una forma congruente con los males vigentes, por ejemplo, a través de una reforma fiscal, o una nueva ola de desregulación.

Una última consecuencia, muy particular al entorno mexicano, es que un clima de estabilidad prácticamente neutraliza la expectativa natural que empieza a surgir, sobre si habrá o no crisis de fin de sexenio. El tipo de cambio influye menos en la trayectoria de los precios, en la forma inercial en que lo hacía en el pasado. Ahora sí, a pesar de nuestro muy pobre historial cambiario, podemos decir que, a menos de que suceda algo totalmente inusual, no habrá crisis de fin de sexenio.

Un agregado macroeconómico, después de todo, es eso—un agregado. Pero el dato de inflación es significativo, precisamente porque habré un panorama de estabilidad que no se había dado en el país desde la década de los 60s.

e-mail:roberto@salinasleon.com

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