Mensajes de un electorado volátil: las elecciones mexiquenses

PRD

Las elecciones del pasado domingo en el Estado de México mostraron la cada vez más acentuada volatilidad del electorado mexicano. En 76 de los 125 ayuntamientos habrá cambio de partido en la presidencia municipal.

Desde luego no se puede extrapolar lo sucedido en la elección de munícipes y congreso local en el Estado de México, con lo que podría ser la elección federal de julio próximo; sin embargo, por la cercanía de la elección federal y la estructura social y electoral del estado, no se puede evitar analizar las lecciones que deja a los partidos políticos el proceso electoral en la entidad federativa con más electores en el país.

Para el PRD los resultados son alentadores. Fue el ganador de la jornada, obteniendo 37% de los votos (por 33% del PRI). Formó una coalición sólida que logró realizar una campaña bien articulada. Además de capitalizar los escándalos y errores en las filas contrarias, el candidato presidencial de la coalición, AMLO, realizó en la recta final de la campaña intenso trabajo de infantería, recorriendo en una semana 43 municipios mexiquenses, logrando un “efecto peje”. Este repunte en el Estado de México y las tendencias de las encuestas recientes en las campañas presidenciales, dan motivos de júbilo a los perredistas.

En las filas priístas hay muestras de desolación. A ocho meses de obtener en la elección de gobernador del Estado de México su primera victoria por más de 20 puntos porcentuales en dos lustros, el PRI quedó relegado a segunda fuerza electoral, cayendo su porcentaje de votación 14.5 puntos (perdió 600 mil votos). Le afectaron los escándalos protagonizados por el gobernador precioso y, principalmente, por Arturo Montiel y el hecho de que la administración del gobernador Enrique Peña hubiera pretendido exonerarlo. La estructura priísta local, que actuó de forma articulada en torno a la campaña a gobernador, se debilitó con la inconformidad de grupos perdedores tras las nominaciones a alcaldías y diputaciones. Por su parte, Roberto Madrazo sigue haciendo campaña sólo entre priístas y no ha penetrado en sectores decisivos del electorado.

Pero quizá la mayor señal de alarma en el tricolor sea el que su voto duro se está erosionando. Se consideraba que en un escenario de poca participación ciudadana y presencia significativa del PAN y el PRD, el voto duro del PRI podría abrirle paso para ganar la contienda. Esta hipótesis se dio en la pasada elección de gobernador, donde con una abstención del 57% el PRI obtuvo una contundente victoria; sin embargo, en la elección del domingo pasado a pesar de que se dio una abstención de 60% (y en Nezahualcóyotl la abstención fue de 72%) el PRI apenas obtuvo un tercio de los votos, insuficiente para superar a sus adversarios.

El PAN no aprendió nada de la caída libre que tuvo en las preferencias ciudadanas en la elección de gobernador de hace ocho meses. Tuvo de nuevo problemas internos en la selección de candidatos, no capitalizó la caída del PRI; y aunque mantuvo su votación prácticamente igual, hizo lo suficiente para quedar como tercera fuerza electoral del estado (siete puntos porcentuales atrás del PRI), perdió espacios en el Congreso y en los ayuntamientos.

La buena noticia para los partidos es que se ha demostrado que los tres meses que restan a las campañas locales, pueden ser suficientes para lograr cambios importantes. De acuerdo con las encuestas, aún queda un 15% de indecisos por conquistar, así como 25% de los electores que aunque tiene en mente votar por un candidato determinado, no está cerrado a considerar las propuestas de los demás contendientes.

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