“Este es un gran momento para irte a dormir.” Esta podría ser la voz de mi conciencia, pero no: es solamente un mensaje de mi Larklife.
El sistema de Larklife consiste en una pulsera que está sincronizada con mi teléfono y que genera reportes que me indican, desde cuántas horas he dormido y la calidad de mi sueño, hasta la cantidad de pasos que he dado en el día, las calorías consumidas y el nivel de ánimo que tuve a diferentes horas. Con esta información, recibo reportes y recomendaciones concretas: horas en las que mi calidad de sueño es mejor y momentos en que comer o hacer más ejercicio físico tendría un mayor impacto sobre mi bienestar.
Este mecanismo puede resultar invasivo u ocioso para muchos. Pero es parte de una tendencia donde las computadoras personales transformarán, cada vez más, la forma en que vivimos y trabajamos. En esta tendencia convergen el interés mundial por la “superación personal”, hasta ahora expresada en libros, seminarios y teleconferencias con gurús, la ubicuidad de nuestros accesorios tecnológicos, y las mayores capacidades de éstos. El fenómeno ya tiene un nombre: the measured life, o “vida cuantificada”.
Hacia el ofrecimiento de mejores productos para “medir tu vida” se están moviendo decenas de jugadores, tanto nuevos, como Lark, como viejos, como Nike con su FuelBand. Todos con el fin de brindarle al usuario información sobre sí mismo y su desempeño físico y emocional que antes era inimaginable obtener.
Tan sólo en la primera mitad de 2012, se estima que firmas de capital de riesgo en todo el mundo invirtieron 700 millones de dólares en compañías privadas que producen artículos basados en sensores para captar información, como lo son BodyMedia, Jawbone, Livescribe, Recon Instruments y Zeo.
Más aún, la inversión en este sector se está adelantando a lo que pasará tarde o temprano: el negocio ya no será vender más teléfonos “inteligentes”, sino vender los accesorios y aplicaciones que generen un puente entre esa tecnología, nuestro conocimiento médico, nutricional y psicológico, y las decisiones que tomamos en cada instante.
Los productos actuales son aún algo toscos, pero los sensores que emplean serán capaces de recolectar cada vez más datos de nuestros cuerpos y del entorno. Hasta ahora se ha privilegiado el nicho del fitness, pero eventualmente veremos aplicaciones y tecnología que ofrezcan asesoría en tiempo real sobre nuestras finanzas personales, el paisaje urbano –ahí están los “lentes de realidad aumentada” anunciados por Google- y hasta nuestros niveles de azúcar, grasa u hormonas… en tiempo real.
La curva de aprendizaje no es sólo tecnológica, sino también psicológica. Aquí entra la economía del comportamiento, por ejemplo. Algunos productos actualmente buscan incentivar mejores hábitos en sus usuarios a través de redes sociales. El supuesto es que, si en Facebook aparece en cuánto tiempo corrí 10 kilómetros, me podría sentir más motivado a continuar corriendo. Sin embargo, otros productos consideran que la exhibición pública de los resultados, más que motivar, ahuyenta a quienes no tienen una gran condición física. Aún estamos en una fase de prueba y error.
En cuanto al sueño, por ejemplo, hay todo un debate. A muchos les gustaría dormir menos sin que el cuerpo lo resienta. Para esto hay productos que ofrecen despertarte en el momento en que tu ciclo de sueño es más ligero, empleando un sensor debajo del colchón -literalmente-, aún si falta tiempo para que llegue tu hora programada. Otra escuela de pensamiento considera que es mejor dormir más aún si despiertas a medio ciclo de sueño.
Al final, el objetivo de estos dispositivos es cerrar la brecha entre percepción y realidad: ¿Sabes en qué se te fue la mayor parte de tu ingreso el mes pasado? ¿Cuántas veces crees que despiertas por la noche? ¿Cuántas veces comes en un día? En efecto, la verdad podrá hacernos libres, pero sólo en la medida en que deseemos conocerla y estemos dispuestos a cambiar gracias a ella. Si no queremos, la tecnología no puede hacer nada por nosotros.
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