Milenio nuevo, problemas viejos

Competencia y Regulación

El mundo del nuevo milenio va a ser muy distinto al que acaba de concluir. Aunque fue muy poco lo que cambió entre el fin del mes de diciembre y el inicio del mes de enero, el simbolismo del cambio de siglo y de milenio es extraordinario. El inicio del 2000 nos obliga a ver hacia adelante y a definir objetivos y estrategias para dar el gran salto al desarrollo que, por décadas, ha parecido imposible en el país. Los avances han sido muchos pero, como en el tango, también los retrocesos. Cuando nos ha ido bien, dos pasos hacia adelante han ido seguidos por sólo un paso hacia atrás; en muchas ocasiones los pasos hacia atrás han sido más grandes y frecuentes. Pero, independientemente del balance de lo logrado, el inicio del nuevo siglo nos obliga a recapacitar sobre el enorme reto que tenemos frente a nosotros y a reconocer que, a pesar de los avances, hay muchos motivos para estar insatisfechos e inclusive, para estar profundamente preocupados.

Si algo ha caracterizado al mundo en que vivimos a lo largo de las últimas décadas eso ha sido precisamente el cambio vertiginoso y ubicuo que ha acabado por transformar incluso a estructuras que parecían constantes y permanentes. La velocidad del cambio es espectacular. Si uno observa los medios electrónicos de comunicación como el fax o el correo electrónico, no queda más que reconocer que estos instrumentos que hoy usamos en forma cotidiana y de los cuales no podríamos prescindir, virtualmente no existían hace sólo unos cuantos años. La electrónica y las comunicaciones han revolucionado el mundo y han cambiado la forma de vida de prácticamente todos los ciudadanos de la Tierra. Lo anterior es más que evidente para los habitantes de las zonas urbanas del mundo; pero también lo es para los más modestos campesinos. En Sri Lanka, por ejemplo, el ingreso de los campesinos casi se ha triplicado por el mero hecho de que ahora cuentan con líneas telefónicas, lo que les ha permitido conocer el precio de sus productos en los mercados y, consecuentemente, mejorar su posición negociadora frente a la Conasupo local. Los niños mexicanos que hoy tienen acceso al Internet nunca serán iguales a sus padres, por modesto que sea su origen social o económico.

El mundo a nuestro alrededor está cambiando de una manera fantástica. La manera de producir bienes y servicios se ha transformado y, gracias a instrumentos como el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, hemos comenzado a integrar nuestra industria, y a los mexicanos en general, a los circuitos de producción, comercio e ingresos que, confiadamente, nos darán acceso a mejores niveles de vida en el curso de los próximos años. Si uno observa las diversas regiones del país, a pesar de los contrastes que todavía se pueden apreciar, es cada vez mayor el número de empresas, regiones y personas que se suman al proceso de modernización. Los rezagos son imponentes, pero los logros son con frecuencia tan espectaculares que es imposible minimizarlos.

Pero apenas hemos dado el primer paso en este proceso de extraordinaria transformación. La apertura de la economía mexicana y la negociación del TLC (y, sin duda, de otros tratados con países del sur del continente y con Europa) ha enfrentado a todos a los productores del país a la disyuntiva de transformarse o desaparecer. Un número importante de productores, la abrumadora mayoría en términos del volumen de producción, ha logrado adecuarse a las nuevas reglas de la competencia internacional y, quizá lo más visible, ha logrado niveles de exportación de bienes manufacturados que hubieran parecido no más que un sueño hace sólo unos cuantos años. Pero el reto que viene adelante va a ser mucho más complejo y difícil de vencer que el que representó la transformación de la industria manufacturera del pasado.

Lo que viene es el nacimiento de la economía electrónica y digital, un mundo para el que simplemente no estamos preparados. La internet, esa red de imágenes, programas, información y posibilidades infinitas a la que cada vez más personas tenemos acceso, es sólo la plataforma de este proceso de cambio acelerado. En puerta se encuentran medios que permitirían agregar valor, incluyendo al comercio electrónico, a la vinculación entre productores (como proveedores) y la distribución de productos. Para la mayoría de los usuarios del internet, la red digital se limita a lo que un individuo puede hacer a través de ella, lo que ya de por sí incluye una amplia gama de posibilidades: desde el uso de una infinidad de fuentes de información hasta el acceso a librerías, tiendas, agencias de viajes y todo lo que uno pueda llegar a imaginar. Pero el internet es muchísimo más que eso. Un número creciente de empresas utilizan la red para transmitir información de ventas y compras, inventarios y nuevos productos. Hay un amplio número de fabricantes mexicanos que reciben órdenes de producción de sus clientes en el resto del mundo directamente a través del internet. Hace sólo unas cuantas semanas, Ford y General Motors, dos de los más grandes empleadores en el país, anunciaron que todos sus proveedores se tendrán que enlazar a través de la internet si quieren seguir vendiendo sus productos. Ambas empresas piensan utilizar el internet no sólo para enviar y recibir órdenes de compra y de producción, sino para desarrollar nuevos productos, intercambiar ideas sobre el diseño de nuevas partes y componentes y, en general, para acelerar el proceso productivo, además de elevar su eficiencia y productividad. Quien no sea capaz de incorporarse en ese proceso, indicaron fuentes de ambas empresas, quedará fuera del círculo de proveedores acreditados. El internet no tiene más límites que los que impone nuestra imaginación y la infraestructura –legal, regulatoria y física- con que contamos.

Si bien muchas empresas mexicanas hace tiempo entraron en la era digital, la abrumadora mayoría de los mexicanos enfrentan enormes obstáculos para hacerlo. Las limitaciones en muchos casos son enteramente personales –la falta de iniciativa y aversión al riesgo que caracteriza a muchas personas y empresas- pero, en la mayoría de las circunstancias, se trata de impedimentos reales, externos, que limitan la capacidad de acceso de la población a una de las tecnologías que podrían contribuir a que el país salte etapas de desarrollo, permita que empresas nuevas compitan directamente con las más grandes y, en general, desarrolle oportunidades para un amplio segmento de la población que jamás las ha tenido.

La teoría es sumamente atractiva, pero la realidad concreta hace muy difícil la consecución de semejante proyecto. Para comenzar, la educación en el país, por más reformas que reformen a las reformas anteriores, no ha permitido que los niños de padres marginados o pobres tengan acceso a la formación que requiere una economía moderna; si el atraso ya era grande en el pasado, éste se va a magnificar con la nueva realidad digital. En segundo lugar, todo el mundo del comercio electrónico será imposible mientras prevalezcan regulaciones que efectivamente lo impidan, como aquellas que exigen una rúbrica de puño y letra para poder realizar una compra-venta. En tercer lugar, el desarrollo económico a través del internet requiere de un sistema financiero funcional que permita la constitución de empresas nuevas, la inversión en proyectos innovadores y, en general, de mecanismos de apoyo a proyectos nuevos que ofrezcan oportunidades de éxito. Finalmente, sin un aparato legal flexible y moderno, que garantice los derechos de propiedad y permita la constitución, expansión y, en su caso, la quiebra de empresas, el crecimiento a través o por medio del internet será una quimera más.

La verdad es que el país se encuentra extraordinariamente retrasado en un sinnúmero de ámbitos que son vitales para el desarrollo de una economía moderna. La internet nos pone contra la pared porque ese es el camino que ofrece oportunidades literalmente infinitas para un enorme número de personas y empresas. Está perfectamente documentado que quienes primero hacen suya la tecnología y explotan las opciones que ofrece la red, logran una enorme ventaja sobre las demás. Al ritmo que vamos, una tecnología tan “democratizadora” como es la del internet, fácilmente podría acabar siendo aprovechada sólo por el puñado de empresas grandes y visionarias con que cuenta el país. Nuestras limitaciones, las auto impuestas sumadas a las que determina el atraso que ya de por sí acarreamos, pueden acabar impidiendo que aprovechemos una oportunidad más.

Desafortunadamente para nosotros, la posibilidad de que la internet se convierta en un éxito depende en gran medida tanto de lo que haga como de lo que deje de hacer el gobierno. La tentación más inmediata de todos los gobiernos del mundo es la de tratar de controlar la información que se transmite por la internet, en algunos casos porque los de contenidos chocan con los valores de quienes deciden, como en el caso de la pornografía y, en otros, porque se trata de información políticamente inconveniente para diversos intereses de la sociedad y del propio gobierno. El problema es que no hay una forma aséptica de suprimir un tipo de información sin impedir que se desarrollen los beneficios que ofrece este instrumento. Inevitablemente, las tecnologías implícitas en el internet implican otra limitante al poder gubernamental, como hace tiempo concluyeron sociedades mucho más controladas que la nuestra, como la China y la de Singapur.

Pero el hecho de que el gobierno enfrente límites a su acción no implica que su función sea irrelevante. Al contrario. Del gobierno depende que exista a) una infraestructura de comunicaciones eficiente y a precio competitivo; b) un mercado de capitales, derechos de propiedad y un régimen de inversión abierto; c) flujos irrestrictos del hardware y software necesarios para que sea posible el nacimiento del comercio electrónico y la provisión de servicios dentro del país y a través de las fronteras; y d) un sistema educativo (y, en general, de formación de capital humano) que en lugar de preservar las inequidades del pasado, contribuya a incorporar a los niños de hoy en los circuitos modernos de desarrollo y diseminación de oportunidades. Si el pasado es guía, seguro fracasaremos en cada uno de estos requisitos. Pero, con suerte, el inicio de un nuevo siglo y de un nuevo milenio moderniza y anima hasta a la más anquilosada y retrógrada burocracia.

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Luis Rubio

Luis Rubio

Luis Rubio es Presidente de CIDAC. Rubio es un prolífico comentarista sobre temas internacionales y de economía y política, escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times.