Mis lecturas 2015

Lecturas variadas permiten pensar, conocer y aprender sobre la diversidad del mundo que nos rodea. Tolkien, un poeta inglés, lo decía con su usual brillantez: “No todos los que deambulan están perdidos”. Aquí va una muestra…

Según el historiador Braudel, el tiempo se podría medir de tres maneras: el largo plazo que se va conformando por cambios de largo aliento como son los movimientos demográficos y la geografía y que son determinantes pero casi imperceptibles; el mediano plazo en que la historia se muestra en momentos épicos que hacen perceptible el ritmo y que solo se comprenden con el tiempo; y el corto plazo que todos podemos mirar en las noticias cotidianas.

¿Qué lecturas recomendarías para este fin de año?

Este año leí dos libros extraordinarios que caen bajo el rubro del mediano plazo. En The Coming of the Terror in the French Revolution, Timothy Tackett analiza la mentalidad de quienes se convirtieron en “terroristas” en el contexto de la revolución. Lo fascinante del libro es que el autor se aboca a tratar de explicar cómo fue posible que los revolucionarios y su revolución acabaran tan mal. Lo paradójico, según el autor, es que quienes instigaban el miedo como instrumento de control lo hacían porque ellos mismos se sentían aterrorizados. El miedo, dice Tackett, yace en el corazón de la violencia: miedo a una invasión externa, miedo al caos, miedo a la anarquía, miedo a conspiraciones de los propios correligionarios. Fascinante historia que deja la sensación de que poco se aprende en el curso del tiempo.

Edmund Burke, un intelectual inglés del siglo XVIII, nunca ha sido difícil de categorizar. Para unos es liberal, para otros conservador, tradicionalista o progresista: su virtud es que es posible colocarlo en todas estas dimensiones. Crítico de la Ilustración, era a la vez secular y defensor de la religión. Bromovich, el autor de La Vida Intelectual de Edmund Burke, presenta a un Burke que se opone a la Revolución Francesa y luego se siente vindicado por su juicio cuando comienza la era del terror. Aunque imposible de asir en un eje izquierda-derecha como lo entendemos en la actualidad, Burke fue, y sigue siendo, un formidable inspirador de líderes políticos en el mundo, en buena medida porque, de manera sutil, enfatizaba la igualdad cuando ésta no era tema de confrontación política. Lo irónico es que son los conservadores quienes lo procuran más.

La imagen que la prensa internacional refleja de Corea del Norte es la de una dictadura intransigente que oprime a una población conformada por creaturas deshumanizadas a las que les ha lavado el cerebro un gobierno monolítico. Daniel Tudor y James Pearson*, dos periodistas que han observado a ese país de cerca, ofrecen una perspectiva muy distinta. Si, dicen, es un país pobre, pero la población tiene acceso a celulares, muchos escuchan música de Corea del Sur y son adictos a sus telenovelas, a las que acceden por medios electrónicos y dvds provenientes de China. La corrupción, administrada por la propia élite, ha hecho posible esta situación que se desató a raíz de la hambruna de mediados de los noventa, pues sin contrabando de alimentos el país se habría colapsado. El relato me recordó a Cuba luego del fin de la URSS.

Los ladrones del Estado es un libro de Sarah Chayes cuya tesis es que la corrupción genera inseguridad. La autora, ex asesora del gobierno americano en Afganistán, afirma que en la medida en que se permite “un poco de corrupción”, así sea una mordida para algo menor, se genera una cultura de permisividad que, tarde o temprano, se traduce en inseguridad física de la población. La cleptocracia en que se convirtió el gobierno afgano instalado por EUA, dice Chayes, generó una estructura gubernamental dedicada al enriquecimiento de sus funcionarios, alienando a la población y generando lealtades a los talibanes y otros grupos extremistas. Se trata de un argumento polémico, sobre todo por su inherente intransigencia, pero no por ello carente de sustancia.

¿Cómo es que ocurre el progreso moral? Esta es una intrigante pregunta sobre todo para alguien como yo poco dado a las lecturas o argumentos morales. El libro de Kwame Anthony Appiah, The Honor Code, me atrajo porque trata temas escabrosos como la esclavitud, los derechos civiles y la democracia. A contra corriente de la ortodoxia predominante, Appiah dice que los cambios de percepción sobre asuntos como estos no se originan en la presión popular o los cambios legislativos sino en el honor, entendido éste como el respeto al prójimo. El libro me hizo recordar el argumento de Deidre McCkoskey en La dignidad burguesa: el crecimiento económico se da cuando el empresario es reconocido y respetado y su función comprendida como el motor del progreso. En ambos frentes México sigue por demás cojo.

Roger Moorhouse** estudia el pacto Stalin-Hitler que, aunque duró menos de dos años, tuvo el efecto de darle mano libre a ambos dictadores para que cambiaran fronteras, asesinaran en masa a las poblaciones civiles de los países que se concedieron mutuamente e iniciara la era de atrocidades que caracterizó a los subsecuentes años de la Segunda Guerra Mundial.

En Mirreynato, Ricardo Raphael no solo acuña un nuevo término, sino que literalmente abre la caja de Pandora sobre un fenómeno para todos obvio pero que nadie había enfocado o conceptualizado como asunto de la transcendencia que tiene: la mala educación de los hijos de las élites, su distancia respecto al promedio nacional y su desdén por todo lo que pasa en el país.

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