Narcofederalismo

Seguridad Pública

Aun policía deshonesto se le corrompe con plata, a uno honesto se le doblega con plomo. Un metal inspira la ambición, el otro provoca el miedo. Ambas emociones habitan en el alma de todos los seres humanos. La guerra del gobierno mexicano contra el narcotráfico tiene que luchar contra estas dos fuerzas que dominan la naturaleza de las personas.

La semana pasada 112 policías municipales de Nuevo León fueron arraigados por sospecha de cooperar con el narcotráfico. ¿Estos policías eran unos tipos siniestros, corruptos hasta la médula? ¿O eran unos pecadores promedio, hombres de carne y hueso que se enfrentaron a una oferta que no pudieron rechazar? Estos malos elementos serán enjuiciados y encarcelados, se depurarán los cuerpos de seguridad municipales y se llenarán los lugares vacantes con policías novatos. ¿Los nuevos miembros de las corporaciones policiacas serán superhombres incorruptibles? ¿Existirá una vacuna especial o un milagro para inmunizarlos contra el poder corruptor del dinero y la violencia?

Ponte en sus zapatos. Tus enemigos viven en tu comunidad y saben en dónde está tu casa. Te ofrecen ganar en un día tu salario de cinco años. Si no aceptas la propuesta, algo malo le puede pasar a tu familia. Este es un escenario real para cada uno de los 340 mil policías municipales que trabajan en México.

Los policías federales también pueden ser comprados y amenazados, pero tienen una ventaja sobre sus colegas en estados y municipios. Un miembro de la Policía Federal Preventiva, que vive con su familia en Veracruz, puede ser enviado un mes a una misión en Tijuana. Los narcos locales no saben quién es, de dónde viene o dónde vive. El anonimato y la distancia lo protegen. Después de un periodo en Tijuana y un merecido descanso, el policía federal puede ser reasignado a Tabasco o Nuevo Laredo.

Esta dinámica de rotación geográfica se implantó en el Ejército desde tiempos de la Revolución. Al trasladar a un general de una zona militar a otra, se impedía que los altos rangos echaran raíces y generaran lealtad ciega entre sus filas. En el México revolucionario, un oficial con ambiciones políticas y una tropa de leales podían estar tentados a levantarse en armas contra el gobierno. La rotación militar fue un pilar de la estabilidad política. Hoy los policías municipales son blancos fijos de las mafias locales. Además, en su mayoría, los cuerpos de seguridad en estados y ayuntamientos carecen del equipo y entrenamiento de sus pares en la AFI y la PFP. Ocho de cada 10 policías en el país trabajan en un municipio o en una delegación. Esto quiere decir que 80 por ciento de los policías que vigilan nuestra seguridad están mal pagados, mal entrenados y mal equipados.

Los legisladores que redactaron la Constitución de 1917 jamás imaginaron las amenazas a la seguridad pública del siglo XXI. Hace 90 años, México era un país rural con menos de 15 millones de habitantes. Hoy la mayoría de nosotros vive en ciudades. En las metrópolis más grandes el crecimiento poblacional fusionó municipios y/o delegaciones en una sola mancha urbana. La acción de las bandas criminales no está limitada por la división política del régimen federal. Sin embargo, la respuesta de las policías locales sí está ceñida por las fronteras invisibles que delimitan estados y municipios. Si dos gobernantes de entidades vecinas tienen una mala relación personal, la cooperación entre sus respectivas policías es nula. Además, al no existir reelección directa en los ayuntamientos, cada tres años, el nuevo presidente municipal puede remover al encargado de seguridad pública que trabajó con su antecesor. Con este diseño institucional no hay forma de profesionalizar y dar continuidad a los mandos policiacos.

El municipio es la unidad básica de nuestra organización política. Esta célula del federalismo padece un cáncer maligno. La distribución de responsabilidades en el combate a la delincuencia, entre los tres niveles de gobierno, concede muchas ventajas a los criminales. El narco ha florecido a la sombra del federalismo. Fusionar a la AFI y la PFP es un paso insuficiente en la dirección correcta. México necesita una verdadera policía nacional.

e-mail: jpardinas@cidac.org.mx

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